Hombre y mujer por derecho

"Antonio S¨¢nchez, pase con la doctora Esteva".

Martes, mediod¨ªa. Hospital Civil de M¨¢laga, consulta de endocrinolog¨ªa. Al o¨ªr su nombre, un chico bajito -camisa holgada, tez muy tersa y una ligera sombra de bozo en la cara- va tras la enfermera seguido por la mirada c¨®mplice de la parroquia habitual de obesos y diab¨¦ticos de la especialidad. Es uno de ¨¦sos, dicen sin decirlo. Dentro, Isabel Esteva saluda a su paciente.

-Hola, Antonio, ?c¨®mo est¨¢s?, ?qu¨¦ vas notando? Vamos a ver tus an¨¢lisis.

Ambos saben que Antonio no se llama Antonio. El nombre que figura en su DNI puede ser Mar¨ªa, o Ana, o Inmaculada Concepci¨®n. Tiene mamas, vagina, ¨²tero, ovarios; la dotaci¨®n completa de la pareja de cromosomas XX. Una mujer biol¨®gica en toda regla. Pero es Antonio. Piensa, siente y act¨²a como Antonio, y est¨¢ en esta consulta del Servicio Andaluz de Salud haciendo escala en una de las primeras estaciones del tr¨¢nsito de su vida. Su reasignaci¨®n de sexo. El complejo viaje existencial a la vez ¨ªntimo y social, p¨²blico y privado, m¨¦dico y jur¨ªdico, que ha emprendido para llamarse Antonio con todas las de la ley. Para ser un var¨®n de los pies a la cabeza.

"Viv¨ª 32 a?os dentro del 'burka' de mi cuerpo. Ahora soy feliz" (Jorge)

"Al acabar la mili, los soldados me despidieron con rosas rojas" (Esperanza)

La atenci¨®n psicol¨®gica y endocrina es dispersa. La cirug¨ªa se paga

Ellos y ellas 'renacen' con el proceso de reasignaci¨®n de sexo

Para entender estas l¨ªneas conviene llamar a las cosas por su nombre. Antonio S¨¢nchez, como Jorge Mart¨ªn -el chico de sonrisa franca cuya imagen abre este reportaje-, naci¨® con cuerpo de mujer, pero se percibe a s¨ª mismo como un hombre: es un hombre transexual. Esperanza ?lvarez, la belleza rotunda de la p¨¢gina anterior, naci¨® con cuerpo de hombre, pero se siente una mujer: es una mujer transexual. No quieren cambiar de sexo. Tienen perfectamente claro cu¨¢l es el suyo. Lo que desean es adaptar su cuerpo a su mente, reconciliar su sexo corporal con su sexo psicol¨®gico, y que el mundo les reconozca como lo que son, no como vinieron a ¨¦l. Por eso, las personas que aparecen en estas p¨¢ginas se llaman con el nombre que sienten suyo, sea o no el que les identifica en el Registro Civil.

La doctora Esteva explora el t¨®rax de Antonio. El vello va brotando a rodales entre los senos. La voz ha bajado de tesitura. Los an¨¢lisis no delatan da?os en el h¨ªgado ni efectos indeseados en el recuento de gl¨®bulos rojos o el colesterol. El tratamiento hormonal masculinizante que Antonio comenz¨® a tomar hace tres meses sigue la evoluci¨®n prevista. La endocrin¨®loga Isabel Esteva es, junto a la psic¨®loga Trinidad Bergero y los cirujanos pl¨¢sticos Francisco Giraldo y Jos¨¦ Lara, uno de los tres pilares de la unidad de trastornos de identidad de g¨¦nero (UTIG) del hospital Carlos Haya de M¨¢laga. El ¨²nico centro donde se ofrece tratamiento integral y gratuito a las personas transexuales en Espa?a. Unos compatriotas de los que se desconoce casi todo. Para empezar, cu¨¢ntos son.

Asociaciones como la Federaci¨®n de Gays, Lesbianas y Transexuales; Transexualia, o la Fundaci¨®n de Identidad de G¨¦nero, estiman en unos 8.000 los ciudadanos transexuales del pa¨ªs. La cifra fue asumida por el ministro de Justicia, Juan Fernando L¨®pez Aguilar, cuando anunci¨® el pasado 20 de diciembre la presentaci¨®n de la Ley de Identidad Sexual en el Congreso en el primer trimestre de 2006. El anteproyecto permite a las personas transexuales cambiar su nombre y su sexo legal sin necesidad, como ahora, de acreditar judicialmente una operaci¨®n de reasignaci¨®n de sexo que, como admiti¨® L¨®pez Aguilar, "acarrea un importante sufrimiento a la persona", y, como se ver¨¢, no todos necesitan ni desean.

