Bellezas andaluzas entre Antequera y Osuna
Flamencos y cortijos en una ruta jalonada por un rico legado monumental
Esta es la cr¨®nica de un viaje a dos ciudades situadas entre las cuencas de dos r¨ªos, el Guadalquivir y el Guadalhorce, as¨ª como el relato de las cosas vistas en el trayecto y del sufrimiento de lo que no nos dio tiempo a ver. Andaluc¨ªa, toda Andaluc¨ªa es una caja de sorpresas, por no caer en la debilidad de decir que es una caja de dulces o de regalos; de ah¨ª que mi acompa?ante y yo tuvi¨¦semos que hacer m¨¢s de una vez lo mismo que Rilke en Ronda, cuando, abrumado por la belleza del paisaje, aquejado de una saturaci¨®n de la mirada, le habla a su amiga Benvenuta, en la carta del 26 de enero de 1914, de una voluntad de "quedarse ciego ante las im¨¢genes recibidas", buscando el poeta, entonces en plena escritura de sus Eleg¨ªas de Duino, un modo m¨¢s hondo, menos externo, de captar lo real. Nosotros, no por espiritualidad, sino por prisas, pasamos cerca de la Vega de Granada sin detenernos m¨¢s que para comer de postre unos piononos en Santa Fe; perdimos la ocasi¨®n de desviarnos hacia los bell¨ªsimos pueblos cordobeses de la serran¨ªa subb¨¦tica, estando tan cerca, y s¨®lo vimos de lejos Loja, una poblaci¨®n con historia que tambi¨¦n ha pasado a la del cine, pues de manera incongruente y divertida presta su silueta coronada por la alcazaba al reino de Freedonia en Sopa de ganso, la estupend¨ªsima pel¨ªcula de los Hermanos Marx. ?C¨®mo lleg¨® esa foto fija de Loja a Hollywood, para sugerir al director McCarey el uso del pueblo granadino como imagen f¨ªlmica de tan exc¨¦ntrico reino de opereta? Ni los naturales de Loja lo saben.
El Torcal nos sorprende con su macizo f¨ªsico, aunque este inmenso parque k¨¢rstico formado hace 100 o 200 millones de a?os es mucho m¨¢s que una rareza geol¨®gica
El m¨¢s imponente y accesible palacio de la calle de San Pedro en Osuna es el del Marqu¨¦s de la Gomera, pues alberga desde hace unos a?os un atractivo hotel
Empiezo como empezamos nosotros, de sur a norte. Antequera. Situada en la planicie malague?a del Guadalhorce, tiene hechuras de gran ciudad monumental, y, por encima de sus importantes huellas romanas y ¨¢rabes, la grandeza le viene principalmente del esplendor mercantil vivido entre los siglos XVI y XVIII, que dej¨® sus calles plantadas de palacios y casonas de gran porte. Sin embargo, cuando Antequera se observa desde lo alto de la colina donde se alzan la fortalePza musulmana y la colegiata de Santa Mar¨ªa la Mayor (con elegante fachada de Diego de Silo¨¦), lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es el concierto de sus numerosas f¨¢bricas eclesi¨¢sticas, entre las que destaca la nota aguda, sostenida, de la torre barroco-mud¨¦jar de San Sebasti¨¢n y su graciosa veleta. Eso por fuera. Hay que bajar despu¨¦s morosamente y entrar en todas las iglesias y conventos que se pueda: la del Carmen (con grandioso retablo dieciochesco), los conventos de las Descalzas (por sus pinturas y su fachada de ladrillo) y Santo Domingo, la ya citada de San Sebasti¨¢n, que muestra bell¨ªsimos ejemplos de imaginer¨ªa andaluza, y en particular el doliente Cristo a gatas de Carvajal. Pero Antequera, aparte de su porra gastron¨®mica y su sol (sobre cuya proverbial salida no se ponen de acuerdo las versiones explicativas), tiene como s¨ªmbolo al Efebo, una hermosa escultura de bronce exhibida con gran aparato teatral en el Museo Municipal, situado en el antiguo palacio de N¨¢jera. El Efebo de Antequera es romano, quiz¨¢ del siglo I, y fue encontrado en 1955 por el labrador de un cortijo de la vega.
