La resurrecci¨®n del dios argentino
Con 50 kilos menos, recuperado de las adicciones que estuvieron a punto de costarle la vida, Diego Armando Maradona renace de sus cenizas en un pa¨ªs que nunca dej¨® de adorarle. La rehabilitaci¨®n del m¨ªtico futbolista es considerada por sus compatriotas como la resurrecci¨®n de la mayor divinidad nacional.
A algunos de los que vieron el primer programa de la serie televisiva de Diego Maradona, La noche del Diez, se les podr¨ªa haber perdonado pensar que se trataba de un error; que en esa hist¨®rica noche del lunes 15 de agosto del a?o pasado, alg¨²n trabajador del Canal 13 argentino hab¨ªa apretado el bot¨®n equivocado y estaba emitiendo un programa religioso de esos que dan en Estados Unidos. Porque lo primero que vieron y oyeron los espectadores fue un coro de hombres y mujeres de aspecto puro, pulcro y fervoroso, menos al estilo argentino que al de un encuentro dominical de evang¨¦licos renacidos en Oklahoma. Ante el p¨²blico nutrido, pero reverente, que llenaba el estudio entonaron un himno cuya letra evocaba la historia de Jesucristo: "En una villa naci¨®, fue deseo de Dios, / crecer y sobrevivir a la humilde expresi¨®n. / Enfrentar la adversidad / con af¨¢n de ganarse a cada paso la vida".
S¨®lo con el quinto verso comprende-r¨ªan quienes no conocieran la canci¨®n que no, no se hab¨ªan equivocado; que aquello era un tributo al nuevo Maradona, delgado y saludable -recuperado de su obesidad m¨®rbida, de la grave enfermedad que le puso un pie en la tumba-, que todos hab¨ªan estado esperando. Efectivamente, en un crescendo continuo, se enteraban de que el elegido de Dios contaba con la bendici¨®n de "un pie izquierdo inmortal", y que de ni?o hab¨ªa so?ado con jugar en un Campeonato del Mundo. Cuando entraba el coro -tan alegre y saltar¨ªn como en una canci¨®n pop de los sesenta-, ya no cab¨ªa ninguna ambig¨¹edad. El estribillo "Marad¨®, Marad¨®" -el grito que retumbaba en los estadios de Argentina en sus d¨ªas de gloria futbol¨ªstica- sonaba una y otra vez: "Y todo el pueblo cant¨® 'Marad¨®, Marad¨®', / naci¨® la mano de Dios, / 'Marad¨®, Marad¨®'. / Sembr¨® alegr¨ªa en el pueblo, / reg¨® de gloria este suelo?".
A estas alturas, todo el estudio estaba en pie: varios cientos de personas que coreaban la canci¨®n mientras ondeaban grandes banderas argentinas. Los primeros planos de la c¨¢mara revelaban rostros de gente en estado de gracia, creyentes ante una aparici¨®n divina; un cartel izado por algunos fieles mostraba una fotograf¨ªa de Maradona junto a las palabras: "Gracias, Dios, por ser argentino".
Y luego, por si alguien pudiera pensar que se trataba de alguna broma, la canci¨®n hizo expl¨ªcita la analog¨ªa con el Dios cristiano: "Carga una cruz en los hombros por ser el mejor, / por no venderse jam¨¢s al poder enfrent¨®. / Curiosa debilidad, si Jes¨²s tropez¨®, / por qu¨¦ ¨¦l no habr¨ªa de hacerlo".
Y entonces, ante un rugido del p¨²blico, surgi¨® una nube blanca en un extremo del estudio; tras ella, una luz deslumbrante, y de entre la nube y la luz, una silueta oscura convertida en la manifestaci¨®n corp¨®rea, milagrosamente esbelta, del propio Diego Maradona, micr¨®fono en la mano, cantando la canci¨®n escrita en su honor -una m¨¢s entre las docenas compuestas por sus adoradores argentinos- con tanto fervor y sentimiento como el m¨¢s extasiado de los coristas evang¨¦licos. El coro y el p¨²blico cayeron en silencio, y Maradona (con una dulzura sorprendente) cant¨® en solitario, sustituyendo la tercera persona por la primera: "Sembr¨¦ alegr¨ªa en este pueblo, / regu¨¦ de gloria este suelo, / si Jes¨²s tropez¨®, / por qu¨¦ no habr¨ªa de hacerlo yo?".
