Esperpento
El autor critica el comportamiento de los dirigentes del PP, a los que acusa de hacer una oposici¨®n zafia basada en la crispaci¨®n
Hace unos d¨ªas, navegando por el sat¨¦lite televisivo, aterric¨¦ en un canal franc¨¦s que emit¨ªa una entrevista con el primer ministro, Dominique de Villepin. Hablaba de Francia y de Europa, de pol¨ªtica y de econom¨ªa, de ideas y proyectos, del pasado y del futuro. En cierto momento, el colaborador que me acompa?aba expres¨® en voz alta lo que ambos est¨¢bamos pensando: "Con una derecha as¨ª", dijo, "importa menos perder unas elecciones".
M¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota, tras la frase est¨¢ el lamento por una desgracia hist¨®rica: la naturaleza cong¨¦nitamente agreste y rupestre de la derecha pol¨ªtica espa?ola. Hoy soportamos al triunvirato Rajoy-Acebes-Zaplana, pero antes fue Aznar, y antes Fraga, y antes... Bueno, lo de antes vamos a dejarlo donde est¨¢ para no caer en la depresi¨®n definitiva.
Aunque a los espa?oles, desde nuestra propia experiencia hist¨®rica, nos resulte dif¨ªcil creerlo, el pensamiento conservador ha dado grandes hombres de Estado, gentes de gran nivel pol¨ªtico e intelectual, con altura de miras, comprometidos con su pueblo, con el inter¨¦s p¨²blico y con los valores profundos de la democracia. Gran Breta?a tuvo a Churchill, Alemania a Adenauer, Francia a De Gaulle, Italia a De Gasperi. ?Y nosotros? Quiz¨¢ Adolfo Su¨¢rez, por sus hechos, sea la figura que m¨¢s se aproxima a ello. Pero por desgracia, la voladura de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico en 1982 se llev¨® consigo la posibilidad de tener en Espa?a una derecha pol¨ªtica a la que se le pueda dar la espalda sin preocupaci¨®n.
El comportamiento de los actuales dirigentes del Partido Popular responde a su herencia gen¨¦tica y al rencor acumulado tras su inesperada derrota electoral de marzo de 2004; pero tambi¨¦n hay un planteamiento estrat¨¦gico tras esta especie de cacerolada permanente en la que Rajoy ha convertido su pol¨ªtica de oposici¨®n. Una pol¨ªtica de oposici¨®n que en realidad no es dura, sino simplemente zafia.
El PP pretende revivir, mutatis mutandis, el clima de m¨¢xima tensi¨®n, m¨¢xima crispaci¨®n y m¨¢xima confrontaci¨®n que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar provoc¨® entre 1993 y 1996. Quieren hacerlo sin admitir ning¨²n espacio para el consenso, ni siquiera los m¨¢s convencionales, como la lucha contra el terrorismo o la pol¨ªtica exterior. Piensan que si funcion¨® entonces, tambi¨¦n funcionar¨¢ ahora. Pero adem¨¢s de las obvias diferencias de contexto, hay un error de base en el an¨¢lisis: aquella estrategia de la nube de azufre no fue un ¨¦xito del PP, sino al contrario, estuvo a punto de traducirse en un clamoroso fracaso. De hecho, convirtieron lo que promet¨ªa ser un holgado triunfo en una apurad¨ªsima victoria por la m¨ªnima. Falt¨® el canto de un duro para que Felipe Gonz¨¢lez, pese a todo el desgaste acumulado, obtuviese su quinto mandato consecutivo.
Lo cierto es que la derecha en Espa?a s¨®lo ha tenido la confianza mayoritaria cuando se ha mostrado moderada: en tiempos de la UCD, o cuando la falta de votos suficientes en el Parlamento oblig¨® a Aznar, en su primera Legislatura, a dialogar con gentes de mal vivir, como los sindicatos o los nacionalistas. Con la mayor¨ªa absoluta, Aznar y el PP, imbuidos de soberbia, volvieron a su ser y con ello perdieron lo que hab¨ªan ganado. Es muy improbable que la sociedad espa?ola actual pueda identificarse con el sempiterno discurso de los nacionales frente a los rojos, por mucho entusiasmo que ¨¦ste despierte entre los m¨¢s forofos.
