Hipermercado espiritual
Los continuos viajes de ida y vuelta al Hipercor han vuelto a conectarme con la realidad, concretamente con la hiperrealidad. Cuando salgo del supermercado empujando el carrito repleto de esos m¨¢gicos yogures con 0,0 calor¨ªas y que encima, por el mismo precio, combaten el colesterol, me encanta vagabundear durante quince minutos por las novedades literarias del centro comercial. Es la mejor manera de cumplir a rajatabla con el r¨¦gimen dictatorial impuesto por el m¨¦dico de guardia. Nada de grasas y calor¨ªas, cosas bajas en colesterol, mucha fruta y verdura, y, sobre todo, una hora de ejercicio con las piernas. Desde que descubr¨ª que recorrer la secci¨®n literaria del centro comercial empujando el carrito a una velocidad de 4 km/h. me rebaja en un cuarto de hora la atl¨¦tica obligaci¨®n diaria, estoy encantado conmigo mismo. Salgo de El Corte Ingl¨¦s con la moral muy alta, con la sensaci¨®n del deber cumplido ("hoy s¨®lo me quedan tres cuartos de hora de paseo") y en un estado de euforia similar al que los catecismos de mi infancia denominaban "estar en gracia de Dios".
Y no es met¨¢fora ni s¨®lo autosugesti¨®n porque la diaria traves¨ªa por el centro comercial re¨²ne mod¨¦licamente aquellas dos clases de ejercicios que nuestro san Ignacio exig¨ªa para alcanzar, si no la m¨ªstica de la levitaci¨®n, al menos cierto arrobamiento asc¨¦tico. A los ejercicios materiales, f¨ªsicos, del paseo con un carrito repleto de enormes renuncias alimentarias hay que a?adir los infinitos ejercicios espirituales que actualmente te oferta la secci¨®n de novedades literarias y que cada d¨ªa ocupan m¨¢s espacio entre los productos G¨¹tenberg del centro comercial. Salgo de mi Hipercor como reci¨¦n comulgado en un viejo primer viernes de mes, en riguroso ayuno, con la cesta de la compra colmada de art¨ªculos de mucha abstinencia que el m¨¦dico, el nuevo sacerdote, me impuso como penitencia para lavar mis pecaminosas arterias y con la mente colonizada por t¨ªtulos de libros espirituales de los que no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima informaci¨®n. Salgo, ya digo, en gracia de Dios.
Hubo un tiempo, lo recuerdo muy bien, en que la secci¨®n de novedades literarias estaba militarmente ocupada por los best sellers de autoayuda materialista, dig¨¢moslo as¨ª, y no hab¨ªa mayor diferencia entre lo que comprabas en el s¨²per y lo que te vend¨ªan en la librer¨ªa. Primero met¨ªas en el carrito cosas sin grasas ni calor¨ªas, bajas en colesterol, toneladas de frutas y verduras, y luego, a la salida, comprabas libros que te certificaban lo buenas que eran las dietas sin grasas, calor¨ªas, colesterol, mariscos o carnes rojas. Lo malo es que cuando pasabas los art¨ªculos por el lector de barras de la se?orita cajera no te hac¨ªan el menor descuento a pesar de la alt¨ªsima redundancia. Estabas comprando lo mismo. Pagabas dos veces.
Hubo una segunda ¨¦poca en el supermercado en que las mercanc¨ªas G¨¹tenberg de autoayuda se especializaron en productos "psi" y todas promet¨ªan en su faja publicitaria bondades contra el estr¨¦s, la depresi¨®n, el ansia y otros c¨¦lebres males del siglo (pasado) y de los que, por culpa de nuestra tard¨ªa globalizaci¨®n, nunca hab¨ªamos o¨ªdo hablar aqu¨ª dentro, aunque, es cierto, nos contagiaron inmediatamente por arte de magia simp¨¢tica, hasta el punto de que en Espa?a se dispar¨® la cultura Prozac y se llegaron a batir euro-r¨¦cords.
Estamos en una tercera fase en la secci¨®n de novedades literarias del centro comercial. Exactamente la fase que Tom Wolfe denomin¨® en la d¨¦cada de los setenta Tercer Gran Despertar, y que en estos momentos ofrece al por mayor toda suerte de resmas encuadernadas de productos (o ejercicios) espirituales. Paseando mi km/cuarto de hora delante de los grandes t¨ªtulos de la temporada he descubierto que esta vez s¨ª estamos al loro en materia de espiritualidad hipermoderna y nunca me habr¨ªa imaginado a El Corte Ingl¨¦s vendiendo mercanc¨ªas religiosas de este tipo al margen de alguna despistada edici¨®n m¨ªstica de la Biblioteca de Autores Cristianos o del obligatorio Camino, de san Josemar¨ªa.
Aquel 'Tercer Gran Despertar' del que hablaba Tom Wolfe ya est¨¢ aqu¨ª, en nuestra literatura de supermercado, y hasta hay ejemplares sincronizados con el Cuarto Gran Despertar, tambi¨¦n titulado Era Bush, porque ya me explicar¨¢n ustedes c¨®mo es posible que en un centro comercial de provincias ya existan furibundos ensayos antidarwinistas que venden desesperadamente la famosa "teor¨ªa del dise?o inteligente" de la Naturaleza ante la nueva temporada escolar que se avecina.
En cualquier caso, el hipermercado espiritual del Hipercor ya no se diferencia lo m¨¢s m¨ªnimo de la oleada o tsunami de espiritualidad que ha inaugurado el nuevo milenio y que no est¨¢ dejando t¨ªtere con cabeza racional En realidad, a nuestros centros comerciales les exigimos ante todo sincronizaci¨®n global en las mercanc¨ªas (como al rock, al hip-hop, los precios del petr¨®leo, las marcas de perfumes, los estrenos de Hollywood), y esta Tercera o Cuarta ola de espiritualidad ten¨ªa que llegar por bemoles globalizantes a las librer¨ªas del supermercado material. Lo ¨²nico que me llama la atenci¨®n zascandileando con el carrito por la secci¨®n literaria de El Corte Ingl¨¦s es que la gran espiritualidad espa?ola, la m¨ªstica del recogimiento, que fue nuestra mejor literatura junto a la novela picaresca y la de Cervantes, est¨¦ tan poco representada en la cada d¨ªa m¨¢s atiborrada secci¨®n de espiritualidades m¨²ltiples y prosaicas de mi hipermercado.
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