Francia asedia al tenebroso juez del 'caso Outreau'
Todo empez¨® hace cinco a?os, en febrero de 2001, en un pueblecito del norte de Francia llamado Outreau, cuando la polic¨ªa detuvo a un matrimonio acusado de violar a sus hijos menores de edad. El terreno estaba abonado: pocos meses antes, la opini¨®n p¨²blica diger¨ªa malamente el relato de los terribles cr¨ªmenes del pederasta belga Marc Dutroux. Un joven juez instructor debutante, Fabrice Burgaud, con cara de ni?o t¨ªmido y empoll¨®n, junto a la mente fantasiosa y enferma de Myriam Badaui, la madre abusadora detenida, se combinaron para poner en marcha uno de los desastres judiciales m¨¢s dolorosos de los ¨²ltimos tiempos en Francia.
A partir de las declaraciones de los dos detenidos y de sus hijos, Burgaud cree encontrarse ante el caso del siglo y detiene hasta 17 personas, acusadas no s¨®lo de todo tipo de actos de pedofilia, sino incluso de asesinatos de beb¨¦s. Todo era falso. S¨®lo cuatro eran culpables. El resto ha pasado meses o a?os en las c¨¢rceles, insultados y maltratados como les sucede en las prisiones a los violadores de menores, hasta el punto de que uno de ellos se suicid¨®, y casi paralizados ante el absurdo de unas acusaciones sobre las que no sab¨ªan nada y frente a la cerraz¨®n del juez, que descartaba todas las pruebas que pudieran poner en duda sus prejuicios.
Todo era falso. De los 17 acusados, s¨®lo cuatro eran culpables. El resto pas¨® meses o a?os en la c¨¢rcel, tratados como violadores. Uno de ellos se suicid¨®
El pasado mes de diciembre, un tribunal de apelaci¨®n les exculp¨® y se abri¨® la puerta por la que la sociedad francesa contempl¨® con terror c¨®mo funciona el mecanismo de la justicia y hasta qu¨¦ punto los ciudadanos carecen de garant¨ªas respecto a la presunci¨®n de inocencia que debe prevalecer en cualquier proceso judicial en un Estado de derecho. La figura del juez de instrucci¨®n, dotado de un poder omn¨ªmodo sobre los acusados, que en realidad hace el papel de ministerio fiscal y de juez al mismo tiempo, es lo que m¨¢s sorprende y lo primero que se plantean revisar los legisladores.
Comisi¨®n especial
En un ejercicio de transparencia, la Asamblea Nacional decidi¨® crear una comisi¨®n especial sobre el caso Outreau para estudiar una reforma del sistema judicial, presidida por el socialista Andr¨¦ Vallini e integrada por 30 parlamentarios, y escuchar p¨²blicamente a todos los implicados en audiencias retransmitidas por televisi¨®n desde la semana pasada; desde los acusados hasta sus abogados, pasando por las instancias judiciales, incluido el juez Burgaud, que deber¨¢ comparecer el 8 de febrero. Ese d¨ªa estar¨¢n presentes las 13 personas cuyas vidas han quedado marcadas por sus decisiones, a las que, en un ejercicio de soberbia infinita, ya anunci¨® en una entrevista publicada por el semanario L'Express la semana pasada, no piensa pedir perd¨®n.
Pero dif¨ªcilmente podr¨¢ escapar al relato de las desdichas que han relatado las v¨ªctimas de un sistema judicial que ha mostrado ahora demasiadas grietas y una tendencia claramente inquisitorial. Como recordaba uno de los abogados defensores, el juez, relatando uno de los interrogatorios, escribe en el sumario: "Dado que niega los hechos", en lugar de: "Se declara inocente". Y ¨¦sta parece ser una de las claves del desastre por la que todos ellos fueron enviados a pudrirse en la c¨¢rcel y uno de ellos decidi¨® escribir una carta al juez confesando cr¨ªmenes todav¨ªa m¨¢s horribles que los que se le imputaban: si el acusado confiesa, sale en libertad, y si no lo hace, se le aplica la detenci¨®n preventiva.
El acusado Alain Marecaux, antiguo ordenanza judicial, considera que el origen de la tela de ara?a en la que se vio envuelto est¨¢ en las relaciones del juez Burgaud con la principal acusadora, Myriam Badaui, actualmente en prisi¨®n condenada por abusos sexuales, que se invent¨® toda la historia. "Para ser reconocida por este joven magistrado, ella le dec¨ªa todo lo que ¨¦l quer¨ªa o¨ªr", explic¨® a los diputados. Marecaux, que el pasado lunes intent¨® suicidarse, y cuya vida est¨¢ ahora completamente rota, mientras que uno de sus hijos, a los que no vio durante a?os, se ha convertido en un delincuente juvenil, pone como ejemplo que pidi¨® en innumerables ocasiones que se aportaran al juicio sus agendas y sus libros de contabilidad, que demostraban que no pod¨ªa haber cometido la mayor¨ªa de los cr¨ªmenes que le imputaban porque en esas fechas estaba de viaje. Pero el juez lo rechaz¨® en cada ocasi¨®n. Burgaud, explic¨® otro de los acusados, les dec¨ªa: "?ste es el caso del siglo, o confiesas o no me hagas perder m¨¢s el tiempo".
