La historia contin¨²a
"Les hablar¨¦ de la grandeza de las peque?as naciones. S¨®lo ellas son a escala humana, mientras que los grandes imperios est¨¢n concebidos a escala de la especie. Las peque?as naciones han creado la ciudad, la moral y el individuo. Los grandes imperios ni tan s¨®lo han concebido la ley necesaria ni la dignidad de tales conceptos. Lo propio de los imperios es la cantidad, mientras que la calidad queda para las peque?as naciones. El destino del g¨¦nero humano depende del destino de esas peque?as sociedades divinas. El hombre est¨¢ estrechamente ligado a Dios y Dios cre¨® el hombre y no las multitudes. La variedad es la marca de esa mano creadora. Un mundo fiel al pensamiento del Creador tiende a la armon¨ªa y no al un¨ªsono". La cita es de Andr¨¦ Suar¨¨s, escrita en la d¨¦cada de 1930, hablando del futuro de Europa. Y viene a cuento para defender las trayectorias individuales, el derecho a existir individualmente al mismo tiempo que el hecho de sumarse a un r¨ªo m¨¢s amplio, nunca un oc¨¦ano. Par¨ªs ve estos d¨ªas dos ejemplos de c¨®mo defender la grandeza de los peque?os. Por un lado, en el Colegio de Espa?a, en el recinto de la Cit¨¦ Universitaire, se presentaba hace unos d¨ªas la traducci¨®n francesa de Els catalans als camps nazis, libro de Montserrat Roig de 1977. Por otro, pod¨ªa visitarse la exposici¨®n Filiacions en la llamada Maison de la Catalogne, dedicada a la obra pict¨®rica de tres generaciones de la familia Taul¨¦: Josep Maria (Sabadell, 1913-2002), Antoni (Sabadell, 1945) y Tigrane (Par¨ªs, 1976).
En Par¨ªs se ha presentado la traducci¨®n de 'Els catalans en els camps de concentraci¨® nazis' y hay una exposici¨®n de la saga pict¨®rica Taul¨¦
El libro de Montserrat Roig supuso en su momento retomar un hilo roto, restablecer la continuidad de una lucha, salvar del olvido a miles de personas que los nazis trataban como cosas, no en vano les tatuaban un n¨²mero en la piel y les cos¨ªan en la siniestra indumentaria a rayas una letra y un tri¨¢ngulo de color para identificarles. Daba igual que se llamasen Costa, Fusimana, Vilaseca o Say¨®s, all¨ª eran un n¨²mero, espa?oles y rojos. Con eso bastaba. A todos ellos el franquismo les hab¨ªa perseguido hasta echarles de su pa¨ªs, hasta hacerles cruzar la frontera. Una vez all¨ª, en un pa¨ªs del que no conoc¨ªan el idioma, en el que no iba a ser f¨¢cil encontrar trabajo y al que llegaban despu¨¦s de otros flujos de exiliados, otra guerra iba a atraparles hasta que un torbellino criminal, al que algunos se resistieron con todas sus fuerzas pero al que otros ya no ten¨ªan ¨¢nimo para combatir, les dej¨® en Mauthausen, Buchewald, Bergen-Belsen, Dachau u otros campos de concentraci¨®n o exterminio.
Montserrat Roig, a partir de centenares de entrevistas y de consulta paciente de documentos, rehizo algunos -muchos- de esos destinos truncados. Lo hizo con entusiasmo y emoci¨®n. Comenz¨® su labor antes de que Franco muriese y la acab¨® poco despu¨¦s de que la enfermedad, los a?os y el equipo m¨¦dico habitual terminasen con ¨¦l. El resultado era un libro marcado por las urgencias, que no pone en duda ninguno de los testimonios porque bastante les bastaba con haber vivido durante 40 a?os en silencio o con haber desaparecido lejos de todos, sin que ni tan s¨®lo sus familiares supiesen d¨®nde, cu¨¢ndo y c¨®mo hab¨ªa muerto. Para Franco, para el franquismo, el ¨²nico rojo bueno era el rojo muerto. Montserrat Roig nunca pudo imaginar que llegar¨ªa un momento en que habr¨ªa "v¨ªctimas profesionales", en que la gente mentir¨ªa para dotarse de un pasado de resistente, de h¨¦roe o, simplemente, de tipo que ha vivido lo peor para poder contarlo. Para ella los testimonios eran incuestionables. Para eso lo importante era dar sentido a todos esos destinos an¨®nimos que la Espa?a franquista negaba.
Josep Maria, Antoni y Tigrane Taul¨¦ dan continuidad al oficio de pintar. El primero era sensible al misterio de los objetos, el segundo al de la luz, el tercero al de los humanos. Josep Maria pinta bodegones o paisajes, su pincel inmortaliza instantes de plenitud, momentos en que un paisaje queda grabado para siempre en nuestra memoria, en el que la sombra de una botella hace que ¨¦sta contenga mucho m¨¢s que un poco de vino; Antoni transforma la geograf¨ªa del domicilio, hace que la luz convierta las figuras en espectros, que ciertos objetos de la mitolog¨ªa familiar pasen a ser el centro de un culto que hay que imaginar; Tigrane ve los huesos de las personas, su aparato digestivo, necesita muy pocas notas de color para transmitirnos extra?eza y malestar.
Los tres Taul¨¦, objeto hace unos meses de un homenaje en su casa natal, su chalet sabadellense transformado desde hace a?os en sede de la Alliance Fran?aise, son ahora protagonistas en Par¨ªs, una ciudad en la que Antoni y su hijo viven desde hace a?os, en la que han desarrollado gran parte de su carrera sin olvidarse nunca de Sabadell ni interrumpir la transmisi¨®n de los secretos del oficio. Se preocupan de la ciudad, la moral y el individuo, como so?aba Suar¨¨s.
Els catalans als camps nazis fue presentado por la historiadora Genevi¨¨ve Dreyfus-Armand, que lleva a?os estudiando esos a?os tr¨¢gicos para los espa?oles en Francia, y por Denis Pachanski, un experto en el "universo concentracionario", un hombre que ha llevado a cabo estudios que hubieran debido cerrar la boca para siempre a quienes niegan la existencia de las c¨¢maras de gas, si a ¨¦stos les importase la verdad de las cosas y no la de su delirio fan¨¢tico. El editor de la versi¨®n francesa, el hijo de exiliados Llibert Tarrag¨®, ha querido que Josep Maria Castellet, el editor catal¨¢n de la Roig, explicase la g¨¦nesis del libro y c¨®mo fue recibido. De alguna manera las palabras de Castellet eran las encargadas, sin quererlo, de poner de relieve a la dificultad de hacer existir en Francia un texto que llega tarde y corresponde a unos intereses que no son los inmediatos del lector franc¨¦s. Todo un reto, m¨¢xime cuando un impostor como Enric Marco se ha cuidado de poner bajo sospecha todo lo que pueda decirse sobre los deportados antifranquistas.
Las peque?as naciones tienen muy dif¨ªcil hacer respetar su identidad, que se acepte de ellas lo que, en otros casos, se da por descontado y nadie cuestiona. Si atraviesan una mala ¨¦poca, si durante un tiempo no se pelean de manera evidente por existir, cuando despu¨¦s lo hacen les dicen que su personalidad es guadianesca y falsa. Por eso es importante que quede constancia de que, de una manera u otra, sin necesidad de invadir a nadie, dejando los sue?os imperiales para otros, hay una continuidad familiar y cultural.
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