No convencer¨¦is
Los documentos p¨²blicos y privados que los franquistas saquearon sin contemplaciones durante la Guerra Civil han regresado a su origen: desde hace dos o tres d¨ªas, se custodian en el Archivo Nacional de Catalu?a, en San Cugat del Vall¨¦s. Se resta?a as¨ª la herida abierta por una rapacer¨ªa y se pone fin a una injusticia que no pod¨ªa ni deb¨ªa perpetuarse con argumentos, templados en el fuego de los ca?ones y en el silencio del exilio y las c¨¢rceles. Los llamados papeles de Salamanca no eran m¨¢s que un bot¨ªn de guerra, y la democracia que queremos es absolutamente incompatible con extra?as complicidades urdidas en la nostalgia de los farsantes. Esos papeles eran propiedad de instituciones y particulares, y hab¨ªa que dar puntual cumplimiento a sus leg¨ªtimas reclamaciones. Eso es todo. Aparte de la pel¨ªcula que nos han montado los profesionales del oportunismo, que pretenden sacar tajada pol¨ªtica, recurriendo al truco del victimismo, de la tergiversaci¨®n hist¨®rica y de unas piruetas ciertamente indecorosas y hasta insolentes. Pero ni aun rasg¨¢ndose las vestiduras han logrado persuadir a los magistrados de la Audiencia Nacional para que impidieran el traslado de los documentos. El alcalde de Salamanca, muy probablemente fi¨¢ndose al arte del birlibirloque conservador, debe de encontrarse, a estas alturas, hecho unos zorros. Y mayormente despu¨¦s de conocer la carta que le dirigen los nietos y otros descendientes de Miguel de Unamuno, en la que le manifiestan su "malestar, esc¨¢ndalo, sorpresa e indignaci¨®n", por la utilizaci¨®n de ese ayuntamiento y la formaci¨®n pol¨ªtica que lo apoya, en su campa?a contra la devoluci¨®n a Catalu?a de los archivos, de la famosa frase de Unamuno "vencer¨¦is, pero no convencer¨¦is". Una evidente manipulaci¨®n, le recuerdan, toda vez que esa frase fue dirigida a los militares golpistas de 1936, los mismos que robaron los papeles en Barcelona. As¨ª de tajantes y certeros. Fue en la Universidad salmantina: al grito de Mill¨¢n Astray: "?Muera la inteligencia!", el parad¨®jico rector Unamuno le replic¨® adecuadamente. Ahora, a¨²n sigue dej¨¢ndolos en un pasmo.
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