El 'testamento' de Raymond Carver
Tess Gallagher, la viuda del escritor, rescata en 'Sin heroísmos, por favor' críticas, prólogos, poemas y relatos inéditos
No levantar la pluma del papel hasta haber acabado. ?ste fue uno de los mejores consejos que el escritor Raymond Carver (Oregón, 1939-Washington, 1988) le dio a su segunda esposa, Tess Gallagher. "Me decía que había que dejarse llevar por la corriente de la historia. Así lo hacía él. Se encerraba en su estudio con la puerta cerrada. Frente a su escritorio ponía un retrato de Chéjov. Escribía a lápiz y no se levantaba hasta haber acabado la primera versión. No corregía nada hasta haber terminado. Luego, empezaba la reescritura. Podía hacer hasta 30 versiones", explica en conversación telefónica la poetisa que estuvo unida a Carver desde 1977 hasta su muerte.
En la antología de críticas, cuentos, poemas, introducciones y epílogos Sin heroísmos, por favor (Bartleby) que ha prologado y recopilado -ayudada por el profesor y amigo de la pareja, William L. Stull-, Gallagher descubre muchas facetas, inéditas para el público espa?ol, del gran maestro del relato corto. Publicado originalmente en 1991, el libro traza una singular biografía de Carver como escritor. Arranca con Tiempos revueltos -el primer relato que publicó-, y se cierra con su último ensayo, Sobre el relato extenso.
El máximo representante del minimalismo narrativo se volvía hacia historias más largas cuando un cáncer de pulmón sesgó sus planes. "Su prosa se iba alargando y creo que habría escrito una novela", asegura Gallagher. La poetisa prepara una reedición de algunos de los cuentos más conocidos de Carver, antes de que el mítico editor Gordon Lish los depurara con su afilada pluma. "Creo que el exacerbado minimalismo que impuso Lish fue equivocado", afirma. En cualquier caso, Gallagher habla con reverencia de la obsesiva exactitud que con ahínco su esposo buscaba en las palabras. Una frase de Ezra Pound cimentaba esta filosofía: "La máxima precisión en el decir es la única moral de la escritura". "La exactitud sintáctica de la palabra era casi un elemento religioso para él", afirma su viuda.
Consejos y reflexiones sobre la escritura o la amistad se intercalan en estas páginas con relatos de juventud, influidos por Hemingway o Kafka, como Los aficionados y El Pelo. "Su yo joven está muy presente en el libro. ?l no habría tenido miedo de mostrar sus primeros trabajos. Siempre pensó que hay que empezar en algún punto, y no hay nada malo en mostrarlo".
A medio camino entre la confesión y el testamento, Carver defiende y explica en los heterogéneos textos recopilados su ética - "creo que en la eficacia de la palabra precisa, sea un sustantivo o un verbo, frente a la frase escurridiza, abstracta, caprichosa"-; su método -"sé que la revisión de mi trabajo es algo natural en mí, y disfruto haciéndolo"-; su gusto -"no me interesan demasiado las revelaciones que se caen de la nada, los caracteres difusos"-, y su moral como escritor y lector -"si los relatos nos cuentan a menudo lo que no sabemos, aún me parece más importante que nos cuenten lo que todos sabemos pero no decimos"-. A partir de una cita de santa Teresa de Jesús, Carver expone en el último texto del libro el profundo significado de la escritura. "Siempre creyó que la palabra puede conducir a la acción, que el lenguaje tiene poder y que conlleva una inmensa responsabilidad. Miraba mucho lo que decía porque sabía que las palabras pueden herir profundamente".
Hijo tardío de la Gran Depresión, Carver creció en un ambiente humilde. Sus relatos reflejaron la dura vida de los desheredados, perdedores y solitarios. "Ray creía que si eras respetuoso con los personajes de una historia eso revelaría todo lo que debía ser contado. Apreciaba a la gente corriente y su lucha diaria. Hablaba por todos aquellos que no lo pueden hacer. Parece que sus relatos sobre ese mundo, sobre todas esas vidas desesperadas, son hoy más relevantes que nunca. Creo que esto le habría dejado perplejo. Las diferencias sociales cada día son más acusadas, el número de gente que trabaja de sol a sol y no puede pagar un hospital si cae enfermo uno de sus hijos, que se refugia en las drogas o el alcohol para escapar de su infierno diario, sigue aumentando", denuncia Gallagher.
Alcoholizado durante una década, Carver se cruzó con su segunda esposa cuando hacía un mes que había dejado de beber. Llevaba cuatro a?os sin escribir. Junto a ella, retomaría la ficción y comenzaría una fructífera etapa, "su segunda oportunidad", según decía.
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