La magia, un a?o m¨¢s
Miles de ni?os y adultos llenaron las calles para recibir la Cabalgata de los Reyes de Oriente
Richard y Jardy, primos, de 11 y 12 a?os, est¨¢n plantados en un rinc¨®n de la abarrotada Puerta del Sol, sin padres a la vista y muy juntos, con la mirada fija hacia lo alto. Tratan de divisar algo de lo prometido, pero se encuentran literalmente rodeados por una cortina de adultos con ni?os subidos a los hombros que les obliga simplemente a imaginar lo que ocurre: la ansiada llegada de los Reyes Magos de Oriente a Madrid. "Bueno, no vemos nada pero cogeremos caramelos", dice Richard encogi¨¦ndose de hombros. Son peruanos, y madrile?os desde hace dos a?os. Dos gotas sonrientes en el oc¨¦ano de ni?os -y padres, y adolescentes, y abuelos encantados- que ayer sali¨® a recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar.
A Bel¨¦n llegaron, seg¨²n cuentan, ellos tres solos, con la ¨²nica compa?¨ªa de sus pajes y cargados con pocos regalos: un poco de incienso, de oro y de mirra. Dos milenios m¨¢s tarde, por Madrid pasaron, como cada a?o, con bastante m¨¢s alboroto: 24 carrozas, dos camiones de bomberos, cuatro bandas de m¨²sica y dos escuadrones de caballer¨ªa escoltaron a los tres Reyes Magos de Oriente por las calles de la capital. Todos guiados por una estrella de helio blanca, gigante, que encabezaba la cabalgata, y portadores de un cargamento diferente: 6.000 kilos de caramelos. Los regalos, pocos o muchos, deb¨ªan llegar anoche, pero la ilusi¨®n mayor se vivi¨® ayer por la tarde entre el parque del Retiro y la plaza Mayor.
"Quiero que me traigan mu?ecos de acci¨®n y el malet¨ªn de James Bond. No, no he escrito la carta... pero los Reyes Magos...?no son magos? ?Pues que lo adivinen!", sonre¨ªa Cristian, de nueve a?os, en equilibrio sobre un bolardo de la calle Mayor y apoyado en el hombro de su madre. A ¨¦l, de los tres, el rey que m¨¢s le gusta es Gaspar, "porque va en medio de los otros". Pero el mayor furor lo despertaban, como siembre, Baltasar y su carroza cubierta de bombillas rojas, en dura competencia con personajes menos tradicionales como la televisiva presentadora Cybercelia.
Peque?os y mayores -700.000 personas, seg¨²n el Ayuntamiento- pasaron dos horas apelotonados a lo largo del recorrido, con los ojos como platos para adivinar alguna barba real entre tantas carrozas empapeladas con marcas de grandes almacenes, clubes de f¨²tbol e instituciones. Porque, para cuando los Magos salieron del Retiro, pasadas las seis y media de la tarde, la veintena de carrozas que los preced¨ªa ya avanzaba por Alcal¨¢ y la calle Mayor.
Las hab¨ªa llenas de exotismo y misterio para los ni?os, como las que recreaban los viajes de Gulliver o el Pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s de Peter Pan, o como la comitiva de p¨ªfanos y tambores de Ginebra y los zancudos de B¨¦lgica -saludados con un entusiasmado "???Hola!!!" general, quiz¨¢ porque, al ir subidos en sus alt¨ªsimos zancos, fueron los ¨²nicos a los que todos pudieron ver-. Otras carrozas, de empresas privadas o instituciones p¨²blicas, resultaban menos evocadoras, a pesar de los esfuerzos de sus promotores: el club merengue, por ejemplo, despleg¨® un globo zeppelin con un enigm¨¢tico lema: "La universalidad del Real Madrid".
"?Llegan, llegan!", gritaban Isabel, de cinco a?os, y Lorenzo, de cuatro, abrazados a sus padres y esperando localizar entre los caballos, los dromedarios, los brujos y las hadas, un cargamento de regalos con su "osito cari?oso", sus patines y su disfraz de Batman. Cerca de ellos se alzaban de puntillas Andr¨¦s, Pablo y Jordi Gabriel, ecuatorianos, so?ando ya con sus gameboy y su juego del Monopoly. Hab¨ªa padres acarreando sillas plegables y escaleras met¨¢licas con una mano y dando el biber¨®n a sus reto?os con la otra, grupos de j¨®venes venidos de otros municipios para "disfrutar la fiesta", y familias fieles a la tradici¨®n: "Mis padres me tra¨ªan de peque?a y lo recuerdo perfectamente. As¨ª que seguimos viniendo cada a?o juntos, no les perdono uno", contaba Ana Gloria Mellizo, de 33 a?os.
Cuando el momento parec¨ªa hacerse cr¨ªtico -alg¨²n ni?o se peg¨® un morr¨®n, afortunadamente sin consecuencias, al caer desde la papelera que le serv¨ªa de apoyo, un grupo de peque?os a hombros de sus padres empez¨® a llorar sin motivo aparente, atosigados con tanto caramelo- por fin aparecieron los Reyes, justo a continuaci¨®n del Escuadr¨®n de Caballer¨ªa de la Guardia Civil.
Entonces fue la apoteosis. Un jolgorio repetido en cada metro del recorrido, en el rostro de cada ni?o y de muchos padres, y que culmin¨® pasadas las ocho de la tarde en la plaza Mayor, con un espect¨¢culo de m¨²sica cl¨¢sica, danzas e im¨¢genes de pintura religiosa proyectadas en cortinas de agua que puso el broche a los bailes y ejercicios acrob¨¢ticos que hab¨ªan salpicado toda la ruta. Melchor ley¨® un discurso pidiendo "lo que piden los ni?os: un mundo libre de rencores y violencia". Y algo m¨¢s: "Una noche para el respeto, la concordia y la paz, como cada una de las noches".
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