Un intelectual se mete en pol¨ªtica
Sol brillante y 11 grados bajo cero. A pocos metros del lago Ontario, en Etobicoke, un intelectual de prestigio internacional recorre las calles y pide el voto a los vecinos: Michael Ignatieff lucha para conseguir un esca?o por el Partido Liberal. Si este profesor de Harvard de 58 a?os que naci¨® aqu¨ª al lado, en Toronto, hijo de ruso y canadiense, crey¨® alguna vez que esto iba a ser f¨¢cil, ya se ha desenga?ado. "Es lo m¨¢s cansado que he hecho en mi vida; es como subir a lo alto de una monta?a".
Etobicoke vot¨® liberal en 2004 por un margen de 10.000 sufragios. En otras condiciones, ser¨ªa un paseo, pero Ignatieff sufre la crecida conservadora y otras cosas: los ucranios -6% de los votantes- le recriminan ¨¢cidos comentarios de hace 13 a?os; le critican por la guerra de Irak; se la tienen jurada quienes creen que defiende la tortura en su ¨²ltimo libro El mal menor y por haber vivido en EE UU y Europa. Para otros, este antiguo periodista, autor de una excelente biograf¨ªa de Isaiah Berlin, es la mejor esperanza de que Canad¨¢ vuelva a tener alg¨²n d¨ªa otro Pierre Trudeau.
Michael Ignatieff lucha para lograr un esca?o en el Parlamento canadiense. Duras jornadas en una campa?a contracorriente
"Es importante que Espa?a y Canad¨¢ demuestren que pueden mantener su diversidad"
Esta ma?ana, en las calles Octava y Novena, un Ignatieff forrado para el fr¨ªo encuentra m¨¢s bien amabilidad: "Estoy con usted". "Siempre he votado liberal, cuente conmigo". Sus seis voluntarios act¨²an como una guerrilla: avanzan, tres por cada acera, llamando a las puertas; si no hay nadie, dejan propaganda; si hay, ofrecen un saludo. "?Michael!", le llaman en ese caso. Un vecino duda: "Usted no ha vivido aqu¨ª". ?l le cuenta sus cientos de viajes a Canad¨¢ y le habla de limpiar el lago Ontario. En la esquina del bulevar Lakeshore, varias mujeres le estrechan la mano. S¨®lo una gru?e a su marido: "Les votas y luego rompen sus promesas". "Gracias, se?ora", se despide el candidato.
"Lo que nunca te dice nadie sobre la pol¨ªtica es lo exigente que es, f¨ªsicamente. Pero me gusta hablar con la gente, no he estado jam¨¢s en una torre de marfil. Aunque esto es muy cansado; empiezo a las seis de la ma?ana y acabo a las nueve de la noche". Ignatieff come pizza en el s¨®tano del cuartel general de la campa?a, un antiguo banco en la esquina de Queensway y Kipling. Arriba, un ir y venir de voluntarios, ni?os y un perro atento a la mesa de caf¨¦ y donuts. Las tropas reciben las consignas del jefe de campa?a: "Quiero educaci¨®n y caras alegres. A los liberales les dais las gracias y les record¨¢is que voten; a los indecisos, tratad de convencerles. Si est¨¢n enfadados con Paul Martin [primer ministro, liberal] no discut¨¢is; si creen que hay que cambiar, decidles que Michael es la chispa del cambio".
"Lo m¨¢s duro son las mentiras", dice Ignatieff. "Han dicho que he criticado a los ucranios: jam¨¢s lo he hecho. He escrito 16 libros, y cualquiera puede utilizar una frase. He sido acusado de estar a favor de la tortura: ?siempre he hablado en contra! He dicho que Abu Ghraib equivale a una derrota militar, que Guant¨¢namo es un desastre estrat¨¦gico y moral...". ?Irak? "Soy un apasionado defensor de los derechos humanos. Los kurdos fueron gaseados por Sadam, y estoy a su lado desde 1992. Apoy¨¦ la guerra porque promet¨ª a los dem¨®cratas iraqu¨ªes que jam¨¢s les abandonar¨ªa. Estoy con los valientes iraqu¨ªes -isl¨¢micos, no isl¨¢micos, kurdos, sun¨ªes- que quieren una sociedad libre. Me identifico profundamente con esa causa".
