Diario de un cag¨®n
Va a editarse por primera vez en Espa?a un libro importante: Memoria del miedo, de Andrew Graham-Yooll. Cuesti¨®n de meses. Graham-Yoll (1944) es un periodista argentino vinculado desde hace mucho al Buenos Aires Herald. En un texto a¨²n in¨¦dito, destinado a presentar esta primera edici¨®n espa?ola, escribe: "Memoria del miedo tiene su historia, como cualquier libro. Yo estaba empleado en la redacci¨®n de The Guardian, de Londres, cuando el poeta ingl¨¦s Alan Ross, due?o y director de la revista literaria London Magazine, me invit¨® a escribir algo para su publicaci¨®n y dejar de relatarle en el pub las historias de crueldad cuya memoria me abrumaba d¨ªa y noche en el exilio londinense".
Mario Firmenich, el antiguo comandante montonero, es un personaje reiterado en 'Memoria del miedo', de Andrew Graham-Yooll
As¨ª es muchas veces: te editan para que dejes de darles la lata. Los fragmentos de memoria se publicaron en el London Magazine y en otras revistas, y finalmente, en 1981, una editorial de Londres los grap¨® con el t¨ªtulo Portrait of an exile. Cuatro a?os despu¨¦s lo public¨® en castellano Editorial Sudamericana y en ingl¨¦s hubo varias reediciones posteriores. La de 1986, con el t¨ªtulo A State of fear, fue decisiva. Preguntado por los mejores libros del a?o, Graham Greene dijo que ¨¦ste. Fear. Y ese aval lo llev¨® a verse en chino, hebreo, una gran diversidad, en fin, de pa¨ªses y de lenguas. El ¨²ltimo de los relatos, Tomando t¨¦ con el torturador, parece que inspir¨® la pieza de Harold Pinter One for the road (1984). O sea que se trata de un libro de largo aliento, ignorado en Espa?a como tantos otros grandes libros no ficcionales. La editorial que ahora lo trae, Libros del Asteroide, va a especializarse en estos agujeros y hay que desearles de todo coraz¨®n que no caigan en uno m¨¢s grande.
La lectura de Memoria del miedo comporta graves problemas an¨ªmicos y de confianza en las autoridades. Pero lo m¨¢s desasosegante es la relaci¨®n que uno mantiene con su protagonista, el propio Graham- Yooll, naturalmente. Uno avanza y va pregunt¨¢ndose: "Pero ?cu¨¢ndo lo matar¨¢n?". El interrogante se produce en especiales circunstancias pragm¨¢ticas: es decir, sabiendo que se trata de un libro escrito en primera persona, respetuoso con el pacto de veracidad de los de su especie y sabiendo, por ¨²ltimo, que el se?or Andrew Graham-Yooll sigue vivo y con salud en su Barracas. Desde que en mi infancia le¨ª La familia de Le¨®n Roch, de Gald¨®s, y llor¨¦ todo el cap¨ªtulo de la difteria hasta comprobar que el pobre angelito volv¨ªa a respirar, nunca mi credulidad hab¨ªa alcanzado niveles de suspensi¨®n semejantes. Estaba escrito que lo matar¨ªan, a Graham-Yooll. Pero s¨®lo escrito.
Un personaje reiterado de su historia es Mario Firmenich, el antiguo comandante montonero. "Entr¨® Firmenich", escribe en el cap¨ªtulo que habr¨ªa de llevarle, a?os despu¨¦s, a declarar contra el guerrillero", vestido con unos elegantes pantalones, chaqueta y corbata (...). Parec¨ªa preocuparle ser ignorado. ?l era el jefe. Hab¨ªan comenzado como asaltantes de bancos y ladrones de joyas, robando relojes para usar sus mecanismos en la fabricaci¨®n de bombas. Sus palabras gritaban: 'M¨ªrenme ahora". Al final de ese cap¨ªtulo. una oportuna nota del editor recuerda que Firmenich trabaja desde hace a?os en Catalu?a como profesor universitario.
Pens¨¦ que me gustar¨ªa leer estas letras de Graham-Yooll en su compa?¨ªa. Y acto seguido pens¨¦ tambi¨¦n en la frase de Borges ("todo el pasado vuelve como una ola") y en las veces que habr¨ªa golpeado a su puerta en los ¨²ltimos a?os. Por ejemplo, Cristina Zuker, hermana de Ricardo, una v¨ªctima de la desesperada y absurda contraofensiva montonera de 1979. Lleg¨® hasta la casa de Firmenich para escribir un cap¨ªtulo de su libro El tren de la victoria. La primera pregunta fue: "?Por qu¨¦ no hablamos de la contraofensiva, de la derrota previsible, de las muertes in¨²tiles?". Fue imposible que Firmenich aceptara, no ya su responsabilidad, sino siquiera la derrota. Pero lo m¨¢s terrible y verdadero, lo dijo su mujer, Mar¨ªa Elpidia, cuando sali¨® a defender a su marido: "Se trata del desprestigio permanente a una persona que ha sido un s¨ªmbolo de la historia heroica de una juventud maravillosa que entreg¨® su vida sin m¨¢s ni m¨¢s".
Sin m¨¢s ni m¨¢s.
Luego, en el mismo a?o de 2003, llam¨® a su puerta el periodista Pere Rusi?ol, de este mismo diario: un juez argentino hab¨ªa pedido la extradicci¨®n de Firmenich. Abri¨® Mar¨ªa Elpidia y dijo que su marido no estaba.
As¨ª que le escrib¨ª un e-mail invit¨¢ndole a que habl¨¢ramos del libro de Graham-Yooll y del pasado que fuera abarcable. Como no respond¨ªa, insist¨ª por tel¨¦fono. Se puso uno de sus hijos. "Espere, por favor". Despu¨¦s de explicarle a su padre de qu¨¦ trataba la llamada, volvi¨® al tel¨¦fono. "Ahora no est¨¢. Llame en dos horas". A las dos horas repiti¨® que su padre no se hallaba en la casa, pero que contestar¨ªa el e-mail. As¨ª lo hizo. Dec¨ªa: "Le agradezco su intenci¨®n, pero como norma no atiendo este tipo de pedidos". A¨²n prosegu¨ª yo con otro escueto e-mail, como de serie B: "?Puedo preguntarle por qu¨¦?".
La memoria de Graham-Yooll est¨¢ viva. Es una frase de faja libresca, y mucho m¨¢s. Firmenich, nuestro vecino Firmenich, no atiende sus pedidos. Por ejemplo. Tampoco los atienden los torturadores: hay mucha literatura vacua sobre sus noches, pero apuesto que son los primeros en olvidar. Dice Graham-Yooll en su presentaci¨®n que Memoria del miedo pod¨ªa ser el diario de un cag¨®n. Cag¨®n tiene en argentino un sentido m¨¢s extendido que en castellano. Pero en este libro el sentido es estricto y castellan¨ªsimo. Trata de un tiempo en que la gente iba por las calles de Buenos Aires cag¨¢ndose. Literalmente. Graham-Yooll no relee su libro, pero dice que lo tiene cerca, en la cabecera de la cama. Y que a veces lo toca. Lo toca, y todo est¨¢ bien, y se duerme.
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