Y es que no existe la transexualidad, sino las personas transexuales. Y aparte de que hay m¨¢s mujeres que hombres -los m¨¦dicos hablan de al menos dos casos de personas que desean transitar de hombre a mujer por cada caso de mujer a hombre-, existen pocas m¨¢s certezas sobre ellas y ellos. Hay personas transexuales de todas las edades, latitudes y clases sociales. Universitarios y analfabetos. Ex reclusos y abogados. Prostitutas y v¨ªrgenes. Adolescentes y ancianos. Para muestra basta una ojeada a la lista de pacientes del Carlos Haya: desde un chaval de 14 a?os que recibe -con permiso paterno- tratamiento hormonal para paralizar su pubertad masculina antes de evaluar la pertinencia de una reasignaci¨®n de sexo hasta un sexagenario -oficial del Ej¨¦rcito- que ha aguardado a jubilarse para emprender el mismo viaje de Antonio, hacia Antonia en este caso.

Imagine que ma?ana, al mirarse al espejo, su cara, su aspecto, sus genitales son los del sexo contrario. Usted es un hombre, o una mujer, como siempre, pero su cuerpo tiene los atributos de una mujer, o los de un hombre. En casa y en la calle todos le tratan como lo que no es, y su palabra no sirve porque salta a la vista que es usted quien se empe?a en negar la evidencia. ?sa es la sensaci¨®n con la que viven 24 horas al d¨ªa, cada d¨ªa, las personas transexuales.

Tienen la variedad m¨¢s extrema de lo que los m¨¦dicos llaman trastornos de identidad de g¨¦nero o disforia de g¨¦nero. Un conflicto permanente entre psique y cuerpo. La percepci¨®n de haber nacido con el cuerpo equivocado. Una "estafa" de tal calibre que muchos desean "deshacerse" como sea de ciertas partes de su cuerpo que les son "ajenas". Las comillas son suyas.

El sinvivir comenz¨® en el vientre de sus madres. Hay diversas teor¨ªas sobre la condici¨®n transexual; pero, seg¨²n la ¨²ltima y m¨¢s aceptada por la comunidad cient¨ªfica -publicada por especialistas de Holanda y Singapur en Nature en 1995-, la disforia de g¨¦nero se produce en el ¨²tero materno. El embri¨®n es, desde el minuto uno de la concepci¨®n, mujer o var¨®n desde el punto de vista cromos¨®mico: XX o XY. Pero los caracteres sexuales f¨ªsicos y cerebrales del feto se definen durante el embarazo, mediante peri¨®dicas infusiones de hormonas que determinan la formaci¨®n de los genitales del beb¨¦ y su sentimiento de pertenecer a uno u otro sexo. En la inmensa mayor¨ªa de casos, ese aspecto y ese sentimiento coinciden. En unos pocos, un desajuste, una mezcla inadecuada o un error en la impregnaci¨®n hormonal de determinados n¨²cleos cerebrales del feto da como resultado un reci¨¦n nacido que se va a sentir diferente. Es cuesti¨®n de tiempo.

Cuando a los cinco a?itos alguien le preguntaba a Esperanza ?lvarez qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor, ella soltaba: "Una mujer". Las visitas se re¨ªan mucho con la ocurrencia del chaval: "?Y no te gustar¨ªa ser m¨¦dico, o bombero?". "Yo quiero ser mujer, y luego ya veremos", zanjaba ella.

Jorge, Miguel, ?lex y Javier saben lo que quer¨ªa decir Esperanza. Ya de ni?os quer¨ªan ser hombres. Hoy han quedado a tomar unas ca?as. Son amigos y compa?eros en la asociaci¨®n El Hombre Transexual. Jorge Mart¨ªn, t¨¦cnico superior de comercio, de 35 a?os, ha dejado su empleo en la empresa familiar para asumir la presidencia del colectivo. Hace s¨®lo a?o y medio que inici¨® su proceso de reasignaci¨®n de sexo -"despu¨¦s de vivir 32 a?os ahogado en el burka de mi cuerpo"-, y ahora quiere, y puede, dedicar toda su energ¨ªa a su nueva vida. Miguel (cuatro meses de tratamiento hormonal, a¨²n con mamas y ovarios) tiene 26 a?os y es licenciado en filosof¨ªa. ?lex, de 24 a?os (ya sin mamas, pero a¨²n con ovarios), es administrativo. Y Javier, de 37, camarero. Una panda de chicos de ahora -corte de pelo moderno, barbita recortada, estilo casual- que levanta incluso alguna mirada apreciativa en las chicas del local.

"No somos enfermos ni minusv¨¢lidos, hemos nacido bajo la condici¨®n transexual, y la medicina, y la sociedad, puede y debe ayudarnos, porque somos ciudadanos espa?oles, con deberes y derechos", abre el fuego Jorge. "No es f¨¢cil, es cierto", concede Miguel. "T¨² eres el primero que, cuando le pones nombre a lo que te pasa, ves que lo que se te viene encima es de tal calibre que te puedes hundir. Yo tard¨¦ varios a?os en asumirlo, y eso contando con el apoyo de mi familia. As¨ª que comprendo que haya gente que tarde 50 a?os en decidirse y tenga hijos como mujer por el camino". ?lex es m¨¢s gr¨¢fico: "De peque?o lo tienes claro: yo no hice la comuni¨®n por mis santas pelotillas. Quer¨ªan vestirme de princesita y prefer¨ª quedarme sin videoconsola a ir de ni?a. Pero, cuando creces, tratas de ocultarlo para no hacer da?o, de tal forma que luego tienes que volver a reconocerte. Hasta que te hundes y dices: hoy. Y entonces puedes empezar a quitarte la losa".