Y hay muchos cortijos, no efebos, si salimos al campo de Antequera hacia el este, dejando a un lado la rom¨¢ntica mole de la pe?a de los Enamorados en el camino de Archidona, un pueblo con encanto que merece la pena visitar por su plaza Ochavada del siglo XVIII, m¨¢s potente y duradera que el admin¨ªculo corporal que dio ef¨ªmera fama al lugar por culpa de Cela. La otra salida campestre inexcusable desde Antequera es hacia el sur, donde, cruzando la Sierra Pelada, se llega, al cabo de 12 kil¨®metros, al Torcal. Despu¨¦s de la art¨ªstica sutileza antequerana, el Torcal nos sorprende con su macizo f¨ªsico, aunque este inmenso parque k¨¢rstico formado hace 100 o 200 millones de a?os es mucho m¨¢s que una rareza geol¨®gica. Manuel de Lope, en el primer volumen, La puerta iluminada, de su excelente libro de viajes por Espa?a titulado Iberia, escribe que el Torcal de Antequera es "un caos de piedras amontonadas como platos de una vajilla rota". La imagen es muy ocurrente, pero me parece que yo sent¨ª m¨¢s emoci¨®n p¨¦trea que ¨¦l. Al visitante se le ofrecen diversos itinerarios por el parque, todos, por cierto, gratuitamente, lo que hoy constituye un milagro; nosotros elegimos el corto, y eso me har¨¢ volver en cuanto pueda a hacer el largo, que bien puede ocupar toda una jornada de asombrosas vistas arquitect¨®nicas -?hay una arquitectura m¨¢s popular que ¨¦sta?-, dotadas, a mi juicio, de mayor elocuencia (y menor capricho juguet¨®n) que las de la Ciudad Encantada de Cuenca.
Desde el Torcal ¨ªbamos a tomar rumbo norte, buscando, sin llegar a mojarnos, las tierras del valle del Guadalquivir. Y, una vez m¨¢s, el agobio de las ofertas. ?Nos deten¨ªamos en Mollina, o, en ¨¦poca de sequ¨ªa y de gripe aviar, tom¨¢bamos el desv¨ªo al refugio de aves migratorias de la laguna (salada) de Fuente de Piedra, todo a¨²n sin salir de la provincia de M¨¢laga? Pudo el instinto naturalista de mi compa?ero de viaje, y la fortuna nos hizo el regalo de poder asistir a la escueta merienda acu¨¢tica de 62 flamencos rosados, seguidos gracias a los prism¨¢ticos que se facilitan en el propio centro de observaci¨®n de la laguna (muy bien atendido humanamente, pero desasistido, al viejo estilo espa?ol, de medios; no hab¨ªa, por ejemplo, ni un folleto que llevarse a las manos). Y as¨ª llegamos, entre tentaci¨®n y tentaci¨®n, al segundo objetivo del viaje, Osuna, entrando ya en tierras sevillanas.
Dice la propaganda que en Osuna est¨¢ la "segunda calle m¨¢s bella de Europa" seg¨²n la Unesco. No s¨¦ la primera, pero Osuna, adem¨¢s de su calle, San Pedro, efectivamente deslumbrante, tiene mucho m¨¢s. Hay pocos pueblos de su tama?o que yo conozca (me viene a la cabeza Noto, en Sicilia, como ¨²nico rival) que brinden una belleza tan concentrada y a la vez tan exquisita, ese placer que dan los (pocos) lugares en los que la mano del hombre -la mano destructora y la mano fabril- ha mostrado a lo largo de siglos equilibrio, mesura, buen gusto.
