En busca de la cruz perdida
'Elena', novela de Evelyn Waugh sobre la madre del emperador Constantino, se ofrece el lunes con EL PA?S por 2,50 euros
Cuando uno lee el nombre de Elena, en el marco de una colecci¨®n de novela hist¨®rica, el primer personaje que le viene a la mente es el de Elena de Troya, la Elena de todas las Elenas. Y, sin embargo, el novelista ingl¨¦s Evelyn Waugh (1903-1966) prefiri¨® centrarse en un personaje muy distinto para escribir su Elena, novela publicada por primera vez en 1950 y calificada repetidamente por ¨¦l mismo como su obra m¨¢s destacable. La Elena de Waugh es la madre del emperador Constantino, a quien la tradici¨®n atribuye, en los inicios del siglo IV en Jerusal¨¦n, el descubrimiento de la verdadera cruz en la que muri¨® Jesucristo.
Autor de novelas tan conseguidas como Retorno a Brideshead (1945) y Un pu?ado de polvo (1934), y de obras hilarantes como Noticia bomba (1938), Waugh se caracteriz¨® a lo largo de su vida por escribir un tipo de libros en los que analizaba, y en algunos casos satirizaba con gran acierto, la clase alta inglesa de los a?os veinte y treinta. En 1950, sin embargo, Waugh public¨® esta Elena, una novela que se aparta claramente de su l¨ªnea habitual y se adentra en el g¨¦nero hist¨®rico. En ella aparecen algunas de las obsesiones del autor, como la de escribir acerca de la civilizaci¨®n, en este caso centrada en el Imperio Romano, y sobre el cristianismo. No hay que olvidar que Waugh, un autor que de joven fue expulsado de la universidad por juerguista y borracho, se convirti¨® al catolicismo en 1930 y pas¨® a ser a partir de entonces un ferviente propagandista de la causa.
En Elena asistimos a la evoluci¨®n de la madre del emperador Constantino, una joven pelirroja amante de los caballos que Waugh hace nacer en Colchester (Inglaterra) y que se muestra desde un principio como una mujer instruida, interesada en conocer la cuna de la civilizaci¨®n y en descubrir la verdad. Muy inquieta en lo que a la religi¨®n se refiere, tras su boda con Constancio, Elena ir¨¢ a vivir al continente y cumplir¨¢ su sue?o de visitar Roma y la ciudad santa de Jerusal¨¦n.
Waugh, que se tom¨® unos cuantos a?os para terminar Elena ("escribo a veces una frase por semana"), aclara en el prefacio, por si hab¨ªa alguna duda, que "esto es una novela". Y a?ade unas consideraciones que valen para cualquier novela hist¨®rica: "El novelista trata de las experiencias que le excitan la imaginaci¨®n. En este caso la experiencia fue mis desordenados estudios de historia y arqueolog¨ªa. El libro resultante no es, claro est¨¢, ni historia ni arqueolog¨ªa. All¨ª donde las autoridades dudan, yo he elegido a menudo lo pintoresco antes que lo plausible; una o dos veces, donde han callado, he inventado libremente". Estamos, pues, ante una novela claramente hist¨®rica, aunque Waugh se tome algunas libertades sobre un personaje, el de santa Elena, al que siempre ha envuelto un halo de leyenda. Al fin y al cabo, lo que importa a Waugh es que Elena fue madre de Constantino y que "es casi seguro que dirigi¨® las excavaciones en que se encontraron trozos de madera que ella y toda la cristiandad aceptaron al punto como la cruz en que muri¨® Nuestro Se?or; que se llev¨® algunos trozos, con otras muchas reliquias, y que dej¨® una parte en Jerusal¨¦n". A partir de estos hechos, Waugh novela y se permite unas cuantas licencias. La m¨¢s importante, probablemente, es la de considerar que Britania fue la cuna de santa Elena, aunque no se sabe ni cu¨¢ndo ni d¨®nde naci¨® la emperatriz. Otra, que afecta al estilo, es la de hacer que sus personajes dialoguen como si estuvieran en la Inglaterra de los a?os veinte o treinta, en uno de los salones caracter¨ªsticos de Retorno a Brideshead.
Como en toda novela que lleva la etiqueta de hist¨®rica, es inevitable buscar paralelismos con el mundo actual, y m¨¢s cuando se sabe que Evelyn Waugh escribi¨® esta novela en los a?os cuarenta en Yugoslavia, cuando estaba destinado all¨ª como miembro del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. El mundo acababa de pasar por una horrible guerra que hab¨ªa marcado su destino, y, quiz¨¢ por eso, el autor estaba obsesionado por el tema de la civilizaci¨®n, representada en Elena por el Imperio Romano. En este sentido, resultan claves las palabras de Constancio, padre del emperador Constantino, al contemplar la muralla de Suabia: "Yo no soy sentimental, pero me gusta la muralla. Piensa que milla tras milla, desde la nieve hasta el desierto, forma un gran cintur¨®n ¨²nico alrededor del mundo civilizado". Elena, por su parte, responde: "A veces me pregunto si Roma ir¨¢ alguna vez m¨¢s all¨¢ de la muralla. M¨¢s all¨¢ de los germanos, m¨¢s all¨¢ de los et¨ªopes, m¨¢s all¨¢ de los pictos; quiz¨¢ m¨¢s all¨¢ del oc¨¦ano, puede haber m¨¢s gente y a¨²n m¨¢s, hasta que tal vez se pueda viajar a trav¨¦s de todos ellos y encontrarse de vuelta otra vez en la Ciudad. En vez de que penetren los b¨¢rbaros, ?no podr¨ªa un d¨ªa irrumpir la Ciudad hacia fuera?".
En Elena no encontramos el humor caracter¨ªstico de Waugh. Al autor le interesa en este caso hablar en serio del cristianismo, cosa que consigue a trav¨¦s de unas descripciones muy atentas a los cambios de estaci¨®n y con unos di¨¢logos muy cultos. Waugh no duda en retratar a un emperador Constantino un tanto voluble y caprichoso, frente a su madre, Elena. El tratamiento que otorga al personaje de la emperatriz, sin embargo, no es el t¨ªpico de las vidas de santos, sino que la presenta desde un punto de vista humano.
Babelia
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