En la calle de Mozart
Al apreciar una ligera mejor¨ªa en las funciones neurol¨®gicas de Ariel Sharon, los m¨¦dicos que le atienden decidieron, siguiendo un protocolo proustiano, estimularle con la fragancia de un plato de shawarma. Mientras tanto, al pie de la cama, sus hijos le pon¨ªan m¨²sica de Mozart, aunque la noticia no especifica qu¨¦ obra. ?Lo hicieron para unirse a la efem¨¦rides de los 250 a?os del nacimiento del compositor o para confirmar su valor terap¨¦utico? Las virtudes de Mozart son tantas que quiz¨¢ ser¨ªa bueno vender sus discos en las farmacias. Se utilizan sus obras para apaciguar a enfermos mentales, calmar las iras de los psic¨®patas condenados a muerte, relajar a los atletas momentos antes de una prueba, desestresar a las gallinas de explotaciones av¨ªcolas e ilustrar anuncios de papel pintado. A¨²n recuerdo que, antes de nacer mis hijos, un b¨ªpedo sensible tuvo el detalle de regalarme un CD de Mozart "para mujeres embarazadas". Argument¨® que ser¨ªa conveniente para el desarrollo de una gestaci¨®n sin incidentes. Ahora, siempre que veo a mis hijos cometer alguna insensatez, pienso que la culpa de todo la tuvo ese Mozart intrauterino.
Mozart tiene una calle a su nombre en el barrio de Gr¨¤cia. Nunca se sabe si quien le da nombre est¨¢ a la altura de la calle o viceversa
En Barcelona, Mozart tiene una calle a su nombre, en el barrio de Gr¨¤cia. El criterio del nomencl¨¢tor es opinable, y nunca se sabe si quien le da nombre est¨¢ a la altura de la calle o viceversa. Antes de llamarse Mozart, era la calle de la Aurora, pero a principios del siglo XX, la ciudad certific¨® su reconocimiento al compositor con esta distinci¨®n. A una hora prudente de la ma?ana, y tras pasar por la librer¨ªa Fondo (Travessera de Gr¨¤cia, 130, donde compro el interesante Viaje por Espa?a, de Hans Christian Andersen, cr¨®nica de viaje que hizo en 1862), doy un paseo por la calle en cuesti¨®n. Me detengo en una esquina culturalmente potente: Goya-Mozart. Menudo d¨²o. Al verme merodear con ademanes de periodista de investigaci¨®n, un vecino me mira con cara de pocos (o ninguno) amigos. ?Ser¨¢ un descendiente de Sallieri?, me pregunto. Al llegar a la plaza de Rius i Taulet, la calle termina con una inscripci¨®n inequ¨ªvoca pintada sobre su asfalto: STOP. La se?al separa dos negocios veteranos, el Bar Restaurant Las Euras y la Traster¨ªa La Moda.
Por ahora, ning¨²n elemento recuerda el nacimiento del compositor. ?No deber¨ªa haber una tienda de partituras o, por lo menos, un sex-shop llamado La flauta m¨¢gica? Veamos qu¨¦ dice Andersen sobre la Barcelona de 1862: "En todos los caf¨¦s espa?oles de cierta categor¨ªa tienen un pianista que se pasa la tarde tocando pieza tras pieza, sin que nadie le escuche; es pura m¨²sica de fondo". En una banderola publicitaria, un joven sonriente y peludo protagoniza una campa?a municipal contra el ruido. El lema es muy adecuado para la zona: Menys soroll, m¨¦s bon rotllo. ?Cu¨¢l es la frontera entre el ruido y la m¨²sica de fondo, entre la molestia y el buen rollo? Los compositores saben mucho de eso y sus obras no siempre fueron entendidas en su d¨ªa. Mozart, en cambio, fue muy admirado, y siempre supo defenderse de los que, por envidia o rechazo, le criticaron. "Resulta mucho m¨¢s f¨¢cil interpretar una pieza con rapidez que hacerlo lentamente", escribi¨® en una carta fechada en 1778. Es una reflexi¨®n que tambi¨¦n podr¨ªa aplicarse a la observaci¨®n del cronista, as¨ª que me tomo mi tiempo y entro en el restaurante Ipar-Txoco, donde se permite fumar lenta y r¨¢pidamente. No soy fumador activo pero, desde la nueva normativa, empiezo a sufrir el s¨ªndrome del fumador pasivo: necesito la nicotina de los dem¨¢s.
Me tomo un pincho de huevo duro y una cerveza y regreso a mi paseo. Una tienda de ordenadores, el local de la comisi¨®n de fiestas (esas fiestas en las que se producen serios desequilibrios entre el ruido, la m¨²sica y el buen rollo), el casal d'avis municipal y un cartel reivindicativo en un escaparate: "No al tancament vial de Gr¨¤cia". Nada de lo visto hasta ahora resulta especialmente mozartiano, ni siquiera el sabor de la cerveza que, a diferencia de lo que ocurre con algunas melod¨ªas utilizadas hasta la n¨¢usea, no me repite. Bajo de la acera para esquivar un andamio, custodiado por dos enormes sacos de Runa Sacs, un cl¨¢sico del sector. Paso delante de La retrater¨ªa, un curioso local que invita a hacerse un retrato fotogr¨¢fico, a ser posible antiguo y con tonos sepia. Justo delante, en un escaparate presidido por retratos de peinados, una peluquer¨ªa en la que, entre otras muchas ofertas, se anuncia un curioso y biling¨¹e tratamiento de belleza (sic): "Depilaci¨® cera tibia i calent". Me quedo con la duda de si te depilan la tibia o si la persona que lo hace es un macho salido y depilado. M¨¢s locales t¨ªpicos de barrio, de esos que tanto se echan de menos en otras zonas de la ciudad: un cerrajero, un alba?il, un negocio de mudanzas. No se respira ninguna atm¨®sfera mozartiana, ni siquiera cuando una furgoneta de reparto de caf¨¦s Tupinamba se las ve y se las desea para maniobrar por las calles estrechas. Y, sin embargo, a esa hora prudente de la ma?ana, la calle es un lugar vivo, tranquilo, acogedor, en el que dan ganas de ponerse a silbar cualquier melod¨ªa, incluso algo de Mozart.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.