Mar¨ªa Callas
El viajero tiene primero que convencerse de que la calle de San Pedro no es un decorado puesto por la municipalidad. La doble hilera pr¨¢cticamente ininterrumpida de palacios barrocos es real, por mucho que Zeffirelli rodase en ella una secuencia de su pel¨ªcula sobre Mar¨ªa Callas, haci¨¦ndole a la hermosura del sitio poca justicia. Superado el primer impulso de incredulidad, el visitante deja la calle de San Pedro y sigue andando por las colaterales: Hornillo, Carrera, Sevilla, Gordillo, con su preciosa curva peraltada. ?El segundo pueblo m¨¢s bello de Europa? Pero por si la riqueza -a veces de una delirante ornamentaci¨®n- de su barroco civil no fuese suficiente, Osuna, sede condal y despu¨¦s ducal muy favorecida por la familia T¨¦llez en los siglos XVI y XVII, ofrece una inmensa riqueza art¨ªstica en el interior de la colegiata de Santa Mar¨ªa de la Asunci¨®n, en el convento de la Encarnaci¨®n regentado por unas hacendosas monjas mercedarias (con extraordinaria azulejer¨ªa de paisajismo na?f), y en su Universidad, fundada en 1548 por Juan T¨¦llez Gir¨®n, IV conde de Ure?a, y mantenida como tal hasta 1842. Hoy, este edificio, de exterior muy reconstruido (como el de la frontera colegiata), vuelve a desempe?ar, tras pasar por diversos avatares, una funci¨®n docente, pero al viajero no le ser¨¢ imposible ver su patio central porticado, la espl¨¦ndida escalera con b¨®veda de ca?¨®n que desemboca a la altura de la segunda planta en una portada plateresca de gran finura, y las valiosas pinturas de la capilla y la sala de grados.
Ahora bien, los ursaonenses, que de ese modo tan alt¨ªsono se denominan los naturales de Osuna, pueden estar orgullosos de lo que encierra su colegiata: los seis cuadros de Ribera, entre los cuales se hallan al menos tres de calidad excepcional (los dos martirios, de San Sebasti¨¢n y San Bartolom¨¦, y la tenebrosa Expiraci¨®n de Cristo), sus tallas religiosas y patios interiores, pero, sobre todo, la capilla del Pante¨®n Ducal, una obra maestra del trampantojo que el muy solvente historiador local, ya fallecido, Manuel Rodr¨ªguez-Buz¨®n llama sin exagerar "uno de los monumentos m¨¢s hermosos del Renacimiento andaluz". Saliendo de la colegiata conviene detenerse a los pies del templo en la puerta del Sol, buen ejemplo del plateresco que a¨²n ser¨ªa mejor si no tuviera tan deteriorados sus relieves; pero es que "los soldados franceses se divirtieron mutilando las figuras sagradas de terracota del portal del cinquecento", seg¨²n el relato casi contempor¨¢neo de Richard Ford en su celebrado Manual para viajeros por Andaluc¨ªa.
Volvamos, antes de abandonar Osuna, a la inolvidable calle de San Pedro. Es dif¨ªcil decir cu¨¢l de sus palacios es m¨¢s bello, aunque posiblemente el m¨¢s original sea el que alberg¨® el Cabildo Colegial, obra, llena de alarde formal, de Alonso Ruiz Florindo, miembro de una dinast¨ªa de alarifes locales que en el cercano (e interesante) pueblo de Fuentes de Andaluc¨ªa dej¨® numerosos edificios de m¨¦rito. Lo que no tiene duda es que el m¨¢s imponente y se?orial, y hoy el m¨¢s accesible palacio de esa calle de San Pedro, es el del Marqu¨¦s de la Gomera, pues alberga desde hace unos a?os un atractivo hotel de cuatro estrellas con dos habitaciones de gran capricho: la suite con su balc¨®n corrido a la calle (y nos dice casi secretamente el recepcionista que es la que ocup¨® durante el rodaje de Zeffirelli Fanny Ardant, protagonista de Callas), y la del torre¨®n, cuyo estilo no sabr¨ªa definir, pues siendo de traza dieciochesca cuenta con un jacuzzi high tech y un juego de escaleras interiores que hace pensar en las fantas¨ªas geom¨¦tricas de Escher; no es muy c¨®moda, pero s¨ª ideal para enamorados, que obtendr¨¢n vistas maravillosas del pueblo y la campi?a sin salir del lecho.
Al emprender el regreso hacia Madrid, y si uno no le teme al empacho del gran arte, Marchena se halla a pocos kil¨®metros de Osuna, y, aparte de un bonito casco antiguo, su iglesia parroquial de San Juan Bautista tiene otro must: nueve zurbaranes. Los cuadros, encargados al artista por sus destinatarios eclesi¨¢sticos en el a?o 1635 y entregados en 1637, han estado desde entonces en la sacrist¨ªa del templo, aunque desde hace poco ocupan una sala mejor acondicionada, a la que se accede por una antigua escalera de caracol.
