Memoria y olvido
Vendr¨¢n a?os nuevos y nos har¨¢n peores? No quisiera yo entrar en el nuevo a?o con este pesimismo ferlosiano. No empez¨® as¨ª el a?o. Hab¨ªamos cantado, comido y bebido en compa?¨ªa de amigos en un viejo molino al lado de Astorga. El a?o empezaba bien. La hermosa ciudad leonesa, la bimilenaria ciudad de imponente catedral, hac¨ªa su digesti¨®n de rotundos cocidos maragatos, se despertaba tranquila, con sus comercios y sus bares tan vivos y con su casa de poeta cada vez m¨¢s muerta. Es inevitable el desencanto cuando se observa desde las rejas de la antigua calle de la Juder¨ªa la fantasmal, casi derrumbada, casa de Leopoldo Panero. Sal¨ªamos de Astorga, de esa ciudad esencial del Camino de Santiago, y lo hicimos con ese esp¨ªritu de Cees Nooteboom, el hispanista holand¨¦s que se encaminaba a Santiago y se desvi¨® por toda Iberia, las islas Canarias incluidas. No llegamos a tanto. Pero s¨ª nos paseamos por Castilla.
Si hoy es martes, esto es Salamanca. Otra vez Salamanca, nunca nos basta. Nunca aprendemos lo suficiente. Ya conoc¨ªamos su Archivo de la Guerra, lo hab¨ªamos visitado cuando no hab¨ªa barricadas ni carteles, ni populares, ni res. La ¨²ltima vez nos encontramos all¨ª a Manuel de Lope, en una escala de su particular y caprichoso viaje ib¨¦rico. Ya hab¨ªa ruido de traslado, pero no hab¨ªa comenzado la furia. Otra vez all¨ª, unos meses despu¨¦s. Empezaba el a?o, era martes, y era Salamanca. No pudimos visitar el archivo, unos centenares de ciudadanos y su alcalde, el caballero Lanzarote, se empe?aron en impedirlo. Muchas cosas nos sorprendieron. Alguna nos irrit¨®. Conservamos la memoria. Incluso no olvidamos cosas que nunca vivimos. Recordamos aquellas fotos de la Salamanca franquista. De la hermosa plaza Mayor con aquellas banderas nazis. No queremos olvidar la historia, no queremos repetirla como dec¨ªa aquel castellano, abulense, puritano y bostoniano, llamado George Santayana.
Tampoco olvidamos a uno de sus habitantes m¨¢s significados, Miguel de Unamuno, el profesor que luch¨® contra la muerte, por la inteligencia. El escritor que no se dej¨® manipular en vida. El mismo al que manipularon en su muerte. Record¨¦ su secuestro. El secuestro de su cad¨¢ver paseado a hombros por falangistas. Por sus contrarios, sus enemigos, por aquella tropa que s¨®lo se pudo apropiar de ¨¦l cuando no se pod¨ªa defender. Eso record¨¦ al tropezarme con aquellas personas que, entre insultos, ataques, esl¨®ganes contra el Gobierno, los catalanes, los socialistas y otras instituciones, hab¨ªan robado una frase unamuniana: "Vencer¨¦is, pero no convencer¨¦is". Una frase, no lo olvidemos, con la que Unamuno se desmarcaba de los franquistas.
"El olvido es una funci¨®n de la memoria", lo dijo Juan Gelman y lo sabe muy bien Gonzalo Santonja. S¨ª, el director del Instituto Castellano y Leon¨¦s de la Lengua (?), el mismo Santonja que ley¨® el manifiesto contra el legal traslado de los papeles, documentos y legajos que fueron expoliados al legal Gobierno de la Generalitat y a muchos ciudadanos que perdieron aquella guerra. ?Recordamos c¨®mo se llama eso?
"En nuestra incivil guerra, sin embargo, los milicianos, la gente de verdad popular y an¨®nima, se jugaban la vida para salvar los cuadros del Museo del Prado o la biblioteca del bombardeado palacio de Liria. Intelectuales y milicianos, lo reiterar¨¦, echaron con generosidad al tablero sus vidas, y no pocos las perdieron, por salvaguardar para la posteridad cuadros y libros, edificios, objetos art¨ªsticos, documentos de valor inapreciable". Recordar¨¢ Santonja este texto suyo. ?O ya no hay que recordar que en otros tiempos estuvimos cerca de Alberti? ?Incluso que en compa?¨ªa de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nos hicimos fotos al lado del viejo poeta? ?Habr¨¢ que recordar los tiempos en que, siguiendo la estela cubana de Altolaguirre, el agradecido director del Instituto Castellano y Leon¨¦s de la Lengua (?), denunciaba a los que hac¨ªan trueques, gatuperios y triqui?uelas justificadoras de lo injustificable?
En fin, contra el olvido, le recordar¨¦, para el bien de su propia memoria, que no se debe ser irresponsable aunque se tengan cargos de responsabilidad. Una cosa es vivir de flamantes, flam¨ªgeros cargos, y otra es manipular la memoria. No archivar¨¢n nuestros olvidos. Ni nos vencer¨¦is. Ni nos convenc¨¦is. Y de Santonja, mientras la legalidad se pronuncie, prometo desde Salamanca no decir ni p¨ªo. Ni moa.
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