El S¨¢hara frente a Zapatero
El Gobierno no ha visto cumplidas sus esperanzas de encontrar una soluci¨®n negociada. Ahora, el acercamiento a Marruecos se ve obstaculizado por las protestas saharauis
El d¨ªa anterior, en una entrevista en su despacho en Rabat, el ministro del Interior de Marruecos, Mustaf¨¢ Sahel, insist¨ªa en que la situaci¨®n en El Aai¨²n era completamente normal, que los periodistas pod¨ªan acceder libremente a ella, como a cualquier otra ciudad de Marruecos, y que no exist¨ªan medidas especiales de seguridad, ni conoc¨ªa, por tanto, el n¨²mero de fuerzas del orden desplegadas all¨ª, como el ministro Jos¨¦ Antonio Alonso, dijo, desconocer¨ªa el n¨²mero de polic¨ªas que hay en Soria.
La realidad desminti¨® al ministro s¨®lo 24 horas m¨¢s tarde. En el mismo aeropuerto de la capital saharaui, el autor de este reportaje fue retenido por la polic¨ªa durante m¨¢s de una hora, preguntado sobre el prop¨®sito de su viaje y sobre sus contactos en la ciudad, requerido a presentar autorizaciones y, por ¨²ltimo, instigado a aceptar como condici¨®n para su entrada la realizaci¨®n de una visita de car¨¢cter exclusivamente tur¨ªstico, con el compromiso de no cumplir labor profesional alguna.
Las manifestaciones de El Aai¨²n ponen en entredicho la voluntad democratizadora del Gobierno de Rabat
Frente Polisario: "Hemos llegado al l¨ªmite: Espa?a no va a hacer nada, va a jugar la carta marroqu¨ª"
"Ning¨²n l¨ªder espa?ol de ese rango fue tan neutral sobre el S¨¢hara como lo ha sido Zapatero"
Es dif¨ªcil que la 'luna de miel' con Rabat pueda consumarse sin progresos en el S¨¢hara
El ¨²nico ¨¦xito de Espa?a fue el nombramiento de un nuevo emisario de la ONU
La posici¨®n de Espa?a qued¨® marcada por lo que Zapatero dijo en Casablanca
Pero incluso un turista que recorriera El Aai¨²n en esas fechas de mediados de diciembre -en este caso, burdamente seguido desde el hotel y de forma permanente por un individuo al volante de un Renault blanco- podr¨ªa haber percibido claros s¨ªntomas de excepcionalidad. Aunque la actividad diurna es aparentemente normal en las zonas m¨¢s c¨¦ntricas, en varios barrios de la ciudad, particularmente en el de Mahtala, escenario de las manifestaciones de mayo de 2005 que dieron comienzo a lo que el Frente Polisario llama la intifada saharaui, se amontonan los veh¨ªculos de polic¨ªa. En algunos puntos se pueden contar m¨¢s de 20 autobuses y varias decenas de polic¨ªas que patrullan con cascos y material antidisturbios.
En los ¨²ltimos siete meses, las manifestaciones, principalmente en El Aai¨²n, pero tambi¨¦n en otras ciudades saharauis, se han sucedido de forma ininterrumpida, aunque muchas veces con peque?os n¨²meros de participantes, en su mayor¨ªa j¨®venes y mujeres. Se han sucedido tambi¨¦n las detenciones y los actos de hostigamiento y represi¨®n por parte de las autoridades, denunciados por organizaciones internacionales de derechos humanos y recogidos en ocasiones por algunos medios de comunicaci¨®n marroqu¨ªes. M¨¢s adelante detallaremos esa situaci¨®n, pero lo m¨¢s significativo de las protestas en las principales ciudades del S¨¢hara Occidental es que precisamente cuando parec¨ªa que el conflicto caminaba sin soluci¨®n hacia el rinc¨®n de los problemas olvidados del mundo, un clima cr¨®nico de protesta social en El Aai¨²n le he dado una vitalidad nueva y desconocida.