Un retablo del XVI
Hay que decir que no todos los lienzos son de la mano ¨²nica del maestro extreme?o (Zurbar¨¢n mantuvo, una vez establecido en Sevilla, un activo obrador para cumplir encargos no s¨®lo en Andaluc¨ªa, sino los que le hac¨ªan los conventos de la Nueva Espa?a), pero el de la Inmaculada Concepci¨®n es magistral, y la iglesia misma ofrece otros muchos tesoros: im¨¢genes de Alonso Cano y Pedro de Mena, el coro, sus dos ¨®rganos barrocos, y en especial el magistral retablo del altar mayor pintado con vehemente realismo por Alejo Fern¨¢ndez en el primer tercio del siglo XVI.
Debo confesar que a¨²n hicimos otra parada de ¨ªndole art¨ªstica antes de enfilar la autov¨ªa hasta Madrid. En ese caso pudo el nombre de ?cija, inmemorialmente famosa por sus calores de agosto, que a nosotros no nos afectaron viajando en el oto?o. Tampoco se materializaron Los Siete Ni?os.Lo malo es que la plaza mayor, llamada de Espa?a, estaba en unas gigantescas obras, de dimensiones casi madrile?as, y una vecina amable nos dijo que as¨ª lleva dos legislaturas: iban a construir un parking y hallaron tumbas musulmanas y restos de una ciudad romana, un tesoro mejor que el que nos depara el castigado suelo de la capital de Espa?a. Pese a lo corto de la parada y el engorro de las excavaciones, pudimos disfrutar de la silueta de sus campanarios y de una mirada furtiva al Museo Hist¨®rico Municipal, que, cosas raras de los ayuntamientos, cierra los s¨¢bados por la tarde y los domingos, cuando m¨¢s imagina uno que la gente puede ver museos. La escalera monumental que vimos por el ojo de la cerradura del port¨®n cerrado quitaba el aliento, ya que el museo ocupa el grandioso palacio de los Marqueses de Benamej¨ª. Tambi¨¦n aqu¨ª habr¨¢ que volver.
- Vicente Molina Foix es autor de El vampiro de la calle M¨¦jico (Anagrama).
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
- Archidona, en la ruta de Washington Irving, tiene 8.500 habitantes.
- Antequera es el n¨²cleo m¨¢s poblado en este viaje, con 40.289 habitantes, a unos 16 kil¨®metros de El Torcal.
- Marchena tiene 18.550 habitantes, y est¨¢ en las rutas de Washington Irving, la B¨¦tica romana y Artealia (campi?a monumental) y en la de Caminos de Pasi¨®n.
- ?cija tiene 36.896 habitantes, y Osuna, 16.848.
Oficinas de turismo
- ?cija. Plaza de Espa?a, 1 (955 90 29 33; www.ecija.es y www.turismoecija.com).- Osuna. Plaza Mayor, s/n (954 81 57 32; www.ayto-osuna.es).- Antequera. Plaza de San Sebasti¨¢n, 7 (952 70 25 05; www.antequera.es).- Archidona. Plaza Ochavada, 2 (952 71 64 79; www.archidona.org).- Marchena. Las Torres, 40 (955 84 61 67; www.turismodemarchena.org).
Espacios naturales
- El
Torcal de Antequera. Abierto todos los d¨ªas hasta el atardecer. La entrada es gratuita, y hay un punto de informaci¨®n en el lugar. Hay tres rutas: la verde (45 minutos), la amarilla (dos horas) y la roja (tres horas y media) que requiere gu¨ªa (tel¨¦fono649 47 26 88).- Laguna de Fuente de Piedra. M¨¢laga. Centro de visitantes (952 11 17 15; www.turismofuentepiedra.com). Cerro del Palo, s/n. Fuente de Piedra.- Informaci¨®n t¨¦cnica de espacios naturales: www.juntadeandalucia.es (Consejer¨ªa de Medio Ambiente).
Dormir
- Turismo Andaluz, en su p¨¢gina
web www.andalucia.org, incluye informaci¨®n sobre todo tipo de alojamientos por toda Andaluc¨ªa.
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