El periplo para aliviarla es largo y doloroso. Siguiendo el protocolo internacional establecido por la Asociaci¨®n Harry Benjamin de Disforia de G¨¦nero en 1979, la biblia de los profesionales, Antonio S¨¢nchez ha sido diagnosticado por la psic¨®loga Trinidad Bergero como candidato id¨®neo al proceso de reasignaci¨®n de sexo. Hoy ha acudido a la endocrin¨®loga a revisar el tratamiento hormonal personalizado -bloqueo de su producci¨®n natural de estr¨®genos femeninos y administraci¨®n v¨ªa intramuscular de testosterona masculina- que est¨¢ detr¨¢s de su incipiente aspecto viril. S¨®lo tras varios meses de probar que va por el mundo como un hombre, aunque sea con barba y senos -el llamado test de la vida real-, se podr¨¢ poner en manos de Paco Giraldo o Jos¨¦ Lara para someterse, si lo desea, a una serie de operaciones que acaben de adaptar su cuerpo a la identidad masculina que manda en su conciencia.

El cat¨¢logo impone. Una mastectom¨ªa masculinizante para librarle de las mamas que ahora lleva aplastadas bajo una faja ortop¨¦dica; una histerectom¨ªa para deshacerse de los ovarios y el ¨²tero que, previsiblemente, se atrofiar¨¢n hasta la inviabilidad con el tratamiento hormonal, y, si lo estima necesario, una metaidoioplastia para alargar su cl¨ªtoris ya magnificado por la testosterona, incorporarle la uretra y convertirlo en un micropene de unos cinco cent¨ªmetros con el que poder orinar de pie.

M¨ªnimo, a?o y medio o dos a?os de tratamiento duro y doloroso. Y eso que Antonio es un privilegiado. Como ciudadano andaluz, tiene derecho a la cobertura sanitaria p¨²blica de su tratamiento. El Parlamento auton¨®mico aprob¨® la prestaci¨®n en 1999 a instancias del Defensor del Pueblo Andaluz. Desde la puesta en marcha de la UTIG, 520 personas han acudido y acuden, como Antonio, en busca de ayuda. Semejante avalancha -se esperaba una demanda total de 300 personas-, unida a la escasez de medios, ha originado una lista de espera de casi tres a?os hasta que Antonio, o el oficial Antonia, puedan culminar su tr¨¢nsito en el quir¨®fano.

En el resto del pa¨ªs, las cosas pueden ir m¨¢s r¨¢pido, pero a golpe de talonario. Ninguna otra comunidad aut¨®noma -salvo Extremadura, que deriva al saturado Carlos Haya, y Arag¨®n, que ha anunciado la asunci¨®n del servicio, pero no dispone de infraestructura- sufraga las operaciones de reasignaci¨®n de sexo. El diagn¨®stico psicol¨®gico y el tratamiento endocrino a estos pacientes en la sanidad p¨²blica es disperso y depende de la voluntad de los m¨¦dicos.

Pero quien quiera operarse s¨®lo puede ir a un cirujano privado. A raz¨®n de unos 4.000 euros como m¨ªnimo por una mastectom¨ªa masculinizante o una mamoplastia feminizante; 3.000 por un vaciado de ovarios, trompas y ¨²tero; unos 10.000 por una vaginoplastia (ellas) o metaidoioplastia (ellos), y unos 30.000 por una faloplastia, la operaci¨®n m¨¢s pol¨¦mica y menos demandada por los hombres transexuales por sus insatisfactorios resultados. El protocolo de la Asociaci¨®n Harry Benjamin -diagn¨®stico psiqui¨¢trico, tratamiento hormonal, test de la vida real durante 18 meses y, s¨®lo finalmente, cirug¨ªa- es, para muchos pacientes y m¨¦dicos, papel mojado. Las prisas y la angustia de unos, y la perspectiva de ingresos de otros, mandan.

Esperanza ?lvarez empez¨® a autohormonarse al acabar el servicio militar. Hace 20 a?os."Siempre he sabido qui¨¦n soy, una mujer; pero hice la mili para demostrarle a mi padre que ni siquiera un cuartel me iba a cambiar. Yendo de frente no tuve ning¨²n problema: los mandos y compa?eros me despidieron con un ramo de rosas rojas". Pero ella estaba hundida. "Necesitaba verme como soy. Entonces nos automedic¨¢bamos todas. Nos dec¨ªamos las hormonas que mejor nos iban: '?stas van de esc¨¢ndalo, te sube hasta la leche", se r¨ªe ahora. "Las ped¨ªamos en la farmacia, costaban unas 18.000 pesetas al mes; pero otras eran m¨¢s dif¨ªciles de conseguir y se las ten¨ªas que comprar a alguna chica que traficaba con ellas. ?Miedo? Qu¨¦ va. No lo pensaba, s¨®lo ve¨ªa que me afinaba, que me crec¨ªan los pechos, que empezaba a ser yo". Mediaban los ochenta.

