La lechera
Me produjo asombro la escasa reacci¨®n que tuvo entre la ciudadan¨ªa el fiasco de haber perdido Madrid la posibilidad cercana de que los Juegos Ol¨ªmpicos se celebraran aqu¨ª. No estoy seguro de que todo el mundo se lo hubiera tomado en serio, aunque sea de suponer que los sectores relacionados con el turismo y la restauraci¨®n lo hayan considerado como un fracaso que mucho ata?e a su econom¨ªa. Si algo tienen de positivo estas cuchipandas deportivas, los grandes congresos, las finales de f¨²tbol y cuanto interesa a la opini¨®n cotidiana es su incidencia revulsiva en la cara externa de la ciudad y la renovaci¨®n de su maquinaria de servicios. Cuando las probabilidades eran altas, se desperez¨® la especulaci¨®n inmobiliaria, se conmovi¨® la industria hotelera, se aceleraron los trabajos de conservaci¨®n de esta inacabada Villa, e imagino que hasta las organizaciones delictivas plantearon novedosos sistemas de estafa, robo perjuicio del pr¨®jimo.
Creo que ha sido sensata la congelaci¨®n de algunas obras p¨²blicas municipales, y que nos pill¨® a tiempo la negativa antes de haber arriesgado demasiados recursos entre el ramo de la acogida de viajeros. Los hoteles, como los conocimos quienes ya somos muy mayores, fueron una instituci¨®n relativamente moderna, surgida de la afluencia de viajeros solventes que desde?aron las posadas, albergues, mesones, casas de hu¨¦spedes y pensiones de mala muerte. La misma palabra, hotel, viene del franc¨¦s e inicialmente solo significaba una morada grande, unifamiliar, ciudadana y de costoso mantenimiento. Hasta principios del siglo anterior la gente viajaba poco, la mov¨ªan las guerras, los desastres naturales o provocados. Los j¨®venes dejaban el hogar paterno para hacer la mili, contando con el alojamiento cuartelero, y los estudiantes en casa de familiares, paisanos o en las ¨ªnfimas pensiones establecidas en las proximidades de la Universidad.
La conmoci¨®n hotelera viene de atr¨¢s. Suele acontecer con los medios de comunicaci¨®n: se sabe poco de los reales propietarios. "Una sociedad suiza, unos inversores alemanes, una cadena americana" han sido los telones de fondo evanescentes tras los que se mov¨ªan los hilos financieros. Alguien recordar¨¢, si tienen buena memoria, los avatares pasados por prestigiosos albergues, como el Ritz y el Palace, originariamente en unas solas manos. Hace unos siete u ocho a?os fueron la comidilla financiera, y se habl¨® del justiprecio del Ritz, en 9.000 millones de pesetas, cifra hoy rid¨ªcula. Entonces, y presumiblemente hoy, este lujoso hotel dispone de 150 habitaciones dobles y 25 suites que, cuando est¨¢n en oferta es porque existe una fluida demanda, aunque cueste imaginar qui¨¦nes puedan abonar la desorbitada factura de una semana de estancia. En otros tiempos, la n¨®mina fija era de 250 empleados, aunque se hayan amortizado muchos puestos, como el de los botones o recaderos, los mozos de equipaje, cuyas funciones han asumido los porteros, recepcionistas y administrativos.
El anuncio y la posibilidad de que la capital fuera residencia de unos Juegos Ol¨ªmpicos desencaden¨® el inter¨¦s por este variable sector. No s¨®lo el alcalde estaba dispuesto a llenar las inmediaciones de estadios de f¨²tbol y piscinas reglamentarias, sino que muchas personas y entidades se aprestaron a la adquisici¨®n de inmuebles, la contrata de arquitectos y planos susceptibles de ser subvencionados, sino que muchos peque?os y desfallecientes negocios modestos pensaron inminente una filantr¨®pica lluvia de man¨¢. Se adelantaron sumas indiscutidas de expropiaciones, y en muchos hogares y oficinas volv¨ªa a repetirse el viejo cuento.
Se acercaba una ¨¦poca de prosperidad a corto plazo y, al reposado d¨ªa de hoy, quiz¨¢s fueron providenciales las mentecatas palabras del entonces pr¨ªncipe heredero de M¨®naco, que s¨®lo acertaron en la mala intenci¨®n, aunque dudo que haya sido un dato ni siquiera tenido en cuenta. La prueba es que la ciudad sustituta, Londres, fue conmovida, muy pocos d¨ªas despu¨¦s, con el zarpazo inclemente del terrorismo. Uno no sabe si hay relaci¨®n entre causas y efectos, como nos hab¨ªa ense?ado.
Poco se ha hablado de ello, de lo que no cabe sino congratularse por haberse atajado, casi de ra¨ªz, las funestas consecuencias del cuento de la lechera. En otras dimensiones fue lo que cada semana vive cada cual con la ilusi¨®n de las loter¨ªas.
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