Pese a todo, visto desde all¨ª, en medio de las calles polvorientas de una lejana ciudad cargada de evocaciones de viejo colonialismo, uno tiene la tentaci¨®n de preguntarse ?qu¨¦ puede importarle a la Espa?a actual, afectada de lleno por las incertidumbres de las grandes crisis internacionales, las algaradas callejeras de unos grupos de adolescentes que reclaman la independencia de su min¨²scula naci¨®n?
La respuesta es obvia si se reconoce, como hace un alto funcionario espa?ol, que "todo lo que sucede en Marruecos afecta a nuestras constantes vitales" -"lo que es bueno para Marruecos es bueno para Espa?a", sintetiza el embajador marroqu¨ª en Madrid, Omar Azziman-. El conflicto del S¨¢hara, que desde hace a?os representa un lastre para la econom¨ªa de Marruecos -a falta de cifras oficiales, se calcula que el coste del control militar en el sur ronda el mill¨®n y medio de d¨®lares diarios-, adquiere ahora una nueva y compleja dimensi¨®n. Las protestas han convertido el conflicto del S¨¢hara, por primera vez desde que Espa?a abandonara ese territorio y Marruecos se lo anexionase parcialmente, hace ahora 30 a?os, en una cuesti¨®n interna para Marruecos, no s¨®lo en un problema m¨¢s de su dif¨ªcil relaci¨®n con Argelia. Numerosas fuentes diplom¨¢ticas, pol¨ªticas y acad¨¦micas consultadas en Madrid, Rabat, Casablanca y El Aai¨²n coinciden en que las manifestaciones en las ciudades saharauis representan un cierto riesgo de contagio para el resto de la poblaci¨®n marroqu¨ª en un momento de grave crisis econ¨®mica y social, obligan al Gobierno a hacer cre¨ªbles sus ofertas de autonom¨ªa y, sobre todo, ponen en entredicho las reiteradas promesas de apertura y democratizaci¨®n del rey Mohamed VI.
Esa peque?a intifada saharaui -aunque cualquier comparaci¨®n con las revueltas juveniles en los territorios palestinos resulta claramente exagerada- debilita, en definitiva, al r¨¦gimen marroqu¨ª y se convierte tambi¨¦n en un problema de la pol¨ªtica exterior espa?ola y, en el momento actual, en un obst¨¢culo en los planes del Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero de crear una relaci¨®n de verdadera amistad con Rabat.
Aunque los intereses de Espa?a en su relaci¨®n con Marruecos son m¨²ltiples y afectan a ¨¢reas fundamentales de la seguridad y la econom¨ªa espa?olas, la mayor¨ªa de los expertos en esa relaci¨®n dudan de que la luna de miel entre el Gobierno socialista y Marruecos pueda consumarse sin avances razonables en la situaci¨®n en el S¨¢hara, a cuya poblaci¨®n se siente ligada hist¨®rica y afectivamente una parte importante de la opini¨®n p¨²blica espa?ola. "Existe un sentimiento prosaharaui en el coraz¨®n de los espa?oles. Hay encuestas que muestran que el 70% de la poblaci¨®n respalda las reivindicaciones saharauis", asegura Jos¨¦ Taboada, presidente de la Asociaci¨®n de Amigos del Pueblo Saharaui. Seg¨²n otra encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas del a?o 2002, el rey Mohamed VI era el personaje internacional menos querido por los espa?oles, por delante ¨²nicamente de Sadam Husein y Ariel Sharon.
Rodr¨ªguez Zapatero probablemente era consciente de ese sentimiento cuando en su primera visita a Marruecos, el 24 de abril de 2004, pocos d¨ªas despu¨¦s de asumir la jefatura del Gobierno, se mostraba convencido de que "se pueden armonizar los derechos de las partes mediante el di¨¢logo y llegar a un gran acuerdo" en el S¨¢hara. Zapatero prometi¨® un trabajo intenso de la diplomacia espa?ola para alcanzar esa meta y vaticin¨® algunos logros en el plazo de seis meses.