Por esos a?os, Javier, el camarero de El Hombre Transexual -hoy un var¨®n legal, casado en dos ocasiones y con su actual esposa en proceso de inseminaci¨®n con donante para poder ser padres-, tambi¨¦n se buscaba la vida solo. Un d¨ªa vio en la tele al ur¨®logo Aurelio Us¨®n "anunciando la primera operaci¨®n de cambio de sexo de mujer a hombre en Espa?a". "En cuanto cumpl¨ª 18 a?os, fui y me oper¨¦". Era 1986. Le quitaron las mamas, el ¨²tero y los ovarios en la misma intervenci¨®n. Pero no era suficiente para ¨¦l. "Yo quer¨ªa mi pene. Recorr¨ª todos los cirujanos de Espa?a, y como no me daban garant¨ªas, en 1992 cog¨ª el coche y me fui a Holanda". En la C¨¢tedra de Transexualidad de la Universidad Libre de Amsterdam, Javier encontr¨® "el para¨ªso". "Una cl¨ªnica p¨²blica donde te tratan como un paciente cualquiera, como si tuvieras gripe, y no como un bicho raro. Hagen, el cirujano que me intervino, flip¨® cuando le cont¨¦ la situaci¨®n en Espa?a, y se ofreci¨®, si le encontraba una cl¨ªnica dispuesta a acogerle, a viajar a Espa?a a operar".

La madrile?a cl¨ªnica Isadora, pionera en atenci¨®n sexual, acept¨® el reto. All¨ª fue donde Hagen le realiz¨® la vaginoplastia -reconstrucci¨®n de una vagina a partir de los genitales masculinos- a Esperanza ?lvarez, el 5 de julio de 1996. Antes, y a pesar de llevar m¨¢s de diez a?os autohormon¨¢ndose, Esperanza hab¨ªa pasado por Becerra.

En cuanto se indaga sobre transexualidad en Espa?a, emerge este apellido. Antonio Becerra, de 52 a?os, es endocrin¨®logo en el hospital Ram¨®n y Cajal de Madrid. Por su consulta -p¨²blica y gratuita- han pasado, seg¨²n su contabilidad, "unos 400 pacientes transexuales" desde que, "en 1992-1993" vino el primero pidiendo ayuda. "Yo atiendo a todo el que viene. Igual que antes nadie sab¨ªa nada de la anorexia nerviosa, pues entonces, yo por lo menos, no sab¨ªa nada de transexualidad. Pero me inform¨¦". ?l tambi¨¦n fue a Holanda.

La cl¨ªnica de transexualidad de la Universidad de Amsterdam es el santuario de profesionales y pacientes. En 25 a?os de existencia -en el sistema sanitario p¨²blico holand¨¦s- ha visto a 2.500 personas transexuales y ha formado a m¨¦dicos de todo el mundo en este problema de salud generalmente desconocido o malinterpretado incluso por la propia profesi¨®n m¨¦dica.

El equipo del Carlos Haya es consciente de que ni su especialidad profesional ni, por supuesto, sus pacientes son precisamente populares entre muchos de sus colegas. "Hemos tenido que luchar por dignificar nuestro espacio de trabajo", admite el doctor Giraldo. "Estamos tratando un trastorno de salud identificado en el DSM-IV, y el ICD-10 -los cat¨¢logos internacionales de enfermedades- desde 1978; siguiendo un protocolo internacional -el de la Harry Benjamin- con 25 a?os de historia, y, en el caso de los cirujanos, aplicando un cuerpo doctrinal que tiene m¨¢s de 50 a?os, desde que se document¨® la primera reasignaci¨®n genital a una mujer danesa, Cristine Jordensen, en 1953", dice el cirujano. "Pero hay compa?eros con dudas morales acerca de por qu¨¦ tratamos este problema y no otros, adem¨¢s trat¨¢ndose de intervenciones irreversibles. De hecho, en mi equipo hay 10 cirujanos y s¨®lo operamos dos".

La endocrin¨®loga Esteva es expl¨ªcita: "Es cierto que no hay, por ahora, una prueba diagn¨®stica inapelable. Pero tienen un problema de salud, y que no sepamos su causa no quiere decir que no les tratemos. Sabemos c¨®mo hacerlo y c¨®mo agradecen ellos y ellas la intervenci¨®n m¨¦dica. Casi todos, literalmente, renacen. Pero para ayudarles no hay que tener condicionantes religiosos o morales que te impidan, por ejemplo, hablar de sexo, y no todo el mundo est¨¢ acostumbrado"."El tratamiento psiqui¨¢trico de estos pacientes no ha ofrecido ning¨²n resultado en 50 a?os. Y sin embargo, el seguimiento psicoterap¨¦utico, endocrinol¨®gico y quir¨²rgico en equipo ha conseguido mucho m¨¢s. Eso es lo que hacemos", concluye la psic¨®loga Giraldo.

