Qu¨¦ c¨¦lulas, madre
Los debates y aparentes esc¨¢ndalos sobre si hubo o no l¨ªneas celulares humanas tipo madre, que parece que no, reorientan la pol¨¦mica p¨²blica hacia el asunto de la veracidad de los experimentos y la fiabilidad de los mecanismos por los que las ciencias se eval¨²an por personas expertas, a menudo sesgadas por sus propias convicciones. Las expectativas que generan algunas noticias sobre la experimentaci¨®n biol¨®gica cobran la fuerza de un mercado de futuros: se habla de lo que valdr¨¢ tal o cual investigaci¨®n en mayor medida que del duro trabajo experimental en los laboratorios de todo el mundo. En ellos, moscas, microorganismos y extractos se tratan con cuidado exquisito y normas de uso detalladas para comprobar cada d¨ªa la extraordinaria complejidad de los fen¨®menos biol¨®gicos, la diversidad de mol¨¦culas que intervienen y su permanente especificidad, es decir, su singularidad.
Pero el mercado de futuros, que parece continuaci¨®n del generado por los ¨¦xitos de la ingenier¨ªa gen¨¦tica y que desemboc¨® en la d¨¦cada de 1980 con la entrada en bolsa de empresas de biotecnolog¨ªa, arrastra simplificaciones a menudo toscas.
Para cada experimento que intenta obtener l¨ªneas de c¨¦lulas madre embrionarias, hace falta, al menos, un ¨®vulo: el que una mujer genera en uno de sus periodos menstruales. Uno al mes por mujer. Unos 500 por mujer a lo largo de su vida. Cu¨¢ntos se habr¨¢n usado ya para desarrollar la gran promesa de las c¨¦lulas madre, no se sabe con exactitud. El calificativo de madre para tales c¨¦lulas es, por una vez, acertado, pero sigue sin calar que se trata de cuerpos de mujer. La participaci¨®n activa de las mujeres en este proceso se soslaya en buena parte de las informaciones sobre las dificultades experimentales para poner a punto l¨ªneas madre celulares. Como la fil¨®sofa valenciana Ana S¨¢nchez se encarga de recordarnos, ni un solo gr¨¢fico explicativo del proceso por el cual las c¨¦lulas madre embrionarias ser¨ªan tan ¨²tiles recuerda su procedencia, en cantidades muy limitadas dado su n¨²mero, y sobre todo, dado el uso que las mujeres querr¨¢n hacer de su propio cuerpo: pocas parecen querer convertirlo en f¨¢bricas de ¨®vulos, seg¨²n las noticias.
La historia reciente de la biolog¨ªa est¨¢ llena de casos en los que los cient¨ªficos, hombres y mujeres, fallan a favor o en contra de determinados trabajos escritos por otros con resultados que pudieran ser errados. No hay esc¨¢ndalo posible a estas alturas: desde los primeros trabajos presentados a la Royal Society de Londres en plena revoluci¨®n cient¨ªfica en el siglo XVII los cient¨ªficos se juzgan entre s¨ª con acierto desigual -con el mismo con el que yerran y aciertan otros profesionales-. M¨¢s bien parece que un exceso de simplificaci¨®n haya depositado en la experimentaci¨®n biol¨®gica esperanzas con evidencias por venir. Que una probable terapia proceda de los ¨®vulos de las mujeres no hace m¨¢s que reforzar el papel biol¨®gico del sexo femenino, por un lado, y la complejidad biol¨®gica, por el otro.
Seguimos lejos de aceptar, en las mediaciones con un p¨²blico cada vez menos lego, esas complejidades, que incluyen enzimas, prote¨ªnas de muchas clases, y cuerpos de mujer, y no s¨®lo ¨¢cidos nucleicos, promesas terap¨¦uticas en un mundo de investigaci¨®n biol¨®gica m¨¢s bien centrado en el desarrollo del diagn¨®stico. El tubo de ensayo es hoy un operador a peque?a escala del orden cient¨ªfico, t¨¦cnico y social, y los ¨®vulos madre y los espermatozoides padre no han podido sustituirse en procesos muy concretos de reproducci¨®n. Su composici¨®n y sus estructuras atraviesan las barreras disciplinares, las paredes de los laboratorios y las fronteras nacionales mientras se multiplican los esfuerzos por descifrarlos, con los riesgos que el desconocimiento actual, tan grande todav¨ªa pese a que haya llegado a saberse tanto, pueda generar a la hora de aceptar o no trabajos en famosas revistas extranjeras de difusi¨®n internacional.
Los procesos fisiol¨®gicos de los seres vivos, aunque se dejen simplificar en esquemas de la belleza de una h¨¦lice doble de ADN, carecen en la pr¨¢ctica de los laboratorios de simpleza alguna. Cada frase corta de los manuales, cada afirmaci¨®n aceptada y ense?ada en las aulas, tiene detr¨¢s una lista ilustre de experimentos que tardaron m¨¢s o menos en ser aceptados por expertos que los evaluaron para recomendar o no su publicaci¨®n. La lista de trabajos pioneros que se rechazaron en los primeros intentos de darles publicidad entre especialistas es inmensa. Como larga es la descripci¨®n que se hace en las enciclopedias de la voz espermatozoide, y corta la que se dedica a ¨®vulo, pese a las promesas de tus c¨¦lulas, madre.
Mar¨ªa Jes¨²s Santesmases es investigadora del Instituto de Filosof¨ªa del CSIC, Madrid (mjsantesmases @ifs.csic.es)
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