La gran trampa
Tal y como van las cosas, parece que no tardar¨¢ mucho en hacerse real esa vieja y recurrente pesadilla de tantos ciudadanos madrile?os: un d¨ªa al salir de casa nos abordar¨¢ un celoso funcionario municipal para cobrarnos una tasa por respirar, por consumo de ox¨ªgeno, que es un bien escaso y necesario en la ciudad contaminada. De momento, el impuesto podr¨ªa aplicarse s¨®lo a los fumadores que vierten cada d¨ªa en la atm¨®sfera urbana sus malignos humos impunemente, con m¨¢s descaro que nunca pues las prohibiciones recientes les obligan a fumar al aire libre, que ya no lo ser¨¢ tanto.
En su ¨ªmproba e incesante labor por mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, nuestras autoridades nacionales, comunitarias y municipales, debaten estos d¨ªas sobre la conveniencia de imponer un peaje a los automovilistas que accedan a Madrid en sus veh¨ªculos privados. La ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, va a¨²n m¨¢s all¨¢: "Soy partidaria", declara, "de imponer peajes a los coches que accedan a la capital y de cualquier otra medida de restricci¨®n".
?Cualquier otra?, no hay duda de que el encarcelamiento, la tortura y el embargo de veh¨ªculos a la primera infracci¨®n producir¨ªan excelentes resultados, pero si los r¨¦probos insisten en ir a trabajar todos los d¨ªas al centro de la urbe en sus autom¨®viles, en vez de utilizar los c¨®modos, baratos y puntuales medios de transporte p¨²blicos, entonces podr¨ªa llegarse a la mutilaci¨®n por v¨ªa penal, a la amputaci¨®n de manos, una a la primera infracci¨®n y la otra por reincidencia, pues los hay que no escarmientan. Con esta radical medida disuasoria, prevista en sabios y antiqu¨ªsimos c¨®digos, el cobro del peaje ser¨ªa enormemente eficaz, pues est¨¢ demostrado que en los pa¨ªses isl¨¢micos que emplean este reputado m¨¦todo con los ladrones, los robos, sobre todo los robos a mano armada, o simplemente a mano, han descendido una barbaridad.
Reflexionemos antes de llegar a las manos, el cobro del peaje, medida que, como nos recuerdan con ilustrado papanatismo sus mentores, ya se aplica en ciudades tan europeas como Londres o Estocolmo, es claramente discriminatorio, un castigo a?adido para las econom¨ªas depauperadas y un leve inconveniente para las m¨¢s boyantes. "Si eres pobre, no conduzcas" podr¨ªa ser uno de los reclamos propagand¨ªsticos de la campa?a. Con un peaje fuerte los ¨²nicos coches que ver¨ªamos por nuestras calles ser¨ªan tal vez, Mercedes y BMW y, por supuesto coches oficiales, y los ciudadanos pudientes podr¨ªan circular con gran comodidad y sin contaminar demasiado el medio ambiente, pues ya se sabe que los autom¨®viles antiguos y baratos contaminan mucho m¨¢s que los coches de lujo, provistos a veces de ingeniosos mecanismos ecol¨®gicos de reducci¨®n de humos y de gases.
Mientras se proponen estas medidas disuasorias y recaudatorias, las autoridades promueven a diario, nuevas autov¨ªas y autopistas (de peaje) para hacer m¨¢s f¨¢cil el acceso a la urbe a los automovilistas invasores, ladrones de aire y de espacio y delincuentes ecol¨®gicos. Se trata, por lo visto, de atraerles para que caigan en la gran trampa urbana. El tr¨¢fico, nos dicen, ha descendido ya en la almendra central de la ciudad. Para el concejal de Seguridad y Movilidad, extra?o binomio, s¨®lo comparable a aqu¨¦l de Informaci¨®n y Turismo, este descenso se debe al plan, diab¨®lico por cierto, de restringir el aparcamiento en el centro, donde estacionar gratis y legalmente es una quimera y encontrar una plaza de pago una haza?a de la que suelen ufanarse los conductores favorecidos.
Para la oposici¨®n, son las innumerables obras (de movilidad) emprendidas en la urbe y en sus alrededores las que han obrado el milagro. Gobierno y oposici¨®n coinciden en aprobar el innovador peaje, aunque difieren en el plazo de aplicaci¨®n. Antes habr¨ªa que fomentar el transporte p¨²blico en superficie, volver a los tranv¨ªas y concienciar a la ciudadan¨ªa, afirman, pero la ciudadan¨ªa ya est¨¢ concienciada y si reincide en acceder en su coche al trabajo, es, salvo excepciones, porque no le queda m¨¢s remedio. Si el transporte p¨²blico fuera gratuito, o muy barato, y eficaz, el peaje ser¨ªa s¨®lo una de esas malas ideas que se les ocurren a los que mandan cuando tienen un mal d¨ªa.
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