M¨¢rmol
Los arque¨®logos acaban de desenterrar en la ladera del castillo de X¨¤tiva un fragmento de pedestal del siglo I que ratifica la categor¨ªa jur¨ªdica como municipio de la antigua Saetabis romana. Se trata de un pedazo de m¨¢rmol Buixcarr¨®, que a lo largo de la historia se ha sustanciado como uno de los ingredientes cardinales del puzzle que compone la identidad de esta seductora ciudad, que en algunos casos ha llegado a confundir su propio nombre con el de esta piedra rosada extra¨ªda de una cantera de la sierra de Quatretonda. Lo ¨²nico que ha sobrevivido a la sucesi¨®n de cat¨¢strofes a las que la historia ha sometido a X¨¤tiva sin perder por completo la entidad, es este m¨¢rmol, cuya ra¨ªz ha penetrado hasta lo m¨¢s ¨ªntimo de su genoma. Ahora ya s¨®lo es posible reconstruirlo todo a partir de esos trozos, y sin ellos es como si no hubiera ocurrido nada. Tambi¨¦n mi cerebro est¨¢ atravesado por el bulbo metaf¨ªsico de esa piedra desde la infancia. La mesa de m¨¢rmol Buixcarr¨® de mi casa fue el primer mapa pol¨ªtico que conoc¨ª, y acaso tambi¨¦n el primer territorio con entidad pol¨ªtica a mi alcance. Sobre aquella superficie venosa de color carne se desplegaba una geograf¨ªa de pa¨ªses imaginarios no menos imposibles que los que luego encontrar¨ªa estampados en el mapamundi de la escuela. Entonces pensaba que la geolog¨ªa determinaba las fronteras con la misma naturalidad que la sierra del Buixcarr¨® hab¨ªa comprimido la cartograf¨ªa interior del m¨¢rmol y que los contornos de las naciones eran tan inalterables y eternos como los que encerraba la piedra. Pero luego descubr¨ª que el valor del atlas de m¨¢rmol Buixcarr¨® del comedor de mi casa era mucho m¨¢s s¨®lido, puesto que era el resultado de una energ¨ªa profunda y no el producto de unas tensiones superficiales resueltas con l¨ªneas ficticias y solubles como las fronteras pol¨ªticas. Varios siglos antes, Calixto III hab¨ªa llevado este mismo m¨¢rmol al Vaticano quiz¨¢ para que su sobrino, el papa Alejandro VI, y sus descendientes C¨¦sar y Lucrecia conspiraran con Maquiavelo para cambiar las fronteras del mundo sobre una sugestiva mesa como ¨¦sta. Pero incluso su enorme desaf¨ªo no estuvo a la altura de esa piedra, que ahora es la ¨²nica patria que puedo sentir sin sonrojarme.
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