Una idea valiosa
?Es Espa?a una idea valiosa, algo que merezca la pena defender? S¨¦ que mi pregunta puede resultar capciosa, sobre todo en funci¨®n del objetivo que se propone. Ning¨²n pa¨ªs se plantea su existencia en esos t¨¦rminos. Por otra parte, Espa?a es una realidad y no una idea, no al menos en el sentido de prop¨®sito, de algo a alcanzar, que se le suele dar a esa palabra. Se puede tener, sin embargo, una idea de una realidad con ¨¢nimo de moldearla, de otorgarle una direcci¨®n, con lo que se le reconoce su naturaleza din¨¢mica. Adem¨¢s, ha sido habitual estos ¨²ltimos a?os que algunos reprobaran a otros por carecer de una idea de Espa?a, reproche que encerraba la acusaci¨®n de que no reconocieran una realidad, la de Espa?a, a la que impl¨ªcitamente se le otorgaba una naturaleza est¨¢tica: no tener una idea de Espa?a significaba en esos casos ignorar una realidad que llevaba ya adherida la idea un¨ªvoca de su inmutable existencia. Hablemos, pues, de la idea de Espa?a, un ¨¢mbito de discusi¨®n impropio de los pa¨ªses s¨®lidamente constituidos, que no suelen elevar su indiscutible realidad a idea, salvo que la vean seriamente amenazada. ?Es ¨¦ste nuestro caso?
El prop¨®sito de los nacionalistas es alcanzar comodidades para seguir sinti¨¦ndose inc¨®modos
Es evidente que nuestro pa¨ªs sufre tensiones secesionistas. No es preciso juzgar intenciones para saberlo, ya que un importante porcentaje de ciudadanos de Euskadi y de Catalu?a manifiestan ese deseo de forma expl¨ªcita, y el anhelo de secesi¨®n gu¨ªa la actuaci¨®n pol¨ªtica de los partidos nacionalistas de esas comunidades. La importancia de estos anhelos regionales ha generado tensiones pol¨ªticas en nuestro pa¨ªs en el ¨²ltimo siglo y es ahora mismo la causa de la crisis de identidad que atravesamos. Si nos planteamos la idea de Espa?a, es porque hay un sector relevante de espa?oles que no aceptan su realidad. Naturalmente, podemos cuestionar como falaces las pretensiones de quienes cuestionan la realidad espa?ola, de quienes fabulan sobre una existencia pol¨ªtica anterior a ¨¦sta. En ese conflicto entre realidades sustanciales originarias podr¨ªamos vencer, pero dudo de que logr¨¢ramos convencer, es decir, erradicar el problema.
Es muy posible que la situaci¨®n espa?ola actual (social, econ¨®mica, incluso antropol¨®gica) sea lo suficientemente integradora como para resolver el problema por s¨ª misma, y que las tensiones que vivimos sean inerciales y fruto del deseo de poder de determinadas elites pol¨ªticas. Hasta podr¨ªamos concluir que su virulencia emana de las mismas medidas que se han adoptado para solucionarlas: siempre quedan cortas para unas elites que se fortalecen con ellas. Los nacionalismos s¨ª tienen una idea de Espa?a, o de lo que denominan Estado espa?ol, una idea acomodaticia y reivindicativa que hace del pa¨ªs grande una fatalidad hist¨®rica s¨®lo soportable en t¨¦rminos de comodidad, es decir, en funci¨®n del beneficio. Quieren sentirse c¨®modos en el seno de una realidad que, en principio, les ser¨ªa perjudicial: se sacrifican por el bien com¨²n, pero no est¨¢n dispuestos a tanto sacrificio. El argumento -y es ¨¦se el que subyace en toda su ret¨®rica- es falso, pero es el que les permite alcanzar comodidades para seguir sinti¨¦ndose inc¨®modos. De ah¨ª que su idea de Espa?a resulte delet¨¦rea, ya que consiste en crear una realidad en la que nos sintamos tan c¨®modos que ya no nos necesitemos unos a otros.
Ignoro c¨®mo se puede romper ese c¨ªrculo vicioso ni si hay forma alguna de romperlo. Si Espa?a es una idea valiosa -y creo que lo es-, tendremos que convencernos de ello y actuar en consecuencia. Es decir, tendremos que ultimar una realidad institucional que canalice las tensiones que van a derivarse de nuestra particular idiosincrasia e impida los aventurerismos y chapuzas, de los que son muestra ¨²ltima el plan Ibarretxe y la redacci¨®n inicial del Estatut. Y esto no se consigue enfrentando a unas comunidades con otras o a las m¨¢s d¨ªscolas con el resto. Se precisan unas reglas de juego claras y guiadas por la lealtad.
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