Esperanzas trituradas
El caso Hwang no es el primer fraude cient¨ªfico de impacto mundial, ni ser¨¢ el ¨²ltimo, ni ha batido marca alguna en ning¨²n oscuro escalaf¨®n de la infamia. Si algo lo hace peculiar es que ha hecho creer al mundo que una nueva herramienta m¨¦dica -prevista en verdad por la ciencia, pero s¨®lo tras un largo e impredecible trayecto- estaba ya al alcance de la mano. Hwang Woo-suk, un modesto veterinario surcoreano desconocido hasta hace dos a?os, parec¨ªa haber superado a los gigantes mundiales de la investigaci¨®n biom¨¦dica, y su transformaci¨®n en una especie de mes¨ªas para los enfermos incurables de su pa¨ªs pod¨ªa entenderse como un efecto de la desesperaci¨®n de ¨¦stos, y no de la ambici¨®n de aqu¨¦l.
Pero si sus paseos prometiendo la curaci¨®n de los enfermos, por no hablar de las emisiones de sellos con su cara, ya causaban sonrojo cuando Hwang parec¨ªa tener una disculpa para exhibir su orgullo, ?qu¨¦ grado de verg¨¹enza ajena podemos sentir ahora que sabemos, como ¨¦l sab¨ªa entonces, que las esperanzas que ¨¦l hab¨ªa alimentado reposaban en una enorme, premeditada e inflamable mentira? Al investigador surcoreano, que se ha beneficiado de importantes ayudas econ¨®micas para mantener el hilo de su fraude, le est¨¢ esperando ahora el fiscal, una vez que quede definitivamente desmontada la magnitud de la impostura.
Lo que hace especial este fraude tan vulgar es que, en cierto modo, Hwang ha logrado enga?ar a todo el mundo con el mismo disfraz mesi¨¢nico que usaba ante los desesperados de Se¨²l: dici¨¦ndoles lo que quer¨ªan o¨ªr. Los cient¨ªficos necesitaban una demostraci¨®n de que la clonaci¨®n de embriones humanos era t¨¦cnicamente viable, y Hwang se la dio. El Gobierno surcoreano quer¨ªa despuntar en un sector biotecnol¨®gico naciente, y Hwang se convirti¨® en ese sector. La futura clonaci¨®n terap¨¦utica ser¨ªa imposible sin una fuente abundante de ¨®vulos humanos, y Hwang produjo una factor¨ªa. Las inversiones estadounidenses seguir¨ªan bloqueadas por el restrictivo ambiente legal, y Hwang les tendi¨® un puente transoce¨¢nico. Los cient¨ªficos dijeron entonces: s¨®lo nos falta una l¨ªnea celular clonada de pacientes, y Hwang les ofreci¨® once.
El investigador de Se¨²l perpetr¨® su fraude con habilidad, y es comprensible que sus manipulaciones pasaran los controles. Si algo debi¨® hacer sospechar al resto de la comunidad cient¨ªfica no fueron esos detalles t¨¦cnicos, sino un viejo principio: la historia era demasiado bonita para ser cierta.
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