Nihilismo
Cuando el a?o concluye, Zapatero recupera parte del cr¨¦dito perdido gracias al proyecto de Ley de la Dependencia que tendr¨ªa que haber constituido la obra cumbre de su primera legislatura, edificando sobre sus cimientos el cuarto pilar del Estado de bienestar. Pero el Estatut catal¨¢n le ha roto la agenda al Gobierno, tapando su programa social e hinchando las reivindicaciones nacionalistas. Esto ha hecho el juego a la oposici¨®n, tambi¨¦n interesada en sabotear la agenda del Gobierno, pues como los extremos se tocan, cuanto peor le vaya a Zapatero mejor tanto para los catalanistas como para el PP. Bien se vale que entre Rubalcaba y Solbes le est¨¢n sacando a Zapatero las casta?as del fuego, el primero desactivando la cruzada contra la LOE, el segundo tomando las riendas en la negociaci¨®n del Estatut. Con lo cual se desmiente el presunto conflicto generacional que alguien ha detectado en las cr¨ªticas contra Zapatero, pues ?qu¨¦ ser¨ªa de ¨¦ste sin los buenos oficios de la vieja guardia de Solbes y Rubalcaba?
Nada preocupa al PP, cuyo nihilismo es tan destructivo como el del alacr¨¢n
Mientras tanto, la oposici¨®n del PP se envilece un poco m¨¢s cada d¨ªa, cayendo en la pr¨¢ctica de un nihilismo tan est¨¦ril como autodestructivo. Con cualquier ocasi¨®n, los tres mosqueteros de Aznar aprovechan la excusa para agredir y ridiculizar a Zapatero con la burlona groser¨ªa que caracteriza al peculiar estilo de cada cual: Rajoy haci¨¦ndose el socarr¨®n, Acebes m¨¢s obtuso cada d¨ªa y Zaplana en plan rufi¨¢n. Y en su obsesi¨®n por demoler la imagen del presidente se dedican a tiempo completo a la tarea de descalificar su labor como si creyeran que en su lidia del Leviat¨¢n gubernamental les ha llegado por fin la hora de entrar a matar. De ah¨ª que se engolfen como chulos de barrio o matones de colegio en la pr¨¢ctica del mobbing o acoso pol¨ªtico, insultando al jefe del Gobierno sin ning¨²n pudor: insolvente, traidor a las v¨ªctimas, incapaz, incompetente, bobo solemne...
As¨ª es como la estrategia del PP comienza por fin a definirse, jug¨¢ndoselo todo a la carta nihilista de la tierra quemada. Hasta hace poco su estrategia todav¨ªa era dubitativa, pues vacilaba entre varias opciones que manten¨ªa abiertas. Por un lado cultivaba la imagen sensata y moderada de Rajoy, pero a la vez pretend¨ªa tapar las culpas que le hicieron perder el poder (Prestige, Yak-42, Irak) con la t¨¢ctica del "y t¨² m¨¢s", acusando al Gobierno de presuntos desmanes todav¨ªa peores (como el incendio de Guadalajara). Tambi¨¦n su ideolog¨ªa era ambivalente, pues combinaba el liberalismo conservador con su adhesi¨®n a la cruzada contrarreformista del episcopado cat¨®lico. Y semejante ambig¨¹edad ten¨ªa una explicaci¨®n en clave electoral, pues permit¨ªa conservar para el futuro la confianza del votante centrista. Pero ahora ya no es as¨ª, pues el PP ha quemado sus puentes renunciando a la moderaci¨®n para adoptar la estrategia radical del nihilismo destructor.
El nihilismo es la estrategia suicida que esgrimen los terroristas en inferioridad de condiciones que se saben incapaces de vencer. De ah¨ª que se haya aplicado con toda propiedad a los yihadistas del 11-S, como hizo Andr¨¦ Glucksmann en su libro Dostoievski en Manhattan. Pero el nihilismo del PP es algo diferente, pues se trata de una estrategia que busca por defecto la victoria mediante la derrota ajena. Rajoy ha renunciado a tratar de ganar las pr¨®ximas elecciones para dedicar todos sus esfuerzos a evitar que pueda vencer su rival. Ya no pretende atraerse a los votantes centristas sino que se conforma con hacerlos absentistas para que se aparten de Zapatero. Por eso intenta provocar con su nihilismo destructor la desafecci¨®n de esos dos millones de votantes potencialmente abstencionistas que el 14-M le dieron la victoria a Zapatero. Y para que no vuelvan a tener la tentaci¨®n de hacerlo, hay que destruir antes la confianza que depositaron en ¨¦l, a riesgo de que el desprecio de los ciudadanos se extienda al conjunto de las instituciones pol¨ªticas. Pero esto nada preocupa al PP, cuyo nihilismo es tan destructivo como el del alacr¨¢n, estando dispuesto a hundirse en el naufragio con tal de que se ahogue el capit¨¢n al mando.
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