El empuj¨®n federalizante
La posibilidad de celebrar un refer¨¦ndum como el que mencion¨® esta semana Mariano Rajoy fue rechazada por 240 votos en contra, 4 abstenciones y 16 votos a favor en 1978, durante el debate constitucional. Los votos favorables fueron los de Alianza Popular y de ERC, y los contrarios, los de todos los dem¨¢s. De hecho, ese art¨ªculo fue uno de los que m¨¢s cambiaron a su paso por el Congreso, sobre todo porque la izquierda y el centro ten¨ªan p¨¢nico a que fuera utilizado con fines populistas y a que se produjeran conflictos graves entre el Parlamento y el resultado de algunas de esas consultas. Fraga, gran defensor del refer¨¦ndum, ayud¨® a unificar los criterios cuando aludi¨®, con sinceridad, a las leyes "pol¨¦micas" que, a su juicio, podr¨ªan ser sometidas inmediatamente a ese examen p¨²blico: las del divorcio y del aborto.
La iniciativa actual de Rajoy queda, pues, limitada a una simple recogida de firmas, sin soporte legal, lo que no quiere decir que no tenga efectos pol¨ªticos y medi¨¢ticos. El primero de ellos es que durante toda la campa?a se seguir¨¢ hablando del Estatut, lo que taponar¨¢ cualquier esfuerzo para advertir a los ciudadanos sobre otros aspectos de la vida p¨²blica cada vez m¨¢s inquietantes. Quiz¨¢s el primero de ellos sea el intolerable funcionamiento de la justicia, y especialmente del ¨®rgano encargado del gobierno del Poder Judicial (CGPJ).
Lo preocupante no es que el CGPJ se pronuncie sobre el texto enviado por el Parlamento de Catalu?a. Lo inquietante es que, organizado como est¨¢ organizado, y gobern¨¢ndole quienes le gobiernan, en el Poder Judicial est¨¢n sucediendo cosas de dif¨ªcil comprensi¨®n: por ejemplo, la puesta en libertad de presos de Al Qaeda relacionados con el atentado de Nueva York simplemente por culpa de retrasos judiciales. ?De verdad piensan los responsables del gobierno de los jueces que los ciudadanos de este pa¨ªs van a soportar que los acusados de realizar los atentados de los trenes de cercan¨ªas de Madrid salgan tambi¨¦n en libertad, como ser¨¢ su derecho, si el sistema judicial no es capaz de hacer su trabajo a tiempo?
Otra consecuencia de la iniciativa del PP es que tampoco va a permitir que se desarrolle lo que deber¨ªa ser un debate sensato, y muy interesante, en la Comisi¨®n Constitucional,sobre el nuevo Estatut y sus repercusiones en el conjunto del Estado. Porque, aunque todav¨ªa no se conoce con precisi¨®n el texto pactado con tanta habilidad por Zapatero, s¨ª parece que algunos extremos, cuando se generalicen, podr¨ªan suponer la profundizaci¨®n del sistema "federalizante" espa?ol.
Empe?ados en discutir sobre cosas inexistentes (peligro para la unidad de Espa?a, recorte de la soberan¨ªa) se puede desaprovechar la ocasi¨®n para debatir realmente sobre la "federalizaci¨®n" de Espa?a, algo que puede acarrear el nuevo sistema de financiaci¨®n, cuando se aplique al conjunto de las comunidades aut¨®nomas. Se tardar¨¢ lo que se tarde, pero los mecanismos aprobados ahora permitir¨¢n a todas las comunidades disponer de m¨¢s recursos econ¨®micos, lo que, l¨®gicamente, supondr¨¢ el adelgazamiento de los medios a disposici¨®n de la Administraci¨®n central (salvo que suban los impuestos o la deuda p¨²blica). Las autonom¨ªas, en su conjunto, van a recibir un gran empuj¨®n, y quiz¨¢s ya sea hora de hablar de la palabra de 11 letras que comienza por efe. Algunos incluso creemos que el sistema federal es el mejor m¨¦todo de organizaci¨®n territorial y que se convierte a menudo en el aut¨¦ntico enemigo de los nacionalismos, porque exige lealtad e igualdad, algo que es una maldici¨®n para los obsesionados con la identidad.
La naturalidad con la que Zapatero ha puesto en marcha este proceso es novedosa, pero sigue ech¨¢ndose en falta un debate m¨¢s extenso y m¨¢s p¨²blico. Parece que el hecho de que el nuevo Estatut se vaya a aprobar con el voto en contra del PP no le provoca el menor aleteo en el pecho. Son otros, de m¨¢s edad, quienes manifiestan inquietud. No porque los dirigentes del PP est¨¦n en contra, lo que no tiene importancia, sino porque todo el proceso arranca sin el acuerdo de los votantes del PP, que son varios millones, que s¨ª son importantes y a los que quiz¨¢s convendr¨ªa convencer. Zapatero, seg¨²n una reciente encuesta, tiene una aceptaci¨®n del 58% entre los electores de 18 a 34 a?os: quiz¨¢s a ese sector de la poblaci¨®n le suceda lo mismo que a ¨¦l y no sienta el miedo a la radicalizaci¨®n de la derecha. Otros lo conservan vivo. solg@elpais.es
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