No seis sino 20 meses despu¨¦s de esas palabras cuando resulta evidente que no se ha producido di¨¢logo ni acuerdo y, aunque la diplomacia espa?ola dice haber trabajado tan intensamente como se le orden¨®, el ¨²nico ¨¦xito, no desde?able pero menor, fue el nombramiento en julio de 2005 de Peter van Walsum como nuevo enviado personal del secretario general de la ONU, Kofi Annan, para el conflicto del S¨¢hara Occidental.
El Gobierno espa?ol, que hab¨ªa empujado m¨¢s que nadie en Naciones Unidas para conseguir ese nombramiento, acogi¨® tambi¨¦n con m¨¢s entusiasmo que nadie la llegada de Van Walsum. Aunque tampoco este diplom¨¢tico holand¨¦s consigui¨® crear una din¨¢mica de negociaci¨®n entre las partes afectadas por el conflicto, atascado desde hace una d¨¦cada por el rechazo de Marruecos al plan propuesto por el pol¨ªtico norteamericano James Baker. Son muchos los puntos de vista acerca de qui¨¦nes son m¨¢s responsables del fracaso en la negociaci¨®n sobre el S¨¢hara, pero el objetivo de este trabajo se reduce a los efectos que el conflicto del S¨¢hara tiene en las relaciones entre Espa?a y Marruecos, por lo que, aunque varias fuentes han recordado el desinter¨¦s de Argelia por buscar una soluci¨®n a corto plazo, as¨ª como la dependencia del Frente Polisario de los intereses argelinos, nos limitaremos ¨²nicamente a dejar constancia de estos dos factores, sin profundizar en ellos.
La posici¨®n de Espa?a en el conflicto del S¨¢hara qued¨® marcada por lo que dijo Zapatero en Casablanca en su primera visita a un pa¨ªs extranjero como presidente del Gobierno (Marruecos hab¨ªa sido tambi¨¦n dos a?os antes su primer viaje como secretario general del PSOE), pero sobre todo por lo que no dijo: el presidente del Gobierno omiti¨® toda referencia al Plan Baker, que era todav¨ªa el proyecto de Naciones Unidas y la posici¨®n que hasta entonces respaldaba Espa?a. "Nunca un pol¨ªtico espa?ol de este rango ha sido tan neutro respecto a esta cuesti¨®n (el S¨¢hara) como lo ha sido el l¨ªder de los socialistas", public¨® entonces el diario marroqu¨ª Lib¨¦ration.
Zapatero apostaba claramente por una pol¨ªtica hacia el S¨¢hara mucho m¨¢s cercana a la de Francia y, probablemente, sacrificada al objetivo prioritario de restablecer un nuevo clima de buena vecindad con Marruecos despu¨¦s de a?os de discrepancias durante el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
El Gobierno intent¨® compensar esa pol¨ªtica con algunos gestos significativos hacia los independentistas saharauis. El 26 de noviembre de 2004, Zapatero recib¨ªa a Mohamed Abdelaziz y se convert¨ªa en el primer jefe del Gobierno en entrevistarse con un secretario general del Frente Polisario. Sin embargo, la entrevista, que no produjo resultados, estuvo a punto de frustrarse porque Zapatero decidi¨® recibir a Abdelaziz, que tambi¨¦n es presidente de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD, reconocida por la Organizaci¨®n para la Unidad Africana y por 80 pa¨ªses del mundo), en la sede del PSOE y s¨®lo en su calidad de l¨ªder de una organizaci¨®n pol¨ªtica. Varios miembros de la direcci¨®n del Frente Polisario consideraron un insulto el hecho de que su l¨ªder no fuese recibido en el palacio de la Moncloa y le recomendaron no asistir. Abdelaziz ya no fue recibido por Zapatero en su posterior visita a Espa?a, ocho meses despu¨¦s.
