La vara de Esculapio
El escrito remitido anteayer por el fiscal general del Estado a la Audiencia Nacional y la posterior prohibici¨®n dictada por el juez Grande-Marlaska del congreso de Batasuna programado para el 21 de enero han devuelto al mundo cotidiano un abstracto debate -las razones jur¨ªdicas no siempre coinciden con la l¨®gica pol¨ªtica- en torno a las eventuales colisiones entre bienes legalmente protegidos. ?El derecho fundamental a la reuni¨®n pac¨ªfica y sin armas -cuyo ejercicio garantiza el art¨ªculo 21.1 de la Constituci¨®n sin necesidad de autorizaci¨®n previa- amparaba o no el acto promovido para el pr¨®ximo s¨¢bado en un recinto cerrado del Parque Ferial de Bilbao por una organizaci¨®n ilegalizada el 27 de marzo de 2003 mediante una sentencia del Supremo? La contestaci¨®n del Gobierno vasco a esa pregunta era que la disoluci¨®n de Batasuna no priv¨® a sus antiguos dirigentes y militantes de la capacidad de seguir ejerciendo leg¨ªtimamente a t¨ªtulo individual el n¨²cleo de los derechos b¨¢sicos -de expresi¨®n, participaci¨®n, reuni¨®n y expresi¨®n- del sistema constitucional.
Pero las dudas sobre la significaci¨®n y los objetivos del programa de festejos previsto por el nacionalismo radical para este fin de semana fueron despejadas por los propios organizadores de manera tan rotunda como provocadora. Por lo pronto, no s¨®lo el anuncio gr¨¢fico de la reuni¨®n inclu¨ªa la palabra Batasuna, un t¨¦rmino gen¨¦rico -significa unidad en euskera- empleado en este caso para referirse al partido ilegalizado; el sobrecargado cartel de la convocatoria tambi¨¦n conced¨ªa un espacio a la serpiente enroscada que completa el emblema de ETA. Habituados a moverse entre los resquicios de las leyes y a forzar las interpretaciones de los hechos para modificar su sentido, los portavoces del nacionalismo radical aducen que la serpiente anunciadora del acto no rodea el hacha de la banda terrorista sino el bast¨®n de Esculapio como dios protector de la salud del pueblo vasco; si esa versi¨®n hubiese tenido ya un dif¨ªcil recorrido como circunstancia eximente en un proceso penal, la inserci¨®n de tan pintoresco argumento dentro de un debate pol¨ªtico constituye una despectiva tomadura de pelo para los ciudadanos y un burl¨®n desaf¨ªo a los cargos p¨²blicos encargados de hacer cumplir las leyes.
La concurrida rueda de prensa celebrada el pasado s¨¢bado en Alsasua por Batasuna para presentar en sociedad el agitado calendario de este fin de semana verbaliz¨® de manera inequ¨ªvoca y arrogante la autor¨ªa y los prop¨®sitos de la convocatoria. La ma?ana del s¨¢bado quedar¨ªa reservada para la celebraci¨®n -en un lugar no precisado- del primer congreso nacional del ilegalizado partido; designados por 200 asambleas y 7.000 militantes a lo largo de varios meses de clandestinidad tolerada, los delegados elegir¨ªan una nueva Mesa Nacional y votar¨ªan la modernizaci¨®n de su programa. El multitudinario acto de la tarde servir¨ªa tan s¨®lo de escenario para el refrendo por aclamaci¨®n de esas prefijadas conclusiones.
Puestas las cartas boca arriba sobre la mesa por los promotores de la timba, hasta los m¨¢s escrupulosos garantistas deber¨¢n admitir que el objetivo de la frustrada convocatoria no era brindar a los veteranos afiliados de Batasuna la oportunidad de ejercer sus derechos individuales de reuni¨®n, expresi¨®n y participaci¨®n para discutir proyectos asociativos diferentes de su antiguo papel como brazo pol¨ªtico de ETA. El partido disuelto por el Supremo hace casi tres a?os hab¨ªa preparado este acto para resucitar -amparado por Esculapio y su serpiente- oficialmente de su aparente muerte civil y proseguir sin soluci¨®n de continuidad una actividad il¨ªcita nunca interrumpida. Aunque ni el Gobierno ni el fiscal del Estado (¨²nicos actores legitimados para poner en marcha el procedimiento civil de ilegalizaci¨®n de partidos pol¨ªticos) recurrieron a la Sala Especial de alto tribunal para impedir -en tr¨¢mite de ejecuci¨®n de la sentencia de 2003- la convocatoria del acto, el juez Grande-Marlaska reactiv¨® ayer la medida cautelar penal dictada en 2002 por Garz¨®n para lograr ese prop¨®sito. El episodio arroja cuando menos una ense?anza: el car¨¢cter contraproducente de las estrategias de provocaci¨®n planeadas por los dirigentes de Batasuna para someter a prueba experimental la capacidad de resistencia de los muros de carga de la democracia y el Estado de derecho.
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