El reto de alcanzar un equilibrio
A menudo se describe a la Uni¨®n Europea como una moderna Babel en la que supuestamente se gastan en traducci¨®n enormes cantidades de dinero. Sin embargo, por extra?o que parezca, otros le reprochan a su vez el que no respete suficientemente la diversidad europea y d¨¦ una preferencia injustificada al ingl¨¦s y al franc¨¦s. Pero ninguno de estos estereotipos capta la verdad, que radica -como suele suceder- en alg¨²n punto intermedio entre las caricaturas de la moderna Babel y la organizaci¨®n temible. Para evaluar el r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico de la UE es necesario establecer una firme distinci¨®n entre idiomas oficiales e idiomas de trabajo. Nadie cuestiona la necesidad democr¨¢tica de las veinte lenguas oficiales (1). Son indispensables cuando los ciudadanos se dirigen a las instituciones de la Uni¨®n o cuando se publican decisiones, y tambi¨¦n se usan en reuniones de alto nivel como las cumbres europeas.
En el futuro deber¨ªa haber menos idiomas de trabajo en la Uni¨®n Europea, en lugar de m¨¢s
Est¨¢ justificado que los ciudadanos exijan una respuesta de las instituciones europeas a sus peticiones en cualquiera de estas lenguas y hay que proporcionar la traducci¨®n respectiva de todas las decisiones y actos legislativos. La traducci¨®n simult¨¢nea a estas lenguas y desde estas lenguas est¨¢ garantizada en las sesiones del Parlamento Europeo y del Consejo Europeo. Al luxemburgu¨¦s y a las lenguas regionales no se les ha concedido la categor¨ªa de lengua oficial, pero el hecho de que el irland¨¦s se convierta en la 21? lengua oficial el 1 de enero de 2007 demuestra que de hecho se tiende a una diversidad a¨²n mayor.
Pero adem¨¢s de los idiomas oficiales hay tambi¨¦n tres lenguas de trabajo: ingl¨¦s, franc¨¦s y alem¨¢n. Estos idiomas se emplean cuando se prepara o aplica la legislaci¨®n y para todas las labores administrativas. La presi¨®n recurrente de algunos pa¨ªses miembros para que se ampl¨ªe el n¨²mero de lenguas en este ¨¢rea no parece muy razonable, y est¨¢ m¨¢s bien impulsada por cuestiones de prestigio nacional. Algunos sostienen que su influencia aumentar¨ªa si su idioma respectivo se usara en este campo, pero es dif¨ªcil aportar datos que demuestren esta afirmaci¨®n. Sin embargo, la mayor¨ªa estar¨ªa de acuerdo en que una ampliaci¨®n del n¨²mero de lenguas de trabajo complicar¨ªa a¨²n m¨¢s las cosas y encarecer¨ªa m¨¢s la administraci¨®n de la Uni¨®n. Esto es especialmente probable porque ser¨ªa dif¨ªcil establecer un l¨ªmite. Si, por ejemplo, se introdujera el espa?ol como idioma de trabajo, casi con seguridad Italia, con 20 millones de habitantes m¨¢s, se apresurar¨ªa a plantear demandas similares. Adem¨¢s, los nuevos pa¨ªses miembros exigir¨ªan probablemente que se reconociera tambi¨¦n al menos uno de sus idiomas, probablemente el polaco. Y las consecuencias presupuestarias plantear¨ªan cuestiones delicadas entre los grandes perceptores netos del presupuesto de la UE que quieren que su lengua se reconozca y contribuyentes netos de menor tama?o como Holanda o Suecia. El caso de Alemania demuestra tambi¨¦n que la categor¨ªa de lengua de trabajo oficial no necesariamente se traduce a la realidad. En la actualidad, el primer borrador de casi todos los documentos se hace en ingl¨¦s, seguido del franc¨¦s. El porcentaje de documentos que en un principio est¨¢n redactados s¨®lo en alem¨¢n es extremadamente bajo.
Las actuales disposiciones para los idiomas de trabajo son producto del pasado, y en el futuro deber¨ªa haber menos en lugar de m¨¢s. Todo el debate refleja el ascenso de los intereses nacionales que dominan la Uni¨®n Europea a expensas de soluciones sobrias y pragm¨¢ticas. El doble planteamiento que distingue entre idiomas oficiales e idiomas de trabajo siempre tendr¨¢ que alcanzar un equilibrio, para garantizar que los ciudadanos puedan reclamar el derecho general a ser informados sobre los asuntos europeos en sus respectivas lenguas nacionales y que a su vez la comunicaci¨®n interna en la Uni¨®n Europea ampliada no caiga en la ineficacia.
(1) Alem¨¢n, checo, dan¨¦s, eslovaco, esloveno, espa?ol, estonio, fin¨¦s, franc¨¦s, griego, holand¨¦s, h¨²ngaro, ingl¨¦s, italiano, let¨®n, lituano, malt¨¦s, polaco, portugu¨¦s, y sueco. Sebastian Kurpas es investigador del Centre for European Policy Studies (CEPS). Traducci¨®n de News Clips.
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