Andr¨¦s Rodr¨ªguez, de 29 a?os, supo que era distinto a los cuatro, cuando naci¨® su primer hermano. "Siempre me hab¨ªa sentido un ni?o. Pero cuando lleg¨® me di cuenta de que todos nos trataban de forma diferente. Adem¨¢s, yo no ten¨ªa lo que ten¨ªa ¨¦l", cuenta ahora este chicarr¨®n que ha venido directamente del taller donde lija muebles de cocina y ba?o al estudio donde se realizan las fotograf¨ªas de este reportaje. Rodr¨ªguez tambi¨¦n es paciente de Becerra.

A partir de su estancia en Holanda, el endocrin¨®logo del Ram¨®n y Cajal ha creado una especie de red at¨ªpica de asistencia a las personas transexuales en Madrid. "La atenci¨®n que se les ofrece en el sistema p¨²blico es, digamos, alegal. Yo les veo en mi consulta del hospital como un paciente m¨¢s, pero aqu¨ª no hay unidad de transexualidad. A m¨ª me llegan pacientes en todas las etapas del camino: como primera visita, autohormonados hasta las cejas, operados sin hormonar?, de todo. Aunque s¨®lo fuera por evitar esos desastres, todo el proceso deber¨ªa estar cubierto por la sanidad p¨²blica", dice el doctor. Lo que hace ¨¦l, mientras tanto, es tratar de poner orden en el tr¨¢nsito de cada uno. "Lo primero que les pido es un informe diagn¨®stico de un psic¨®logo. Sin ¨¦l, no les trato". En la sanidad p¨²blica, Becerra cuenta con el apoyo de la trabajadora social y sex¨®loga Mar¨ªa Mart¨ªn-Menasalvas y el psic¨®logo Emilio Iraz¨¢bal, del centro de orientaci¨®n familiar del ¨¢rea 4 de Madrid.

Ellos fueron quienes diagnosticaron a Andr¨¦s como persona transexual, apta para emprender el tr¨¢nsito de mujer a hombre. Fue hace tres a?os. Hac¨ªa otros tantos que Andr¨¦s viv¨ªa en pareja con su novia desde los 15 a?os. "Nos enamoramos en el instituto. Mis padres cre¨ªan que ¨¦ramos lesbianas, yo no les dije lo m¨ªo hasta que decid¨ª hacer el cambio. Entones era aceptarme o perderme, y me aceptaron". El tratamiento hormonal fue "espectacular", y a los tres meses, salt¨¢ndose el test de la vida real -"?para qu¨¦?, siempre he ido de hombre"-, Andr¨¦s se quit¨® las mamas "en una cl¨ªnica de monjas" por 4.800 euros. "Fue una liberaci¨®n absoluta, aunque me dej¨¦ tres kilos de carne en el quir¨®fano", bromea. Para deshacerse de ¨²tero y ovarios tuvo que esperar dos a?os, y se busc¨® la vida, "con amigos", para hacerlo "por la Seguridad Social". "Los ten¨ªa atrofiados, es una operaci¨®n rutinaria que se le hace a todo el que lo necesita. ?Por qu¨¦ a m¨ª no?".

Hoy, en la sesi¨®n de fotos, Andr¨¦s es el padre de la estrella. Gladys, una preciosa ni?a rubia de ojos azules concebida por su mujer mediante inseminaci¨®n artificial con semen an¨®nimo. "Es mi hija. Estuve con mi mujer en la inseminaci¨®n, el embarazo y el parto. Yo la cr¨ªo, pero no tengo ning¨²n derecho sobre ella, y s¨®lo lo podr¨¦ tener cuando cambie mi sexo registral".

Porque de momento, y hasta que el anuncio del ministro Aguilar no se concrete, Andr¨¦s contin¨²a con la M (de mujer) en el DNI. Sigue sin tener lo que ten¨ªa su hermanito. ?l, como Jorge, como muchos otros hombres transexuales, no se han sometido, ni se plantean hacerlo de momento, a cirug¨ªa genital de reasignaci¨®n de sexo. Hay mujeres transexuales, como la costarricense Thannya Guido, que tampoco. "La decisi¨®n de pasar o no por el quir¨®fano depende de muchos factores, desde el grado de rechazo que despierten en el paciente sus genitales biol¨®gicos, que no siempre es el mismo, hasta la dificultad econ¨®mica, pasando, claro, por las expectativas de 'quedar bien", explica la psic¨®loga Cristina Garaiz¨¢bal, vinculada a la cl¨ªnica Isadora. "Todas y todos te preguntan que si tras la operaci¨®n van a poder sentir", confirma el cirujano pl¨¢stico y ur¨®logo Esteban Sarmenteros, que ha intervenido en los ¨²ltimos cuatro a?os a "unas veintitantas" personas transexuales a trav¨¦s de su consulta privada de Madrid.

-Yo tuve el primer orgasmo yo sola, a los 20 d¨ªas de operarme -dice Esperanza mientras la peinan para las fotos.

-Yo no me arriesgo. Mi pene es parte de m¨ª, gozo mucho de mi sexualidad y no quiero perderla -repone Thannya.

