El blanco m¨¢s blanco
Con la sentencia "de la nada sali¨® el blanco", que le fue trasmitida por Jos¨¦ Guerrero y que ¨¦l luego brevemente glosa, Miguel ?ngel Campano (Madrid, 1948) vuelve por sus fueros sorprendi¨¦ndonos una vez m¨¢s, lo que tiene su m¨¦rito porque lo hace siempre a trav¨¦s de la pintura. Antes fue el negro y ahora el blanco, los dos extremos de la gama crom¨¢tica, algo que demuestra que, en la madurez, Campano se ha vuelto radical. De todas formas, si el negro y el blanco se parecen por su misma condici¨®n de color de colores, no son lo mismo por su muy antit¨¦tica gradiente luminosa. En su inocencia absoluta, el blanco es la pura luz, y por tanto, simb¨®licamente, es el color de los cambios totales, el del nacimiento y el de la muerte, pero tambi¨¦n el de la revoluci¨®n. En este sentido, hay una historia marcada por el blanco en el revolucionario arte del siglo XX, desde los impresionistas, que comprendieron que la nieve era iridiscente, hasta Mal¨¦vich y los pintores minimalistas, que le dieron un tono opaco. Da igual: de la nada surge el blanco y el blanco anuncia la nada, pero sin olvidar la naturaleza nutricia de la nada, llamada por Mallarm¨¦ "musical"...
MIGUEL ?NGEL CAMPANO
'De la nada sali¨® el blanco'
Galer¨ªa Juana de Aizpuru
Barquillo, 44. Madrid
Hasta el 11 de febrero
Es dif¨ªcil, en cualquier caso,
no ponerse a lucubrar con el blanco, pero sin distraerse del sentido que le da Campano en su pintura. ?l lo explica, pero salta a la vista en sus cuadros: inicialmente bien manchados de colores, cuyo brillo va enterrando en su masa de capas de blanco, oblig¨¢ndolos a destellar por entre las profundidades. Su procedimiento est¨¢ en la ant¨ªpoda de la n¨ªvea orfebrer¨ªa impresionista, pero, tambi¨¦n a diferencia de los minimalistas, deja avivados los rescoldos crom¨¢ticos subterr¨¢neos. Su t¨¦cnica, as¨ª, pues, no es sofisticada, ni aplanadamente elegante, sino expresionista, voluntariamente tosca, muy sentida y urgida, como dictada por una pasi¨®n sin contemplaciones. Y el efecto logrado, muy dram¨¢ticamente contundente. De esta manera, los blancos de Campano no se resuelven en las luces sordas, metaf¨ªsicas, de Rothko, sino en una especie de sudario que vela una profundidad palpitante, muy sensual. Claro que, en el filo de la navaja de los blancos, hay que matizar con cuidado hasta la sensualidad, porque la de Campano no es t¨¢ctil y oleaginosa, sino cargada de la ansiedad de una promesa de felicidad inalcanzable, o, cuando menos, como tr¨¢gicamente velada. En cierta manera, esta purificaci¨®n blanca de Campano, esta "albedo", tiene algo como de fondeamiento a ciegas en la luz, entre el deslumbramiento y las huellas de luz que restan en la retina. Quiz¨¢ nos sorprenda esta ¨²ltima salida blanca de Campano, pero no su pertinaz bravura pict¨®rica. En ella, sigue.
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