Pactos, qu¨¦ pactos
La pol¨ªtica y la meteorolog¨ªa valenciana deben tener alg¨²n inexplicable nexo en com¨²n. Tan pronto nos aburrimos y agostamos por la invisibilidad de nuestros representantes p¨²blicos y la escasez de lluvia, como nos inquietamos y desesperamos por la fren¨¦tica actividad de los unos o por las cataratas de agua que acaban convertidas en riadas. Ya lo dice Raimon "al meu pa¨ªs, la pluja no sap ploure", y Joan Fuster dej¨® escrito Un pa¨ªs sense pol¨ªtica, que es lo mismo que decir un pueblo sin pol¨ªticos. Y en estas estamos, pasando del alfa del consenso, los brindis y los premios de convivencia por un Estatut pactado entre el PP y el PSPV, al omega del Apocalipsis y la ruptura de toda relaci¨®n porque los socialistas quieren modificar dos aspectos de un total de 92 art¨ªculos, referidos a la reducci¨®n de la barrera del 5% al 3% para tener presencia en las Cortes Valencianas y al mantenimiento del texto de 1982 por lo que concierne a la lengua de los valencianos.
Propuestas tan revolucionarias han sido contestadas desde las filas del PP con la munici¨®n de grueso calibre que utilizan de continuo para abatir cualquier pieza, sea un mosquito o un elefante. Aunque en honor a la verdad, hay que reconocer que antes de empezar a disparar, el Consell advirti¨® de que los pactos -la firma del Estatut- estaban para cumplirse. Desafortunadamente el Gobierno valenciano no tiene gran credibilidad en este terreno. Francisco Camps tiene una muy particular manera de interpretar los acuerdos que alcanza e, incluso, los que ¨¦l mismo propone. En el caso del Estatut, puesto que de ello hablamos, el PP se comprometi¨® a modificar la ley del Consejo Jur¨ªdico Consultivo, a la puesta en marcha del Consejo del Audiovisual y a un mayor pluralismo en Canal 9. De los tres compromisos, s¨®lo ha cumplido el primero. Del segundo mejor no hablar y del tercero, cualquiera que se asome a la pantalla de la televisi¨®n valenciana comprobar¨¢ en qu¨¦ ha quedado. No es el PP, ni su presidente, el m¨¢s adecuado para reclamar a nadie el cumplimiento de acuerdo alguno. El l¨ªder de la oposici¨®n lo sabe porque se ha sentido enga?ado en varias ocasiones.
Al enga?o, tan habitual en pol¨ªtica, el PP valenciano le a?ade un grado m¨¢s hasta llegar a la falsedad cuando quiere hacer ver que las modificaciones que los socialistas pretenden introducir en el Congreso de los Diputados son el precio que hay que pagar a Esquerra Republicana de Catalunya y a Converg¨¨ncia i Uni¨® por el acuerdo alcanzado en el estatuto catal¨¢n. De nuevo el fantasma del anticatalanismo m¨¢s rampl¨®n. ?C¨®mo es posible que un texto redactado en 1982 sirva de moneda de cambio para un pacto de 2006? La magnitud de la falsedad s¨®lo tiene una raz¨®n de ser: mantener una estrategia de la tensi¨®n para enfrentar y dividir a los valencianos, con el ¨²nico objetivo de servir a intereses partidistas desde un gobierno que deber¨ªa ser de todos. No es casual que los voceros populares centren su discurso en una cuesti¨®n simb¨®lica que deber¨ªa quedar al margen tras la puesta en marcha de la Acad¨¨mia. Otro gran pacto que el PP ha roto sin el menor rubor. Y tampoco es casual que los populares ignoren, en su oposici¨®n a cambiar una coma del Estatut, la supresi¨®n de la barrera del 5%. Les molesta que se les eche en cara su negativa a ampliar la representatividad de los valencianos en las Cortes y les resulta dif¨ªcil explicar semejante decisi¨®n ante la opini¨®n p¨²blica.
El PP juega con ventaja y oportunismo. De un lado, agita la divisi¨®n social con los argumentos de la extrema derecha -?desde el Consell!- De otro, sostiene, con raz¨®n, que no se puede modificar el Estatut desde Madrid contra la voluntad mayoritaria de las Cortes Valencianas y contra el Consell. ?ste es el punto m¨¢s d¨¦bil de la argumentaci¨®n de Pla. Dif¨ªcilmente se puede modificar nada sin la aquiescencia del PP valenciano, no se entender¨ªa. Pero tampoco se comprende su oposici¨®n cerrada a introducir unos cambios que aumentar¨ªan el consenso sobre la norma b¨¢sica de los valencianos. Su rechazo tiene otras ra¨ªces que nada tienen que ver con los pactos ni con un supuesto pago por el acuerdo en el estatuto catal¨¢n. Al menos que no enga?en.
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