Otras actuaciones sin precedentes fueron los tres viajes que el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino Le¨®n, hizo a los campamentos del Frente Polisario en Tinduf a partir de finales de la primavera de 2004. Ninguno de los viajes produjo resultados. En ellos, seg¨²n fuentes de ambos lados, el emisario espa?ol trat¨® de explicar a los saharauis que la voluntad de Espa?a era la de buscar una soluci¨®n negociada satisfactoria para ambas partes, pero no lleg¨® a presentar una propuesta concreta de mediaci¨®n. Los dirigentes saharauis pidieron a su interlocutor que Espa?a se involucrara en la defensa del Plan Baker como f¨®rmula amparada por la ONU para la b¨²squeda de una soluci¨®n o que, en su defecto, mantuviera silencio. La diplomacia espa?ola anota la liberaci¨®n de 100 prisioneros saharauis en junio de 2004 como uno de los resultados de esas gestiones.
Los esfuerzos espa?oles pr¨¢cticamente concluyeron ah¨ª. En todo ese tiempo, las visitas de ministros espa?oles a Marruecos fueron casi constantes y el Gobierno espa?ol ha ido acentuando una posici¨®n m¨¢s cercana a Marruecos, que culmin¨® en noviembre pasado con la invitaci¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero a los actos del 50? aniversario de la independencia marroqu¨ª. Los independentistas saharauis empiezan a ver Espa?a como una causa perdida.
"Estamos llegando a la conclusi¨®n", dice Mohamed Bujari, representante del Frente Polisario en la ONU, "de que Espa?a no puede jugar el papel que nosotros quisi¨¦ramos que jugase. La convicci¨®n que nosotros tenemos es la de que Espa?a ha decidido jugar la carta marroqu¨ª. Hemos comprendido que tenemos que intentar entendernos con franceses y norteamericanos porque hemos llegado al l¨ªmite: Espa?a no va a hacer nada".
El Polisario advierte de que, con esta pol¨ªtica, Espa?a va a quedar excluida de la soluci¨®n a la que finalmente se llegue en el S¨¢hara y, de esa manera, excluida tambi¨¦n de participar en la explotaci¨®n de los recursos naturales, entre ellos petr¨®leo, que se calcula que existen en aquel territorio. Los dirigentes de la RASD dicen haber firmado ya contratos de intenciones con ocho compa?¨ªas petroleras para la explotaci¨®n de sus recursos cuando gocen de autonom¨ªa pol¨ªtica para hacerlo, y aseguran que les gustar¨ªa llegar a acuerdos similares con Repsol.
La Embajada marroqu¨ª en Madrid cree, por su lado, que la llegada de Zapatero al Gobierno dio un nuevo impulso a la negociaci¨®n sobre el S¨¢hara, puso sobre la mesa "un planteamiento distinto al de Baker", seg¨²n palabras del embajador Azziman, aunque estima necesario una mayor presi¨®n de Madrid sobre Argelia, donde, a juicio de Marruecos, est¨¢ el coraz¨®n del problema.
Para la pol¨ªtica espa?ola, mientras tanto, todo parece estar sujeto a una prioridad: la estabilidad de Marruecos. Por eso los diplom¨¢ticos espa?oles hacen esfuerzos, tanto en Rabat como en Madrid, para observar progresos del r¨¦gimen marroqu¨ª en materia de democratizaci¨®n y de derechos humanos, convencidos aparentemente de que cuando se juzgue la acci¨®n exterior del actual Gobierno espa?ol el veredicto depender¨¢ en gran parte de c¨®mo evolucionen los acontecimientos en Marruecos. El problema es que la respuesta que encuentra en Marruecos no es, frecuentemente, la esperada.
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