"Entiendo que la guerra haya sido impopular en Espa?a, y lo respeto. Yo no quiero un mundo reorganizado por el unilateralismo de EE UU. Pero o se derrocaba la dictadura o segu¨ªamos con Sadam y sus hijos atormentando a los iraqu¨ªes y desestabilizando la regi¨®n. ?Puede imaginar ahora a Sadam Husein en Irak y Ahmadineyad en Ir¨¢n? Dos l¨ªderes extremistas, con capacidad nuclear potencial, enfrentados. Al menos ya no est¨¢ uno, aunque hay que lidiar con el otro". Catorce personas trabajan los tel¨¦fonos. Irene Romanowicz ha hecho 450 llamadas en tres d¨ªas. "Que Ignatieff, una de las personas m¨¢s inteligentes del mundo, se presente por este distrito es un honor para nosotros". Eileen Viola, profesora de franc¨¦s de origen ucranio casada con un italiano -todo un paradigma del pa¨ªs- habla con ucranios para contrarrestar la campa?a negativa. Ayudan tambi¨¦n Susana, la mujer de Ignatieff, y Andrew, el hermano menor, que admite: "Hay liberales que creen que el partido debe sanearse en la oposici¨®n".
Cuando cae la tarde, el puerta a puerta se convierte en visitas a casas en las que el anfitri¨®n ha convocado a sus vecinos. El abogado G¨¦rard L¨¦vesque re¨²ne a franc¨®fonos. "En mi mal franc¨¦s", dice Ignatieff, "quiero expresar mi alegr¨ªa por estar con vosotros. Toda mi familia est¨¢ enterrada en Quebec. Es parte de mi pa¨ªs y luchar¨¦ hasta la muerte para que siga si¨¦ndolo".
La cuesti¨®n nacional preocupa a Ignatieff. ?Qu¨¦ l¨ªmites tienen los nacionalismos? "?sa es la pregunta de las preguntas, para Canad¨¢ y para Espa?a... Nadie sabe, en teor¨ªa, d¨®nde est¨¢n esos l¨ªmites. En la pr¨¢ctica, s¨ª. En Canad¨¢, el l¨ªmite se pasar¨ªa si Quebec insistiera en tener relaciones internacionales, como si fuera un Estado separado; se pasar¨ªa si reclamara la soberan¨ªa total. Es muy importante que pa¨ªses pr¨®speros como Espa?a y Canad¨¢ demuestren que pueden mantener su diversidad en el siglo XXI. La alternativa es la fragmentaci¨®n de los Estados-naci¨®n en el mundo, que pasemos de 194 pa¨ªses a 5.000. ?Hay quien piensa seriamente que ¨¦se va a ser un mundo m¨¢s estable?".
De vuelta a la charla con los franc¨®fonos, otra constante en la campa?a de Ignatieff: la autocr¨ªtica. "Soy un liberal convencido y orgulloso de serlo, pero hemos cometido muchos errores".
Para comprobar hasta qu¨¦ punto lo tiene dif¨ªcil basta con dar un paseo. En el 18 de la calle 31, Jeff Russo, empresario de 38 a?os, cree que "los conservadores ganar¨¢n por el voto de protesta". Aprecia a Ignatieff "porque soy de izquierdas y nunca me ha gustado el nacionalismo", pero no le hace ascos a un Gobierno conservador apoyado por la izquierda: "Lo que hace falta es confianza e integridad". Cuatro casas m¨¢s arriba, una mujer sujeta al perro en la puerta y condena el desembarco de Ignatieff: "Creo que va a haber un cambio, ya era hora".
?Qu¨¦ se le ha perdido aqu¨ª a Ignatieff? "Creo en el servicio p¨²blico, y esto es su expresi¨®n m¨¢s pura: pones toda la carne en el asador, arriesgas la derrota porque crees en el servicio a los ciudadanos". ?Y si pierde? "No s¨¦, pero cuando se deja la seguridad de Harvard para salir a la plaza p¨²blica, no es como para volverse atr¨¢s a la primera". ?Y si gana? "Voy a ser un pol¨ªtico diferente. Voy a cambiar las reglas".
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