R¨¦plica
Es cierto que hubiera sido m¨¢s oportuno contestar sin demora a la cr¨ªtica publicada en su peri¨®dico el s¨¢bado 26/11/2005 bajo el t¨ªtulo "La trampa de repartir culpas", por Antonio Elorza, y que trata de mi libro El infierno fuimos nosotros, cr¨ªtica que pude leer al d¨ªa siguiente. La verdad es que, al principio, no quise contestar. No ten¨ªa ganas de polemizar con Antonio Elorza, cuyo libro La historia de ETA admir¨¦ y tuve oportunidad de citar a menudo en conferencias impartidas en Francia.
Sin embargo, la semana pasada volv¨ª a leer dicho art¨ªculo y me convenc¨ª de que deb¨ªa contestar, ya que el texto afecta a mi honradez, dando a entender que trato de confundir a los lectores. Al respecto, es t¨ªpica la frase de la rese?a en la que se alude a "la atalaya propia" que me estoy montando.
El se?or Elorza me echa en cara "errores clamorosos" y cita cuatro: uno es cierto (la muerte de Juli¨¢n Ruiz, el marido de Pasionaria, en Rostov) y no lo discuto; otro, que se refiere a la ca¨ªda de Largo Caballero debida a la acci¨®n del Komintern, tiene un detalle err¨®neo (la presencia de Togliatti en Espa?a en ese momento), pero no cambia nada en lo esencial.
Los otros dos errores no son tales. Elorza escribe: "Largo Caballero no fue ministro despu¨¦s de ocupar la presidencia del PSOE en 1932". Esta afirmaci¨®n no se corresponde con la noticia biogr¨¢fica del profesor Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Ramos (en Enciclopedia de Historia de Espa?a, tomo 4, p¨¢gina 470): " asumi¨® la cartera de Trabajo en el Gobierno provisional, manteni¨¦ndola hasta septiembre de 1933... Elegido presidente del partido en 1932....". Por otra parte, escrib¨ª: "Era una formaci¨®n revolucionaria con algunos l¨ªderes que propugnaban la dictadura del proletariado". No cit¨¦ a Largo como uno de ellos (p¨¢gina 31). Quiz¨¢ a los lectores espa?oles les hubiera interesado m¨¢s descubrir lo que fue el destino de Largo Caballero en su exilio franc¨¦s gracias a los documentos que descubr¨ª en los archivos de Tarn y Creuse, desconocidos por los historiadores espa?oles. De eso ni una palabra. Y ni una sola palabra referente a los cuatro cap¨ªtulos que tratan del exilio (?100 p¨¢ginas!).
No quiero alargar esta carta. S¨®lo "como medida del sesgo de la rese?a" (el se?or Elorza usa esta f¨®rmula para hablar de mi libro) aludir¨¦ a la p¨¢gina 458, la ¨²ltima de mi texto: empec¨¦ mi conclusi¨®n recordando las dos preguntas de Juli¨¢n Besteiro: "?Y si perdemos la guerra? ?Y si ganamos la guerra?". Y termin¨¦ con la f¨®rmula: "?Qui¨¦n sabe?", despu¨¦s de revisar las distintas hip¨®tesis, considerando como muy posible una "democracia popular represora", sin descartar una experiencia titista. ?Hay que ver c¨®mo resume esta p¨¢gina el se?or Elorza! Me impresiona esta manera de leer. Rechazar una interpretaci¨®n corresponde al derecho del cr¨ªtico, a¨²n m¨¢s en el caso de un fen¨®meno tan complejo como la Guerra Civil. No hace falta para eso "sesgar" una lectura.
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