Los chicos, quiz¨¢ m¨¢s pudorosos, hablan sin reparos en privado. "Me gustar¨ªa tener pene", admite Andr¨¦s, "pero cuando conoces las posibilidades reales de la faloplastia, te echa para atr¨¢s. S¨®lo lo har¨ªa si lo necesitara psicol¨®gicamente. Mi pareja me apoya en lo que decida. Adem¨¢s hay pr¨®tesis para todo: de paquete, para orinar de pie y para mantener relaciones. Mi vida sexual es muy satisfactoria". Su mujer asiente. Es una chica rubia, atractiva, "heterosexual", que se enamor¨® a los 15 a?os "del hombre" que vio en Andr¨¦s y sigue as¨ª a pesar de que ha tenido que soportar "siempre" que la llamen "lesbiana".

Jorge, que no tiene pareja "por ahora", tampoco quiere arriesgarse. "Si entro en esa cirug¨ªa, lo que pido es un falo para mantener relaciones sexuales placenteras para m¨ª y mi pareja. Eso, por ahora, no me lo garantizan, y mi identidad sexual de var¨®n est¨¢ muy por encima de un pene".

Y es que, objetivamente y por ahora, los resultados del proceso de reasignaci¨®n de sexo son asim¨¦tricos. Los efectos del tratamiento hormonal masculinizante est¨¢n mucho m¨¢s conseguidos -la tonalidad de la voz, el vello, la fisonom¨ªa facial y corporal- que los de la terapia feminizante. "La testosterona puede con todo", bromea la endocrin¨®loga Esteva, "y, de la misma forma que es muy espectacular para contrarrestar las hormonas femeninas, tambi¨¦n es muy dif¨ªcil eliminar su rastro cuando ya se ha pasado la pubertad masculina". As¨ª, mientras los amigos de El Hombre Transexual utilizan los lavabos de chicos sin levantar m¨¢s sospechas que la de ser m¨¢s bajos que la media de sus cong¨¦neres -su altura es de mujer-, ellas cantan m¨¢s. Esperanza, de hecho, a¨²n se plantea alguna operaci¨®n: "Quiero operarme las cuerdas vocales, porque la voz es lo que m¨¢s me delata", confiesa. Las marcas de la electr¨®lisis que sufri¨® -"mord¨ªa toallas hasta arrancar el trozo"- para erradicar definitivamente su vello facial tambi¨¦n le recuerdan su calvario en el espejo.

Quiz¨¢ para compensar, la cirug¨ªa de reasignaci¨®n genital es mucho m¨¢s agradecida para ellas. La vaginoplastia a partir de los ¨®rganos genitales masculinos procura orgasmos satisfactorios al 85% de las pacientes transexuales, seg¨²n la estad¨ªstica particular de Sarmenteros. Los hombres que se someten a metaidoioplastia conservan inc¨®lume su capacidad org¨¢smica -su micropene no es m¨¢s que su cl¨ªtoris agrandado por las hormonas y la cirug¨ªa-, pero el paso siguiente, conseguir un falo de verdad, est¨¢ lejos de ser f¨¢cil.

La t¨¦cnica consiste en la extirpaci¨®n de un fragmento de tejidos -con sus arterias y nervios- procedente del antebrazo del paciente y su implante en la zona genital, conectando esos nervios con la estructura er¨¦ctil del cl¨ªtoris. En este punto, Francisco Giraldo, del Carlos Haya, s¨ª objeta conciencia: "No nos creemos que esa nueva estructura pueda tener la misma sensibilidad er¨®gena que el cl¨ªtoris primario, y menos que se pueda reproducir el mecanismo de la erecci¨®n. En Amsterdam las hac¨ªan, pero hace dos a?os que ya no. Nosotros, tampoco". En Espa?a, s¨®lo los doctores C¨¦sar Casado y Pedro Cavadas las realizan. Cavadas, incluso, ilustra el proceso en su p¨¢gina web.

Mucho antes de que existiera Internet, en los setenta, los a?os en que el endocrin¨®logo Harry Benjamin sentaba las bases del abordaje integral de la reasignaci¨®n de sexo, Manolita Chen recorr¨ªa Espa?a con su Teatro Chino. Chen -nacida Manuel Saborido- fue el primer rostro de la transexualidad en un pa¨ªs que a¨²n sigue confundiendo esta condici¨®n con el travestismo o la intersexualidad; incluso con la prostituci¨®n a la que se dedican, es cierto, algunas mujeres transexuales -"aunque cada vez menos, dado que, cada vez m¨¢s, gozan del colch¨®n de la familia", dicen en el Carlos Haya-. Una esplendorosa Bibi Andersen (hoy orgullosa Bibiana Fern¨¢ndez) elev¨® su condici¨®n a la categor¨ªa de mito medi¨¢tico de la modernidad en los ochenta.

Pero no fue hasta hace d¨¦cada y me-dia cuando los colectivos de gays y lesbianas acogieron en su seno a, sobre todo, las mujeres transexuales. Los hombres, de hecho, no exist¨ªan, tal era su invisibilidad. Desde entonces, el bello rostro de la canaria Carla Antonelli es el m¨¢s representativo del activismo transexual. Juana Ramos, presidenta de Transexualia, o Olga Baselga, portavoz de la Fundaci¨®n de Identidad de G¨¦nero, son tambi¨¦n mujeres transexuales que dan la cara desde sus entidades.