Sin pruebas
En ning¨²n momento hubo ni la m¨¢s m¨ªnima prueba. El juez estableci¨® el principio de que todas las declaraciones de los ni?os de entre cuatro y seis a?os eran literalmente verdad, cuando ahora, repasando el sumario, se encuentran todo tipo de contradicciones, de vaguedades, como la de un ni?o que reconoce que "s¨®lo vio una sombra". El pa¨ªs entero se hundi¨® en la histeria porque en un momento dado se dijo que hab¨ªan violado a un ni?o y que lo enterraron en el jard¨ªn, pero tras hacer excavaciones y no encontrar nada, ni tampoco existir ninguna denuncia sobre la desaparici¨®n de ni?os, la acusaci¨®n de este crimen se mantuvo en el sumario. Badaui dec¨ªa que "decenas de ingleses llegaban a su casa para violar ni?os", pero no se investig¨® si al peque?o pueblo hab¨ªan llegado autocares llenos de ingleses.
Adem¨¢s de las acusaciones de Badaui, el juez se bas¨® en los informes de los expertos psic¨®logos, cuyo fracaso estrepitoso es otra de las lecciones del caso Outreau. Todos los acusados, aseguraron los expertos, ten¨ªan trazos de abusadores y violadores, y todos los ni?os, de haber sido objeto de abusos. Los psic¨®logos dispon¨ªan antes de la prueba una copia de proceso verbal, lo que viciaba la prueba. Uno de ellos, al ser preguntado por qu¨¦ raz¨®n se hab¨ªa equivocado tanto, respondi¨®: "Si se paga a los expertos como a las mujeres de la limpieza, se tienen informes de mujer de la limpieza".
Todos fueron culpables, menos la mayor¨ªa de los condenados
EL CULPABLE no es s¨®lo el juez Burgaud, sino el sistema. Todos los controles fallaron; los tribunales que velaban por el funcionamiento de la instrucci¨®n del caso dejaron que siguiera adelante sin intervenir y s¨®lo cuando algunos llevaban m¨¢s de dos a?os en la c¨¢rcel y las contradicciones eran ya imposibles de esconder, el joven juez que cre¨ªa haber dado con "el caso del siglo" fue apartado del mismo y la verdad empez¨® a salir.
Los letrados de la defensa cuentan ahora que el juez les consideraba como "intrusos" y desestimaba sus pruebas porque el sistema judicial franc¨¦s ha tomado esta deriva. Uno de ellos, Hubert Delarue, dijo a los diputados: "Muchos de ustedes piensan equivocadamente que reduciendo nuestros derechos luchar¨¢n mejor contra la delincuencia y el crimen organizado. No lo crean". Pero los abogados no han centrado sus cr¨ªticas en el juez Burgaud, aunque han pedido que en el juramento de los magistrados se incluya el "deber de humanidad", porque, como recordaba uno de ellos citando a Rabelais, "ciencia sin conciencia es la ruina del alma".
Los letrados han pedido a la comisi¨®n que desaparezca la figura del juez de instrucci¨®n, que se remonta a la ¨¦poca de Napole¨®n, a la que califican de "anacr¨®nica e inquisitorial", al tiempo que denuncian que la mayor parte de los errores judiciales provienen de la instrucci¨®n. El ministro de Justicia, Pascal Cl¨¦ment, anunci¨® poco despu¨¦s de las primeras sesiones que la reforma del sistema judicial franc¨¦s tendr¨¢ lugar antes de las elecciones presidenciales de 2007 y reconoci¨® que la supresi¨®n del juez de instrucci¨®n "merece ser examinada". Nadie cree, sin embargo, que en un a?o electoral se toque un asunto tan peliagudo.
El estamento judicial se siente muy inc¨®modo en esta situaci¨®n. Entre el segmento m¨¢s conservador, la mayor¨ªa respalda el trabajo del juez Fabrice Burgaud y defiende el papel del juez instructor. Todo lo m¨¢s, admiten, hay que reforzar el derecho a la presunci¨®n de inocencia. En el otro lado, los m¨¢s progresistas quieren pura y simplemente que desaparezca esta figura central de la instrucci¨®n judicial. La transformaci¨®n del juez en un ¨¢rbitro entre la acusaci¨®n y la defensa, como en el modelo judicial anglosaj¨®n, tiene tambi¨¦n sus defensores.
Otra de las lacras que ha puesto en evidencia el caso Outreau es la incomunicaci¨®n entre jueces y abogados. En Francia pertenecen a castas muy diferentes, sus carreras no son iguales. Los primeros consideran a los segundos unos ambiciosos que lo que quieren es ganar dinero, mientras que ellos se tienen por incorruptos servidores del Estado investidos de una autoridad y un poder enormes. La paradoja, por ejemplo, es que los jueces cobran mucho menos; algunos de ellos, cuando acceden a un tribunal de Par¨ªs, no pueden pagarse vivir en la capital y tienen que hacer cada d¨ªa desplazamientos de hasta 60 kil¨®metros.
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