El ciego arrebato del p¨²blico, su sumisi¨®n embelesada, recordaban la escena culminante de El perfume, la novela -que pronto tendr¨¢ una versi¨®n cinematogr¨¢fica- sobre un hombre nacido en medio de una pobreza f¨¦tida, pero dotado de un enorme talento para elaborar fragancias irresistiblemente seductoras. En el cl¨ªmax final, una multitud se postra ante ¨¦l en una plaza. Jean-Baptiste Grenouille no s¨®lo es feo y carece de encanto, sino que es un asesino en serie; pero la fuerza del perfume que crea -y que lleva- es tal que incluso los padres de sus v¨ªctimas se rinden a su seducci¨®n y abandonan todo raciocinio. Grenouille recibe homenajes delirantes de monjas y obispos, caballeros y damas, ricos, poderosos y pobres. "?Amado! ?Venerado! ?Idolatrado!". Era un dios, "m¨¢s magn¨ªfico" -escribe el autor, Patrick S¨¹skind- que la divinidad m¨¢s com¨²n de las iglesias invadidas por el olor a incienso. "Si ¨¦l diera la se?al, todos renunciar¨ªan a su Dios y le adorar¨ªan a ¨¦l, al Gran Grenouille".
Diego Maradona tiene cosas en com¨²n con el personaje central de la novela de S¨¹skind. Tambi¨¦n ¨¦l es un genio que logr¨® ascender desde un origen humilde, tambi¨¦n cautiva a las multitudes y hace que cierren los ojos a sus carencias f¨ªsicas y morales. Maradona -un drogadicto de escasas letras, si nos remitimos a los hechos terrestres, que no necesita que le insistan para opinar sobre cualquier tema en el mundo (su colecci¨®n de agudezas abarca desde el Papa hasta el FMI, Castro, Bush, la guerra de Irak o los ¨²ltimos acuerdos comerciales hemisf¨¦ricos); un hombre que se ha pasado casi diez a?os sin trabajar y que ahora, a los 45, vive con sus padres- es el h¨¦roe nacional de un pa¨ªs que ha producido grandes escritores, premios Nobel de ciencia, y que, no hace mucho, era el sexto m¨¢s rico del mundo. El m¨¢ximo triunfo de su vida ocurri¨® hace 20 a?os, cuando le dio a Argentina la victoria en la Copa del Mundo; pero, para millones de compatriotas suyos, hoy es m¨¢s grande que entonces. M¨¢s que una leyenda viva, m¨¢s que un mero ¨ªdolo, se ha transformado -en la imaginaci¨®n colectiva de gran parte de Argentina- en un dios.
Y como cualquier buen dios, ha resu-citado. De eso trataba ese programa inaugural de La noche del Diez: era una exaltaci¨®n del triunfo de Maradona sobre la muerte que presenci¨® -en lo que Canal 13 celebrar¨ªa m¨¢s tarde como r¨¦cord sin precedentes de audiencia- casi la mitad de los habitantes del pa¨ªs. Cuando Maradona termin¨® de cantarse a s¨ª mismo, cuando el tumulto orgi¨¢stico en el estudio se apag¨®, un espectador de buena fe que no estuviera familiarizado con Maradona como personaje p¨²blico, con Argentina o con lo que ¨¦l significa para el pa¨ªs, tal vez habr¨ªa esperado ver un gui?o de complicidad, una broma ir¨®nica, un comentario con el que se riera de s¨ª mismo. (Imaginar a Alfredo Di St¨¦fano, o incluso a David Beckham, participar en semejante autoespect¨¢culo con absoluta solemnidad es imposible). Pero habr¨ªa esperado una cosa que no iba a llegar. De la misma manera que, a la ma?ana siguiente, en los peri¨®dicos o en los programas de radio, ocupados por comentarios sobre el milagro de la noche anterior, hab¨ªa que esforzarse para encontrar una voz discrepante, alguien que pusiera en tela de juicio la ortodoxia dominante de que La noche del Diez hab¨ªa sido una experiencia profundamente conmovedora. Quien s¨ª se atrevi¨® a hacerlo, un hereje suicida, fue Pablo Alabarces.