Antonelli ha felicitado las fiestas a sus amigos con un exultante mensaje en su web: "Brindemos con cava por la ley que devolver¨¢ la dignidad al colectivo transexual". En su calidad de mujer transexual y militante del PSOE -es portavoz del ¨¢rea transexual de la Secretar¨ªa de Movimientos Sociales y ONG que ostenta Pedro Zerolo en la Ejecutiva socialista-, Carla estaba, antes del anuncio de Aguilar, bastante preocupada. "Antes que socialista soy mujer transexual, y el Gobierno debe cumplir su promesa electoral de presentar la Ley de Identidad de G¨¦nero en esta legislatura". Por eso, ahora, ni siquiera las declaraciones de los obispos dos d¨ªas despu¨¦s del anuncio del ministro L¨®pez Aguilar le han aguado la fiesta. "Se est¨¢ preparando una ley de g¨¦nero con la que se quiere anular el significado antropol¨®gico de la diferencia sexual e imponer 'la teor¨ªa del g¨¦nero', contraria a la verdadera naturaleza del hombre", reza el escrito de la Subcomisi¨®n de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Espa?ola. El debate en el Congreso se anticipa caliente.

Antonelli, mientras, recuerda a los suyos que quedan asuntos pendientes, como la inclusi¨®n de la cobertura sanitaria del proceso de reasignaci¨®n de sexo en el sistema sanitario p¨²blico. Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega anunci¨® en mayo de 2005 que el Gobierno cumplir¨¢ su promesa electoral. Carla toma la palabra.

Para Jorge, Esperanza, Thannya y Andr¨¦s llegar¨¢ tarde, en cualquier caso. Se han pagado el viaje ellos mismos. Se han buscado la vida, se la siguen buscando. Viven al d¨ªa. "Ense?ando, en cada entrevista de trabajo, en cada pago con tarjeta, en cada centro oficial, un carn¨¦ que nos margina. Aguantando miradas de arriba abajo", en palabras del presidente de El Hombre Transexual. Los papeles de Jorge Mart¨ªn siguen en manos de su abogado, Carlos Pl¨¢, un letrado que ha conseguido -2.000 euros un a?o de tr¨¢mites, examen forense y vista judicial mediante- 16 sentencias de cambio de sexo legal para personas transexuales de mujer a hombre sin acreditar cirug¨ªa genital. Un reputado profesional que se puede quedar sin clientes.

La fot¨®grafa dispara el ¨²ltimo rollo. Acaba de empezar el a?o, a¨²n hay ecos de fiesta, y los chicos y chicas se despiden con abrazos. Muchas moner¨ªas para la peque?a Gladys. Intercambio de m¨®viles y direcciones de e-mail. Se dir¨ªa que son felices, tanto o tan poco como cualquiera. Su nombre de usuario en el correo electr¨®nico es un poema: "happyman" (Jorge), "papichulo" (Andr¨¦s), "muchaesperanza" (Esperanza). ?Se puede decir m¨¢s con menos?

ANDR?S RODR?GUEZ OSORIO:

"Soy un padre como los dem¨¢s. Mi hija es m¨ªa"

29 a?os. Lijador. Vive con su mujer desde hace seis a?os. Cuando tenga DNI de var¨®n podr¨¢ ser padre legal de su hija Gladys, de 20 meses.

"En el barrio me dec¨ªan Rosendo, por el cantante de Le?o. Siempre fui muy chico, hasta intentaba hacer pis de pie; pero tambi¨¦n muy realista. Ten¨ªa una 105 de pecho y nunca lo escond¨ª. Mi problema no era la gente, sino el espejo. Por eso, aunque tengo mujer desde los 15 a?os y me trataban en masculino, me hund¨ª. Hace tres a?os. Quer¨ªa ser yo, un hombre. Me daban miedo las asociaciones, hasta yo ten¨ªa prejuicios; pero dese¨¢bamos tener hijos y fuimos a informarnos sobre inseminaci¨®n. El chico de recepci¨®n era transexual y me caz¨®. Ah¨ª cambi¨® mi vida. Hice el tratamiento hormonal, me quit¨¦ las mamas y logr¨¦ hacerme la histerectom¨ªa en la Seguridad Social. ?Acaso no pago impuestos? El d¨ªa que sal¨ª del hospital supimos que Gladys hab¨ªa cuajado en el vientre de mi mujer. Soy un padre como los dem¨¢s; mi mujer y yo somos pareja de hecho, y cuando cambie mi sexo legal nos casaremos. Podr¨ªa hacerlo ya, como mujer, pero no lo soy. Me gustar¨ªa tener pene, pero la cirug¨ªa no es segura. Adem¨¢s, el sexo est¨¢ en la mente. Ahora amo al espejo, me gusta lo que veo".

