Zoquete
Al reportaje sobre lo dif¨ªcil que es borrarse de una empresa de telefon¨ªa en Espa?a podr¨ªa a?adirse una p¨¢gina en la que bajo el t¨ªtulo: "Yo tambi¨¦n quise darme de baja", aparecieran los nombres de todas aquellas criaturas que hemos pasado horas rog¨¢ndole a voces enlatadas de se?oritas que nos dejaran abandonar la compa?¨ªa. Vivimos en un pa¨ªs que hace pinitos en el gran sendero hacia el capitalismo. Podemos elegir compa?¨ªas diferentes, recibimos continuas llamadas en las que otras se?oritas (en este caso, reales) nos ofrecen el oro y el moro si aceptamos sus espl¨¦ndidas ofertas. Una de ellas llam¨® a casa estas Navidades a las ocho y media de la ma?ana. Mi voz somnolienta le contest¨®: "Se?orita, no son horas, que estamos de vacaciones". Y me dijo: "Pero yo no". En ese camino hacia el capitalismo nos quedamos a medias, porque si bien de la ferocidad del sistema americano todo lo que se cuente es poco, hace ya muchos a?os que surgieron como champi?ones compa?¨ªas de defensa del cliente. En Espa?a ya hay abogados especializados en el asunto. De momento, parecen ocupados en defender causas justas, pero con el tiempo se emocionar¨¢n, como ocurri¨® aqu¨ª, y andar¨¢n como lobos, dispuestos a hincarle el diente a cualquier empresa con tal de demostrar que el cliente siempre tiene raz¨®n. Aunque no la tenga, que eso es lo de menos. Una asociaci¨®n americana de abogados premia los casos m¨¢s extravagantes que se han ganado en el a?o. El ganador de 2005 no decepciona: se premi¨® a un abogado que defend¨ªa a un tipo que hab¨ªa comprado una caravana con navegador por sat¨¦lite incluido. El cliente, un zoquete integral, entendi¨® que una vez que le met¨ªa al navegador la informaci¨®n del destino al que quer¨ªa llegar, el navegador navegaba solo. Zoquete escribi¨® en la pantallita, Indianapolis, y se fue a echar un pitillo a la parte trasera dejando al supuesto piloto autom¨¢tico hacer su trabajo y pensando, ?esto es vida! En la primera curva la caravana se empotr¨® contra un ¨¢rbol. Natural. El abogado de Zoquete apelando a que en las instrucciones del navegador no se especificaba si el aparato navegaba solo o con ayuda de otros, consigui¨® una indemnizaci¨®n para su cliente, que sigue siendo un zoquete, pero henchido de orgullo y millonario. Y en esto se ha quedado aquello que llam¨¢bamos tan pomposamente la lucha contra el sistema.
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