"Dije en la radio que el programa de Maradona hab¨ªa sido un espanto y quisieron lincharme. No s¨®lo los oyentes que llamaban, sino mis amigos, mis colegas?". Alabarces es profesor de ciencias sociales en la Universidad de Buenos Aires, un "analista de la cultura" que estudia la vinculaci¨®n entre el f¨²tbol y el car¨¢cter de naci¨®n en Argentina, y que se considera "un maradon¨®logo". Pese a ello le sorprendi¨® enterarse, como consecuencia de la indignaci¨®n que suscitaron sus comentarios en la radio y despu¨¦s en un art¨ªculo de prensa que tuvo la temeridad de escribir sobre "el narcisismo descomunal" de Maradona, de que, en su propia Facultad, alguien hab¨ªa erigido un altar al ex futbolista. "Uno ve eso y comprende que la escenograf¨ªa de la resurrecci¨®n en el programa no era ninguna met¨¢fora. Se lo cre¨ªan de verdad. No hay que olvidar que, hace a?o y medio, Maradona tartamudeaba y balbuceaba, y estaba siempre entrando y saliendo del hospital; que la gente construy¨® una especie de santuario delante de su cl¨ªnica y rezaba all¨ª para que no muriera. Y no se muri¨®. Sali¨® con vida. Y ahora, como un milagro, tiene un aspecto tan juvenil como hace 20 a?os. Est¨¢ m¨¢s l¨²cido que nunca. ?Cu¨¢l es la lecci¨®n que sacan de ello los feligreses? Que s¨®lo Dios puede salvar a Dios".
Roberto Perfumo fue uno de los privilegiados a los que se les permiti¨® acudir al lecho de Maradona en abril de 2004, cuando yac¨ªa agonizando en el hospital. Uno de los antecesores de Maradona como capit¨¢n de la selecci¨®n argentina, Perfumo no parece el tipo de persona que se rendir¨ªa a la idolatr¨ªa que posee a las masas de su pa¨ªs. Ten¨ªa fama de ser un defensa dur¨ªsimo, un ganador implacable que no se permit¨ªa perder tiempo con los estetas del juego bonito. Desde que dej¨® el f¨²tbol ejerce como psic¨®logo, lleva m¨¢s de 20 a?os tratando a pacientes, escribe una columna de peri¨®dico muy le¨ªda y tiene un programa de radio ampliamente admirado. Hasta hace poco era secretario nacional de Deportes. "Fui al hospital a verle, en parte como amigo, en parte en representaci¨®n del presidente", record¨® Perfumo, tomando un caf¨¦ y fumando en un bar de Buenos Aires. "Sus padres estaban ah¨ª con ¨¦l; tambi¨¦n su esposa, Claudia, y una de sus hijas. El padre lloraba. ?l estaba ah¨ª en la cama. Muerto. Estaba lleno de ca?os por todos lados y no pod¨ªa hablar. Estaba muerto. Muerto. Llam¨¦ a mi mujer y le dije: 'Hoy se va'. Que se iba a morir antes de que acabara el d¨ªa".
Perfumo volvi¨® a ver a Maradona hace un par de meses, en su fiesta de cumplea?os: "Le record¨¦ que le hab¨ªa ido a ver. Me dijo que lo que m¨¢s recordaba de eso era el fr¨ªo. Que hab¨ªa sentido un fr¨ªo terrible. El fr¨ªo de la muerte. Es el recuerdo de ese fr¨ªo lo que le da fuerza ahora para seguir luchando. Pero lo que no explica es c¨®mo volvi¨® de la muerte. S¨®lo ¨¦l lo podr¨ªa haber hecho. S¨®lo Dios puede morir y resucitar".
Hace tiempo que Maradona se acos-tumbr¨® a hacer de Dios consigo mismo. "Toda su vida ha estado hecha de muerte y resurrecci¨®n", en opini¨®n de su bi¨®grafo oficial, Daniel Arcucci. "Cuando ten¨ªa 17 a?os sufr¨ªa ya tantas presiones, estaba tan abrumado por el peso de las expectativas que despertaba su genio, que anunci¨® que iba a dejar el f¨²tbol. Entonces, un a?o despu¨¦s, gan¨® el mundial juvenil para Argentina. Y entonces sufri¨® la tremenda decepci¨®n de no ser seleccionado para el mundial de 1978, pero despu¨¦s gan¨® el campeonato con Boca Juniors?". Despu¨¦s se fue a Barcelona, donde no jug¨® a la altura de su talento y se rompi¨® la pierna, y posteriormente gan¨® la Copa del Mundo para Argentina en 1986, con dos de los goles m¨¢s memorables de la historia del torneo, que proporcionaron la victoria en cuartos de final sobre el eterno enemigo, Inglaterra. De all¨ª pas¨® a convertirse en una deidad en el sur de Italia y obtuvo en dos ocasiones el campeonato con el N¨¢poles, una ciudad en la que el culto al h¨¦roe alcanz¨® tales extremos que la gente se le acercaba en la calle y le dec¨ªa: "Te quiero m¨¢s que a mis propios hijos". En 1990 perdi¨® la final de la Copa del Mundo en Italia, y a partir de entonces su carrera decay¨®.
