El extravagante universo del rock
El escritor gallego Xavier Vali?o revive en un libro la historia secreta de 50 a?os de m¨²sica
No es el tipo de investigaci¨®n que uno imaginar¨ªa que ocupara el tiempo libre de un funcionario de la Xunta de Galicia. Periodista ocasional, Xavier Vali?o andaba promocionando su libro sobre el rock brav¨² (Rock brav¨². A paixon que queima o peito, editorial Xerais, 1999), aquel movimiento de grupos gallegos de finales de los noventa, y en una emisora le ofrecieron realizar una secci¨®n a modo de anecdotario sobre el rock en general. Cinco a?os despu¨¦s, hab¨ªa acumulado tal cantidad de informaci¨®n que se le ocurri¨® que aquello merec¨ªa imprimirse. El resultado es El gran circo del rock. An¨¦cdotas, curiosidades y falsos mitos.
Generar misterios suele dar buenos resultados. La pareja que forma The White Stripes se present¨® como hermanos hasta que un peri¨®dico de Detroit, su ciudad de origen, demostr¨® que hab¨ªan sido marido y mujer (se divorciaron en 2000). M¨¢s comprensible es el caso de Joe Strummer: el l¨ªder de los revolucionarios Clash ocult¨® que era hijo de diplom¨¢tico. Respecto al rumor m¨¢s persistente, aparte de cl¨¢sicos ajados como "Elvis est¨¢ vivo" o "Paul McCartney muri¨® en 1966", est¨¢ el que imagina a Keith Richards como moderno vampiro que se cambia regularmente la sangre para combatir su adici¨®n a las drogas. "Doy tres explicaciones y la m¨¢s razonable es que se someti¨® a un proceso de hemodi¨¢lisis", afirma Vali?o. Nada se puede hacer cuando una fantas¨ªa se adhiere a un artista que tiene cierta reputaci¨®n. "Ha sido rebatido mil veces, pero sigue circulando que Mick Jagger estaba disfrutando de una barrita de chocolate introducida en la vagina de Marianne Faithfull cuando irrumpi¨® la polic¨ªa en la famosa primera redada contra los Rolling Stones".
Jennifer L¨®pez exigi¨® una caravana con mobiliario de color blanco, aparatos para CD y DVD..., m¨¢s otras minucias
"Bob Dylan y Van Morrison se sentaron a la mesa, dieron cuenta de los platos y... no se dirigieron la palabra"
Entramos ya en la psicopatolog¨ªa de masas. Lo del cantante que ingiri¨® tanto semen que tuvieron que extra¨¦rselo en urgencias se ha aplicado a Jagger, Elton John, Rod Stewart, Marc Almond y varias vocalistas femeninas. Xavier Vali?o lo desmonta con facilidad. Para ¨¦l, son m¨¢s interesantes los comportamientos que retratan a un personaje. Por ejemplo, la imperturbabilidad de Dylan en los Grammy de 1998, cuando su actuaci¨®n fue interrumpida por un chiflado que se hab¨ªa escrito en el pecho "Soy bomb" (Bomba de soja). "Mi preferida, aunque imposible de verificar, es la cena de Bob Dylan y Van Morrison, convocados por un contable que se ocupaba de sus negocios. Se sentaron a la mesa, dieron cuenta de los platos y... no se dirigieron la palabra. Cuando Dylan se march¨®, Van mostr¨® su admiraci¨®n: 'Bob estaba en buena forma esta noche ?verdad?". No menos pintoresco fue el error del lac¨®nico Dylan en un barrio de Londres. Buscando a Dave A. Stewart, el hombre de Eurythmics, llam¨® a una casa donde -casualidad- viv¨ªa un fontanero llamado Dave y se sent¨® a esperarle. La mujer de ¨¦ste le inform¨® cuando lleg¨®: "No te lo vas a creer pero Bob Dylan est¨¢ aqu¨ª." Se deshizo el equ¨ªvoco y el fontanero llev¨® al cantante al estudio de Stewart.
Tambi¨¦n son reveladores los intentos de suicidio de Elton John. "Se acomodaba tras dejar abierta la llave del gas... pero al m¨ªnimo y con las ventanas abiertas". O el deleite de Serge Gainsbourg al coincidir con Whitney Houston en la televisi¨®n francesa; harto de la blandura de la conversaci¨®n, solt¨® un "quiero follarte" que el entrevistador se neg¨® a traducir.
Vali?o est¨¢ orgulloso de los cap¨ªtulos dedicados a figuras no demasiado conocidas en Espa?a, como el nigeriano Fela Kuti -se cas¨® con sus 27 bailarinas- o el grupo KLF, que quem¨® un mill¨®n de libras esterlinas como culminaci¨®n de sus publicitadas performances contra la industria musical y el mundo del arte. El recopilador distingue entre provocaciones y actos que los artistas se sienten obligados a perpetrar y que resultan profesionalmente fatales. Sinead O'Connor, que tambi¨¦n ocupa un cap¨ªtulo entero, rompi¨® una foto de Juan Pablo II en el programa Saturday Night Live -en 1992-, su protesta contra la tolerancia del Vaticano respecto a los abusos a menores. La irlandesa no advirti¨® la profundidad del rechazo hasta que fue abucheada en un concierto de homenaje a Dylan.
En El gran circo del rock se refleja la atracci¨®n por el lado oscuro.Jimmy Page, de Led Zeppelin, vivi¨® en la mansi¨®n de Aleister Crowley junto al lago Ness, aparte de adquirir todo tipo de objetos del brujo. Tambi¨¦n se rese?a la perversa fascinaci¨®n por el temible Charles Manson: Guns 'N' Roses, Redd Kross o los Lemonheads recrearon sus canciones; Marilyn Manson tom¨® su apellido y Nine Inch Nails grabaron en la antigua mansi¨®n de Roman Polanski, escenario de la principal matanza ordenada por Manson. Sin embargo, Vali?o se ha negado a incluir a los asesinos confesos, como los que dieron perpetua mala fama al heavy metal noruego. Las cr¨®nicas de despilfarros son aleccionadoras. MC Hammer se present¨® a una actuaci¨®n televisiva con un s¨¦quito de 128 personas y enloqueci¨® a los responsables al exigir diferentes comidas. Los que le sufrieron celebraron cuando, en 1996, el rapero se declar¨® en bancarrota. En la categor¨ªa de caprichos, Jennifer L¨®pez lo sabe todo. Invitada a grabar un breve fragmento de un disco colectivo destinado a recaudar fondos contra el sida, viaj¨® con su corte a Miami y exigi¨® que junto al estudio se colocara una caravana de 13 metros con mobiliario de color blanco, un televisor, reproductores de CD y DVD..., m¨¢s otras minucias. Los responsables del proyecto ben¨¦fico aceptaron unas peticiones, que se tragaron buena parte de los ingresos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.