ESPERANZA ?LVAREZ G?MEZ:

"Mi mayor frustraci¨®n es no poder parir un hijo"

40 a?os. Teleoperadora. Se automedic¨® con hormonas femeninas durante varios a?os antes de someterse a cirug¨ªa genital en 1996.

"Si hubiera querido bronca, la hubiera tenido todos los d¨ªas de mi vida, pero siempre he tenido muy claro qui¨¦n soy y no me doy por aludida con los insultos. Donde m¨¢s sufr¨ª fue en el colegio. La infancia es lo m¨¢s duro, porque a¨²n no sabes qu¨¦ te pasa, por qu¨¦ te tratan como a un ni?o cuando t¨² te sientes ni?a. Por qu¨¦ me trataban como a mis hermanos y no como a mis hermanas. Dej¨¦ de estudiar a los 14 a?os. Mi historia no fue plato de gusto para mi familia, claro, pero siempre ha estado a mi lado. Peor fue lo de mi pareja: rompimos justo cuando logr¨¦ operarme. Necesitaba la operaci¨®n: ver en el espejo lo que hab¨ªa dentro de m¨ª. He sufrido mucho. Para m¨ª hubiera sido mucho m¨¢s c¨®modo haber nacido mujer biol¨®gica, poder tener un hijo. ?sa es mi mayor frustraci¨®n. A¨²n no he conseguido ser feliz como mujer. En cuanto la cosa pasa a mayores y digo lo que fui, se echan para atr¨¢s. He tenido relaciones, pero a¨²n espero encontrar el hombre que me ame. Hay qui¨¦n te busca para satisfacer una curiosidad, un morbo. No me interesan. No enga?o a nadie: soy lo que ves, una mujer".

JORGE MART?N S?NCHEZ:

"O acababa con el conflicto, o ¨¦l acababa conmigo"

35 a?os. T¨¦cnico superior de comercio. Comenz¨® en 2004 el proceso de reasignaci¨®n de sexo. Preside la asociaci¨®n El Hombre Transexual.

"Fui educado en un colegio femenino. Desde los 13 a?os me he esforzado por ser una mujer, imitando las actitudes y los ademanes de mis amigas. Pero lo grande es que mi identidad de var¨®n no se ha movido un ¨¢pice. El primer transf¨®bico he sido yo. Todo aquel esfuerzo no s¨®lo fue vano, sino que no permiti¨® el libre desarrollo de mi personalidad. Era un ni?o infeliz y hoy soy un hombre feliz. Dicen: no sois hombres porque no ten¨¦is falo. Y yo digo: he sido siempre hombre, de ni?o, con barba y mamas al inicio del tratamiento hormonal, y ahora ya operado: sin mamas, sin ovarios y s¨ª, sin pene. No lo necesito para ser var¨®n. Llevaba 32 a?os muerto y, o acababa con el conflicto, o ¨¦l acababa conmigo. Hablo en met¨¢foras porque me ha tocado explicar lo que para los dem¨¢s es inexplicable: he nacido dentro de un burka -un cuerpo- que me negaba la identidad. Pero ese burka natural se puede quitar; lo que m¨¢s me duele es el impuesto por los otros, el DNI que no identifica, sino margina, y que lleva una cruz: esa M en la casilla de sexo que te recuerda all¨ª donde vas este Martirio".

THANNYA MELISSA GUIDO QUIR?S:

"Tuve que salir de mi pa¨ªs para tener respeto"

33 a?os. Maquilladora, peluquera y costurera por libre. Naci¨® en Costa Rica. Lleg¨® a Espa?a hace cuatro a?os solicitando asilo pol¨ªtico.

"Siempre me he sentido ni?a, pero me dol¨ªa que me miraran con otros ojos. Los ni?os me insultaban y yo me refugi¨¦ en los estudios, era la favorita de los profesores. Pero a los 15 a?os, ya no pod¨ªa m¨¢s. Mi padre es cirujano y le ped¨ª que me operara. Se neg¨®. Me dijo que entre cuatro paredes pod¨ªa hacer lo que quisiera, pero que yo era un hombre. Me echaron de casa, me fui a la capital y tuve que trabajar en la calle. No me quer¨ªan en ning¨²n lado. Me hormon¨¦ por mi cuenta, all¨ª no hay endocrinos que te atiendan. Enseguida me puse incre¨ªblemente bella, me oper¨¦ los senos, ten¨ªa muchos clientes; pero la polic¨ªa me deten¨ªa, me humillaba, me torturaba. Demand¨¦ al Estado por vulnerar mi libre albedr¨ªo y gan¨¦ una indemnizaci¨®n de 3,5 millones de colones, con los que vine a Espa?a hace cuatro a?os. Aqu¨ª estoy bien. Veo respeto. Me gustar¨ªa llevar una pancarta diciendo: 'Soy una mujer transexual no operada', para evitar equ¨ªvocos. Mi pene es parte de m¨ª. Si renunciando a ¨¦l pudiera ser madre, me lo quitaba yo misma. Pero es mi sexualidad y no quiero perderla en el quir¨®fano".

Direcciones de inter¨¦s: elhombretransexual.net; figinternet.org; www.carlantonelli.com; es.geocities.com/muyhombres.