Lo cierto es que Mariano Rajoy, rodeado -en el doble sentido de la palabra- de pretorianos, quiere superar en ferocidad al patr¨®n que le puso ah¨ª; sobre todo que no se diga que soy blando, que de cenas con el enemigo est¨¢n las sepulturas llenas. As¨ª que carretera y manta. Argumentos, ?para qu¨¦? Mucho mejor, cada d¨ªa una injuria. Bobo solemne y lo que haga falta: m¨¢s madera, que es la guerra.
El mensaje del PP es claro: si quieren ustedes que deje de arder el bosque, p¨®nganme de guardabosques. En otras palabras, les ofrecemos a los espa?oles protegerles de nosotros mismos.
Junto a la injuria personal, el dislate pol¨ªtico. Seg¨²n el PP, bajo la bota de Zapatero Espa?a se rompe, la familia se destruye, las empresas se arruinan, el vicio se estimula y se propaga, las escuelas pervierten a los ni?os, la religi¨®n es perseguida y las potencias extranjeras nos humillan. La Espa?a que pinta Rajoy es como las valleinclanescas im¨¢genes deformadas que se reflejaban en los espejos c¨®ncavos del callej¨®n del Gato: un puro esperpento. Yo ya comprendo que, vistos sus antecedentes, es mucho pedir a Rajoy y los suyos que digan cosas verdaderas; pero al menos, por su propio bien, deber¨ªan intentar decir cosas que resulten veros¨ªmiles.
En realidad, lo ¨²nico que me parece verdaderamente preocupante de todo esto es la disposici¨®n de los actuales dirigentes de la derecha a resucitar los peores demonios familiares de la sociedad espa?ola. Los que m¨¢s nos han enfrentado en el pasado. Los que cre¨ªamos haber dejado definitivamente atr¨¢s: la cuesti¨®n territorial, la cuesti¨®n religiosa, la guerra educativa, el anticatalanismo primario, la desconfianza frente a Europa... de nuevo han sacado a pasear la idea de la anti-Espa?a.
Frente a ese intento de volver a situar el debate p¨²blico en el peor terreno posible, el que m¨¢s da?o hace a la convivencia y a la modernidad, es necesario resistirse con serenidad, pero con mucha firmeza. Hemos luchado mucho por conseguir que Espa?a se plantee los mismos problemas y en los mismos t¨¦rminos que nuestros vecinos europeos. A d¨ªa de hoy, esos problemas son la estabilidad en el empleo, la calidad de los servicios p¨²blicos, la seguridad colectiva, el crecimiento ambientalmente sostenible, la innovaci¨®n tecnol¨®gica, la inmigraci¨®n, la integraci¨®n y la lucha contra la exclusi¨®n en sociedades cada vez m¨¢s diversas, la defensa de la paz, que pasa obligatoriamente por la cooperaci¨®n y la lucha contra la pobreza. De eso hay que hablar, por mucho que nos quieran meter hacia atr¨¢s en el t¨²nel del tiempo.
En nuestro lamentable siglo XIX, se distingu¨ªa entre moderados y exaltados. Hoy, cualquiera que escuche a Zapatero y a Rajoy sabr¨ªa decir qui¨¦n es el moderado y qui¨¦n el exaltado.
Un buen amigo m¨ªo, aficionado a los axiomas pol¨ªticos, ha formulado el siguiente: cuando un partido pol¨ªtico que ha gobernado durante varias legislaturas pierde las elecciones, necesita una segunda derrota, a¨²n m¨¢s contundente, para empezar a enterarse de lo que le est¨¢ pasando. Los socialistas aprendimos esa lecci¨®n en su d¨ªa. Rajoy y el Partido Popular est¨¢n en ello.
Jos¨¦ Blanco L¨®pez es secretario de Organizaci¨®n del PSOE.
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