Le sacaron de la selecci¨®n nacional argentina para la siguiente campa?a, pero le recuperaron cuando se presagiaba el desastre y parec¨ªa que Argentina no iba a clasificarse para la fase final del mundial de 1994, en Estados Unidos. Le convocaron en el ¨²ltimo minuto y la selecci¨®n se clasific¨®, lo cual fortaleci¨® a¨²n m¨¢s su imagen milagrosa. Luego tuvo una ca¨ªda definitiva -como futbolista- al ser expulsado de la fase final por haber dado un resultado positivo en un an¨¢lisis de dopaje. Desde entonces cay¨® en picado durante 10 a?os, atontado por la coca¨ªna, gran parte del tiempo en su santuario cubano, acogido por su amigo Fidel Castro, y convertido en una triste parodia del magn¨ªfico deportista que hab¨ªa sido. El peor momento lleg¨® en abril de 2004, cuando, con el coraz¨®n aplastado por sus 130 kilos de grasa, se columpi¨® al borde de la muerte en un hospital de Buenos Aires, rodeado -y tal vez sostenido-, en una escena digna del calvario de Cristo, por el clamor callejero de sus adoradores, que rezaban y que en algunos casos dec¨ªan que estaban dispuestos a donarle sus corazones, dispuestos a morir para que ¨¦l pudiera seguir viviendo.
Sobrevivi¨®, y un a?o despu¨¦s, esta vez en un hospital de Cartagena (Colombia), se someti¨® a la intervenci¨®n m¨¦dica que le permiti¨® perder 50 kilos en cinco meses, hasta alcanzar el peso que ten¨ªa cuando particip¨® en la Copa del Mundo de 1994 -como dijo alguien que le conoce bien, "se sac¨® una persona de encima, la persona que le hac¨ªa mal"-. La operaci¨®n consisti¨® en lo que se denomina un by-pass g¨¢strico. Consiste en obviar el est¨®mago del proceso digestivo, de forma que los alimentos pasen directamente al intestino. Como consecuencia, su apetito es mucho menor de lo que era antes. Se sacia de inmediato. Pr¨¢cticamente no soporta la carne, que antes era una de sus adicciones m¨¢s perniciosas, y completa su dieta con cantidades industriales de vitaminas. En cuanto a su dependencia de la coca¨ªna, da la impresi¨®n de que la ha superado, por ahora. "Pero sigue siendo muy fr¨¢gil", dice Arcucci, que escribi¨® la autobiograf¨ªa de Maradona, Yo soy el Diego, y le conoce bien desde hace 20 a?os. "?l mismo me ha confesado que sigue sintiendo la tentaci¨®n, que todav¨ªa podr¨ªa volver a caer. Es como Argentina. Ahora nos va bien. Superamos el desastre econ¨®mico de hace cuatro a?os. Se percibe el optimismo, pero todos sabemos -todos tememos- que la situaci¨®n podr¨ªa venirse abajo otra vez".
Todos los entrevistados para este reportaje -desde futbolistas y otros que conocen bien a Maradona hasta escritores y soci¨®logos- est¨¢n de acuerdo en que Maradona se ha convertido, para bien o para mal, en el indiscutido s¨ªmbolo argentino. Que acapara el discurso nacional. Algunos coinciden con el c¨¦lebre dibujante Roberto Fontanarrosa en que Maradona es "el mayor monumento vivo de Argentina"; otros -la minor¨ªa hereje- est¨¢n de acuerdo con el destacado psicoanalista y personaje televisivo Jos¨¦ Eduardo Abadi en que en Maradona se encuentra la pista para entender la inexplicable mediocridad de Argentina, la incapacidad del pa¨ªs para estar a la altura de sus posibilidades.
