Museo Arqueol¨®gico
El colega y amigo que me visitaba conoc¨ªa bien Sevilla, as¨ª que le cit¨¦ en el Museo Arqueol¨®gico, un jueves, a las seis de la tarde. Entramos en la secci¨®n de arqueolog¨ªa, recorri¨¦ndola al azar, parando aqu¨ª y all¨ª; ante un mosaico en la sala de Venus, una estatua en la de Mercurio y conversando desenfadadamente sobre lo que nos sal¨ªa al paso -al de las piernas y al de las neuronas- como dos buenos amigos que hac¨ªa tiempo que no se ve¨ªan. La conversaci¨®n profesional pod¨ªa esperar.
Le contaba yo que dar¨ªa una caja de Valbuena quinto a?o por pasar 10 minutos a solas con Monna Lisa en su hogar parisino y me respond¨ªa ¨¦l c¨®mo un d¨ªa hab¨ªa empezado a pensar en lat¨ªn en el museo capitolino de Roma contemplando cosas similares a las que aqu¨ª est¨¢bamos viendo, donde, por cierto, me dijo, tambi¨¦n estamos solos.
Y as¨ª era y lo fue durante la hora larga que pasamos en el museo. No nos cruzamos con un alma. Que en Roma te encuentres con un museo vac¨ªo -entre decenas que hay- puede dar que pensar, pero que ocurra en Sevilla empez¨® a desasosegarme. Indiqu¨¦ que ciertamente no hab¨ªa abandono por la administraci¨®n del museo, estaba limpio, bien organizado, con un horario amplio. Adem¨¢s est¨¢ inmejorablemente situado.
Aclaro que lo que me causaba inquietud no era la ausencia de turistas en el museo, sino la de paisanos. ?C¨®mo es posible que en una ciudad de 700.000 habitantes nadie acuda al Museo Arquel¨®gico un jueves a las seis? Mi amigo me lo aclar¨®: a Ellos no les interesa. Ir a museos no es una actividad econ¨®mica, no interesa. Y adem¨¢s, es peligrosa. Venimos aqu¨ª y nos encontramos con Venus y Mercurio, f¨ªjate si luego empezamos a indagar en la mitolog¨ªa y damos con Afrodita y Hermes y seguimos tirando del ovillo y terminamos leyendo a Homero y llegamos hasta la tragedia griega: las Bacantes, Edipo, Fedra; y caemos en la cuenta de que Ellos tienen ah¨ª su sitio, que ya S¨®focles y Eur¨ªpides les conoc¨ªan y les dejaron inmortalizados en sus obras, que hoy y siempre se repiten en la vida real. No les interesa: los museos hay que mantenerlos, qu¨¦ remedio, pero cuanta menos gente venga, mejor. La gente, a producir y a consumir, a mover dinero. Pensar, ?para qu¨¦?
Termin¨¦ de asustarme. Al salir del museo ya hab¨ªa pasado el crep¨²sculo. Y record¨¦ una tarde en la casa (y museo) de Karl Marx cuando le o¨ª describir al fantasma del capital recorriendo el mundo y meti¨¦ndose en todos los poros de la sociedad. Ellos se encargan de que siga siendo as¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.