Humo, s¨®lo humo
La Tinta corre en torno a la Ley Antitabaco. En los medios de comunicaci¨®n las tertulias se retroalimentan sobre el mismo tema y el humo, como un tornado cargado de presagios, se agita indeciso entre desvanecerse para siempre o continuar derramando su fardo de contaminaci¨®n y pron¨®sticos malsanos. Los ¨¢nimos se encrespan frente a la entrada en vigor de la Ley y, fumar o no fumar, d¨®nde y c¨®mo, es la inminente cruzada a la que todos, fumadores y no fumadores, hemos sido convocados.
La militancia activa de los no fumadores se siente comprendida, arropada por la Ley, protegida en lo que considera sus derechos irrenunciables a una atm¨®sfera m¨¢s di¨¢fana y saludable. El humo, desagradable en si mismo, produce, nos lo aseguran los expertos, mortales consecuencias cuando llega a los ojos y garganta desde el cigarrillo del compa?ero de trabajo o desde la mesa m¨¢s pr¨®xima del restaurante.
Ser¨¢n necesarios resortes m¨¢s sutiles que la rotundidad jur¨ªdica, los que consigan erradicar el consumo de tabaco
Los no fumadores tienen raz¨®n y razones. Pero todas ellas, no restan argumentos a los fumadores
No parece suceder lo mismo con la combusti¨®n de gases producida por una circulaci¨®n a¨¦rea y terrestre en aumento y est¨²pidamente masiva en fechas puntuales, a la que todos contribuimos, por citar no el ¨²nico, sino el m¨¢s evidente de todos los contaminantes que contribuyen a la degradaci¨®n atmosf¨¦rica.
El Estado se preocupa por nosotros !los no fumadores!; por los que no fumamos ni contribuimos a la recaudaci¨®n impositiva por la compra de tabaco; por los que estamos siendo v¨ªctimas sufrientes y pasivas de una descortes¨ªa no solo intolerable, sino portadora de patolog¨ªas innombrables. No se porqu¨¦, pero algo me hace presentir que estoy siendo manipulada....?Por qui¨¦n? ...
Los no fumadores tienen raz¨®n y razones. Pero todas ellas, no restan argumentos a los fumadores.
Toda ley, delimita y se anticipa a comportamientos individuales y colectivos posibles, teniendo en cuenta, para sancionarlos, el derecho natural y los usos y costumbres sociol¨®gicamente admitidos. Pese al gran beneficio que supondr¨ªa, sin duda, la erradicaci¨®n del tabaco de la vida cotidiana, no parece razonable imponer, por ley, su restricci¨®n a una minor¨ªa multitudinaria.
No solo se ha estimulado durante d¨¦cadas el consumo del tabaco sino que fumar se premiaba con el ¨¦xito social, garantizando una recia masculinidad o la m¨¢s er¨®tica y seductora femineidad. Puro espejismo, pero tan necesariamente cre¨ªble para superar tantas carencias...
?Se puede desarraigar por ley lo que ha tardado d¨¦cadas en formar parte del imaginario colectivo? ?Lo que ha consumido miles de millones en publicidad garantizando la seguridad que proporciona un cigarrillo, la superaci¨®n de la soledad por la presencia de un pitillo entre las manos, o el atractivo sexualmente irresistible desprendido desde las volutas de humo y nicotina? Incluso ?qu¨¦ mejor sedante para amortiguar la ansiedad agazapada en el est¨®mago? ?No ser¨¢, esto y mucho m¨¢s, lo que se vende junto con la cajetilla de tabaco, a¨²n despu¨¦s de haberlo olvidado?
Unidas a estas realidades virtuales han crecido y se han multiplicado serias e insanas adicciones personales que las m¨¢s recientes y agresivas campa?as disuasorias no han conseguido contener. Si m¨®rbidos mensajes mortuorios han resultado ineficaces, ser¨ªa ilustrativo saber, en virtud de qu¨¦ esperanzas se concibe un consumo m¨¢s racional y reducido.
Esta ley, desdibujada y con flecos, presenta imprecisiones que habr¨¢n de salvar el buen criterio y sentido com¨²n de empresas, empleados, consumidores y ciudadanos varios. Su premura y aparente improvisaci¨®n ha impactado de lleno en la monoton¨ªa diaria de demasiada gente con consecuencias no del todo impredecibles.
Aumentar la ansiedad y frustraci¨®n en una sociedad suficientemente cargada de tensiones no ser¨ªa argumento de peso contra la Ley, si ¨¦sta no afectara a un elevado porcentaje de poblaci¨®n en la que se est¨¢ creando un cierto sentimiento de marginalidad e incertidumbre. Esta Ley, cargar¨¢ de legalidad al inquisidor que llevamos dentro, que har¨¢ acto de presencia, inoportunamente, no tanto por la molestia real causada por el tabaco, como por la satisfacci¨®n de imponerse tras un mal d¨ªa de trabajo o por recordarle a alguien que est¨¢ actuando fuera de lo establecido.
Por a?adidura, se tiene la certeza de que siendo la voluntad imprescindible, es igual de necesario el saberse libre para abandonar el h¨¢bito. Ser¨¢n necesarios resortes m¨¢s sutiles que la rotundidad jur¨ªdica, los que consigan erradicar el consumo de tabaco. Habr¨¢n de comprometerse, tiempo, creatividad y recursos econ¨®micos semejantes a los que se emplearon para conseguir que fumar formara parte de la vida.
Habr¨¢ que empe?arse, comprometidamente, en exhortar a sic¨®logos y publicistas a encontrar las claves para que fumar sea aborrecible. Por ¨²ltimo, cabe la sospecha que se nos enfrenta a unos contra otros como coartada para ocultar la incapacidad de abordar en profundidad un problema que no se agota, ni gira ¨²nicamente, en torno a los consumidores.
Humo, solo humo, y p¨¦simos humores, es lo que augura ley.
Rosa Sese?a es comunicadora.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.