Washington, SA
Jack Abramoff, el traficante de influencias por excelencia de Washington, se ha convertido en un apestado. Su admisi¨®n de culpabilidad por conspiraci¨®n, soborno, evasi¨®n de impuestos y fraude puede acabar con la carrera de m¨¢s de una decena de pol¨ªticos (republicanos en su mayor¨ªa, pero tambi¨¦n alg¨²n dem¨®crata), y condicionar las elecciones de noviembre, en que se renuevan la C¨¢mara de Representantes y un tercio del Senado. Tras la dimisi¨®n del jefe de Gabinete de Cheney, Scooter Libby, y de Tom DeLay, el l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en la C¨¢mara de Representantes, el caso Abramoff puede desatar un vendaval contra la corrupci¨®n derivada del sistema de los lobbies, los grupos de presi¨®n que tratan de influir en legisladores y gobernantes.
La existencia de los lobbies y su trabajo es perfectamente legal, y para los congresistas no es delito aceptar dinero para campa?as electorales, pero s¨ª para que ellos o los funcionarios voten o decidan en un sentido determinado. Su crecimiento ha sido desmesurado: en los ¨²ltimos cinco a?os, el n¨²mero de personas que trabajan para estos grupos se ha doblado, para llegar a unos 35.000, as¨ª como los gastos derivados de estas actividades, que el a?o pasado supusieron un promedio de cinco millones de d¨®lares por congresista. Muchos de ellos est¨¢n devolviendo dinero sospechoso llegado v¨ªa Abramoff. Incluso los responsables de la campa?a de Bush han devuelto 6.000 d¨®lares.
Abramoff, de 47 a?os, era la cabeza del lobby republicano m¨¢s influyente, y hab¨ªa amasado una gran fortuna personal. Su admisi¨®n de culpabilidad y compromiso de cooperar con la justicia se ha producido tras una intensa labor del FBI, de la prensa, del empuje personal del senador republicano y aspirante oficioso a la Casa Blanca John McCain y del sistema judicial. Como resultado de la investigaci¨®n se ha sabido que utiliz¨® dinero de los casinos indios para, sin el conocimiento de sus clientes, que cre¨ªan que sus fondos iban a actividades caritativas, comprar medios de autodefensa para algunos de los colonos israel¨ªes m¨¢s radicales instalados en tierras ocupadas.
Que tras a?os de impunidad se destapen estos esc¨¢ndalos ser¨¢ saludable para la democracia americana, que en algunos aspectos funciona, efectivamente, como un casino.
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