Los otros ni?os de la guerra
Una carambola. Laila Ripoll, autora de Los ni?os perdidos, y Micomic¨®n, su compa?¨ªa, se han forjado en teatros peque?os de Madrid, y haciendo bolos por esos pueblos y por festivales americanos. Gerardo Vera, director del Centro Dram¨¢tico Nacional, decidi¨® hacerles hueco en la salita de la Princesa, bajo la platea del Mar¨ªa Guerrero, pero han debutado en la sala grande al suspenderse el estreno de Decadencia, de Steven Berkoff, porque el montaje incumpl¨ªa la normativa de seguridad. As¨ª, un espect¨¢culo de los que suelen representarse en Cuarta Pared, Galileo o Tri¨¢ngulo, entra en un gran teatro p¨²blico. Los ni?os perdidos habla de los chicos internados durante la Guerra Civil en los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social, organizaci¨®n creada a imagen del Winterhilfe nazi.
Los ni?os perdidos
Autor¨ªa y direcci¨®n: Laila Ripoll. Int¨¦rpretes: Juan Ripoll, Mariano Llorente, Marcos Le¨®n, Manuel Agredano. Escenograf¨ªa: Arturo Mart¨ªn Burgos. Vestuario: Almudena Rodr¨ªguez Huertas. Iluminaci¨®n: Luis Perdiguero. Teatro Mar¨ªa Guerrero. Madrid. Del 15 de diciembre al 22 de enero.
Miles de hijos de republicanos encarcelados o asesinados fueron trasladados a estos centros, tambi¨¦n durante la posguerra, y reeducados al estilo del nuevo r¨¦gimen. En los ¨¢lbumes de la serie Paracuellos, Carlos Gim¨¦nez da cuenta de su sordidez, y hay libros recientes que recogen informaci¨®n y testimonios. Laila Ripoll se ha inspirado en ellos, y en la experiencia de la madre de Mariano Llorente, cofundador de Micomic¨®n.
En Los ni?os perdidos, cuatro v¨ªctimas del Auxilio Social est¨¢n encerrados en un desv¨¢n polvoriento, un lugar de la memoria, como sugieren la escenograf¨ªa, asim¨¦trica y desvencijada, y la luz irreal. Para matar el tiempo, repiten las consignas de sus reeducadores, cantan sus himnos, juegan y temen que entre una de las monjas, la m¨¢s terrible. El texto reproduce con exactitud los tics del lenguaje de la ¨¦poca, y el montaje interesa m¨¢s a medida que avanza. La autora mantiene, casi hasta el final, cierta intriga. Su tesis es que hay que poner sobre la mesa los episodios de nuestra historia reciente que fueron cerrados en falso, y honrar a las v¨ªctimas. Los int¨¦rpretes de esta funci¨®n ani?an sus personajes, demasiado a veces: los hacen el¨¦ctricos, con mucha energ¨ªa, rebajando el drama. Hay un punto ¨¢lgido: el relato, aterrador, del traslado interminable de los ni?os en un tren de ganado.
Babelia
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