Una sola verdad
A VECES, los peri¨®dicos son un espacio de coincidencias nada irrelevantes. Esta semana, un mismo d¨ªa se pod¨ªan leer tres noticias aparentemente inconexas pero en el fondo muy relacionadas: la pel¨ªcula M¨²nich, de Spielberg, se estrena en Israel; 19 pa¨ªses ¨¢rabes piden castigo para los dibujantes daneses que publicaron unas caricaturas de Mahoma; el cardenal Juli¨¢n Herranz ha explicado en Madrid su peculiar teor¨ªa sobre la libertad religiosa seg¨²n la cual ¨¦sta s¨®lo vale si se reconoce la primac¨ªa de la Iglesia cat¨®lica.
M¨²nich es el relato de la respuesta del Estado de Israel al secuestro por un comando palestino de algunos miembros de su delegaci¨®n en los Juegos Ol¨ªmpicos de 1972. Pero, m¨¢s all¨¢ de los hechos hist¨®ricos, es una reflexi¨®n sobre el desarraigo, sobre la necesidad de reconocimiento, sobre el desprecio al enemigo y otros mecanismos psicol¨®gicos que hacen que un ciudadano sin atributos precisos acepte ser despose¨ªdo de s¨ª mismo por el Estado y se entregue de lleno a la l¨®gica de la violencia hasta ser pose¨ªdo por ella. El protagonista acaba completamente exhausto y, por tanto, sin ning¨²n inter¨¦s para las personas que le movilizaron, que le abandonan a su suerte. Aunque la importancia de la pel¨ªcula va mucho m¨¢s all¨¢ del acontecimiento que narra, algunas autoridades religiosas jud¨ªas la han considerado una afrenta. Y han recomendado a sus correligionarios que no pierdan el tiempo con ella. Pero M¨²nich se estrena en Israel, porque, a pesar de todo, en este pa¨ªs la libertad de expresi¨®n todav¨ªa tiene reconocimiento social.
En Dinamarca, el peri¨®dico Jyllands-Postem ha publicado doce vi?etas sat¨ªricas sobre Mahoma. Diversas voces del mundo musulm¨¢n, incluidos los Gobiernos de 19 pa¨ªses, han respondido no s¨®lo con palabras airadas -que entrar¨ªan perfectamente en la l¨®gica de la libertad de expresi¨®n-, sino pidiendo castigo para sus autores, sobre los que han ca¨ªdo anatemas y amenazas. Algunos peri¨®dicos europeos han reproducido las im¨¢genes. Uno de ellos ha sido France Soir. El propietario ha destituido al director de la redacci¨®n por faltar al respeto "de las creencias y las convicciones ¨ªntimas". Es el mismo argumento que utilizan las autoridades cat¨®licas para poner sus mitos a salvo de la palabra cr¨ªtica. Tambi¨¦n los nacionalistas hablan de heridas a la sensibilidad como parapeto de protecci¨®n de sus inefables verdades. Pero sensibilidad tenemos todos y nadie puede pretender situarse por encima de los dem¨¢s en derecho a la dignidad y al respeto. En las sociedades democr¨¢ticas, ninguna doctrina o figura p¨²blica puede escapar a la raz¨®n cr¨ªtica. Y puesto que la historia nos ha ense?ado que las heridas a la libertad son siempre letales, los l¨ªmites a la libertad de expresi¨®n deben ser los m¨ªnimos. Como dijo Clemenceau en un debate sobre la libertad religiosa en la Asamblea Nacional francesa, "Dios ya se defender¨¢ por s¨ª solo". La respuesta del mundo musulm¨¢n, como ya ha ocurrido otras veces, da un paso m¨¢s: la amenaza y la condena. Sin duda, los musulmanes sienten, con raz¨®n, los desprecios que les han infligido siempre las otras dos religiones del libro que hist¨®ricamente han presentado al islam como una religi¨®n paria para los parias. Esta realidad explica conflictos y desencuentros. Pero no por ello deja de ser inadmisible la pretensi¨®n de colocar la religi¨®n al margen de las reglas de la libertad de expresi¨®n.
El cardenal Herranz dice en Madrid, en apoyo de los sectores m¨¢s guerreros del Episcopado espa?ol, que "la libertad religiosa no significa que todas las religiones sean iguales, que todas son verdaderas y que cada uno es lib¨¦rrimo para escoger la que m¨¢s le guste". Iguales no son, aunque en derechos deber¨ªan serlo. Verdaderas, tampoco. ?O es que hay alguna que puede aportar m¨¢s razones que otras de su verdad? Pero que cada cual puede escoger la que le guste o ninguna es un derecho b¨¢sico, por mucho que el se?or cardenal lo considere un atraso. La idea de libertad religiosa del cardenal Herranz es muy simple: aquella que reconozca que s¨®lo hay una religi¨®n verdadera: la cat¨®lica. Sabemos de qu¨¦ va: lo hemos sufrido durante mucho tiempo. Pero el razonamiento del cardenal Herranz es perfectamente coherente con sus colegas de otra religi¨®n que piden castigo para los dibujantes daneses. Es la consecuencia de creer que se tiene la verdad y que esta creencia da derecho a imponerla a los dem¨¢s. No es extra?o que algunos piensen que el monote¨ªsmo es un obst¨¢culo para la libertad: un solo Dios, una sola verdad. Pero quiz¨¢ el problema es otro: son religiones acostumbradas a actuar en r¨¦gimen de monopolio. Siguiendo la pista de Voltaire, una sola religi¨®n oprime, dos son la guerra y muchas son una posibilidad de libertad.
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