Cosecha rojinegra del 87
Hay un tipo de entrenador que puede ganarse en un minuto el respeto de sus jugadores: le basta tocar el bal¨®n y demostrar que, pese a los a?os, la barriga y en su caso el pitillo, a¨²n lo hace mejor que cualquiera. Hay otro estilo, el del entrenador que nunca fue futbolista, que s¨®lo alcanza a darle al cuero con la punta del zapato y que desde ni?o so?¨® con esquemas, m¨¦todos y pizarras llenas de flechas. ?se suele ser un pesado. Dentro de la escuela del t¨¦cnico vocacional, plasta y pedante, la figura se?era se llama Arrigo Sacchi.
Quienes sufrieron sus clases te¨®ricas a¨²n las recuerdan como un galimat¨ªas interminable. En televisi¨®n, con su tonillo displicentemente did¨¢ctico y su ret¨®rica pseudocient¨ªfica, resultaba insufrible. Gianni Brera, uno de los mejores periodistas deportivos italianos de todos los tiempos (y un tipo que, adem¨¢s, sab¨ªa servir un bal¨®n a 30 metros), emiti¨® sobre Sacchi un juicio negativo cuando fue nombrado seleccionador italiano: "En el Milan tuvo tres grandes ases holandeses. Me temo que sin ellos su f¨²tbol parecer¨¢ caprichoso".
Rijkaard, Ancelotti, Donadoni y Van Basten son una generaci¨®n de t¨¦cnicos imaginativos
Sacchi no volvi¨® a triunfar como en aquel quinquenio, 1987-1992, en el que el Milan se declar¨® inventor de cosas que llevaban tiempo inventadas, como la presi¨®n, el marcaje en zona, la disposici¨®n compacta, la rapidez, el 4-4-2 y dem¨¢s y arras¨® el mundo. El maestro Brera atribuy¨® el m¨¦rito de aquellos a?os de gloria rojinegra al talento de Van Basten, Gullit y Rijkaard y a la seriedad de Baresi, y uno tiende a compartir esa opini¨®n.
Y, sin embargo, algo muy especial ocurri¨® en 1987 en el vestuario milanista. Entre quienes se sentaron aquel a?o ante la pizarra y aguantaron desde entonces el mani¨¢tico detallismo te¨®rico de Sacchi hab¨ªa cuatro centrocampistas, los cuatro titulares, Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Carlo Ancelotti y Roberto Donadoni, que debieron de entender algo. Tambi¨¦n el delantero centro, el formidable Marco van Basten, sac¨® alg¨²n provecho de aquellas horas tediosas. Porque Rijkaard, Ancelotti, Donadoni y Van Basten y, en menor medida, Gullit (por cuestiones de car¨¢cter) constituyen una generaci¨®n de t¨¦cnicos imaginativos, h¨¢biles y amantes del f¨²tbol ofensivo.
El Milan parece estar cerrando un ciclo. Ancelotti ha ganado su scudetto y su Copa de Europa y ahora, pese a la victoria de ayer y pese a la ocasional brillantez, los Maldini, Caf¨², Costacurta y Stam se han hecho viejos y el juego de ataque se despliega de forma bastante previsible. Lo m¨¢s probable es que Ancelotti no siga la temporada pr¨®xima. Corresponde reconocer que ha sabido manejar un vestuario en el que no es ¨¦l quien manda, sino el tot¨¦mico Maldini; que ha sabido fichar por cuatro chavos talentos como Kak¨¢; que ha sabido reconvertir a trescuartistas irredentos como Pirlo; que ha defendido el f¨²tbol bonito, y que todo eso lo ha hecho con el propietario Berlusconi siempre en la chepa.
Berlusconi piensa en dos ex compa?eros y amigos de Ancelotti, Van Basten (selecci¨®n holandesa) y Rijkaard (Barcelona), para sustituirle. Como alternativa dispone de Donadoni, otro fruto de aquella excelente cosecha rojinegra del 87: est¨¢ manejando muy bien al Livorno y goza de gran predicamento en la profesi¨®n. Fabio Capello, el anti-Sacchi surgido tambi¨¦n del cuadro t¨¦cnico milanista, le considera el entrenador italiano con m¨¢s futuro.
Parece mentira que todo ese talento saliera de las clases de un entrenador que ya en 1985, al frente del Rimini, proclam¨® el m¨¢s mezquino de los principios como base de sus teor¨ªas: "La magia en el f¨²tbol es una f¨¢bula que convendr¨ªa prohibir".
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