"Lo que no se cuestiona", seg¨²n Javier V¨¢zquez, director de un documental titulado Amando a Maradona, "es que si ponemos a todos los argentinos en una licuadora sale Diego". La pel¨ªcula de V¨¢zquez, que se estren¨® en Buenos Aires justo antes de Navidad, observa el fen¨®meno del culto a Maradona e incluye entrevistas tanto con devotos en las profundidades de la Patagonia como con miembros de la Iglesia maradoniana, con sede en Rosario, pero que asegura contar con 60.000 adeptos en todo el mundo. V¨¢zquez, que confiesa que ¨¦l tambi¨¦n le venera, explica el poder que ejerce sobre la imaginaci¨®n argentina recurriendo al viejo mito, tan presente en el cine de Hollywood a lo largo de los a?os, del h¨¦roe que surge de la oscuridad y, tras vencer terribles obst¨¢culos, triunfa. "?Y nos arrastr¨® con ¨¦l! ?La gloria de Diego es la gloria de Argentina! Si existe un hombre que es argentino, si existe un hombre que define a Argentina, es Diego. Es aut¨¦ntico, no tiene esa imagen edulcorada de Pel¨¦. Y adem¨¢s es inteligent¨ªsimo".
Donde Alabarces discrepa con V¨¢z-quez y la opini¨®n mayoritaria que ¨¦l expresa es en dudar que la identificaci¨®n de Argentina con Maradona sea motivo de alegr¨ªa. Para Alabarces, hoy Maradona es m¨¢s una especie de payaso -"hace 10 a?os era tragedia, hoy es farsa"-, pero no niega que se haya convertido en el opio del pueblo. "Adem¨¢s de ser la encarnaci¨®n del sue?o argentino, del mito del pobre que de la noche a la ma?ana se hace rico, alimenta otra necesidad del argentino: de que se nos reconozca como ciudadanos de un gran pa¨ªs. A trav¨¦s de Diego nos sentimos importantes en el mundo".
Ese sentimiento se transmite a lo largo de sucesivas conversaciones sobre Maradona en Buenos Aires. Una y otra personas recitan la misma an¨¦cdota de un periodista argentino en Bosnia al que iban a matar unos soldados serbios; al mencionar su nacionalidad se vio rodeado de gritos de "?Maradona!" y c¨¢lidos abrazos. La historia podr¨ªa ser ap¨®crifa, desde luego est¨¢ adornada y es por lo menos de hace ocho a?os, pero la gente se aferra a ella agradecida y satisfecha. La noci¨®n de que Maradona sigue teniendo hoy tanto renombre en el extranjero como en Argentina es tan resistente porque, en un pa¨ªs en el que muchos se sienten exiliados en Latinoam¨¦rica, llenos de nostalgia por sus ra¨ªces europeas, resulta necesaria. "El pasado aqu¨ª sigue vivo", explica Alabarces. "Un pasado gigantesco y desbordado en el que Diego signific¨® la Patria. Deber¨ªa ser evidente que, por m¨¢s que le ador¨¢semos todos como futbolista, su condici¨®n de ¨ªdolo se hubiera diluido con los a?os. Deber¨ªa ser evidente, pero no lo es".
El motivo de que no lo sea, seg¨²n Jos¨¦ Eduardo Abadi, va al meollo del problema nacional. "Maradona es el ¨ªdolo nacional argentino que nos ha permitido llegar a creer que somos un pueblo elegido por Dios. Pero, en realidad, es la expresi¨®n m¨¢s clara de una caracter¨ªstica de los argentinos: el pensamiento m¨¢gico. Eso est¨¢ muy bien para leer a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, pero como herramienta para funcionar en el mundo real es desastrosamente ineficaz. En endiosar a Maradona abandonamos la inteligencia y nos hundimos en la locura de masas".
Marcelo Birmajer, autor y guionista de cine, es un ¨¢spero observador de la sociedad argentina al que, en alguna ocasi¨®n, se le ha llamado el "Woody Allen argentino". Pero no considera el fen¨®meno de Maradona materia de risa. "La contradicci¨®n argentina es que, por un lado, somos gente sofisticada, somos cultos y tenemos un gran sentido del humor; pero, al mismo tiempo, sucumbimos ante unas pasiones que nos ciegan. Por ejemplo, el chovinismo de tantos argentinos que apoyaron la locura de Galtieri, un torturador y asesino, en la guerra de las Malvinas".
Birmajer percibe el mismo vicio mental en la adulaci¨®n que se otorga a Maradona. "La idolatr¨ªa deval¨²a la aportaci¨®n de los economistas, cient¨ªficos e intelectuales, y sustituye la raz¨®n por la fe. El calificativo de dios que se le atribuye a Maradona es peligroso para ¨¦l y para los argentinos. Dios no muere, y por eso puede hacer lo que quiera. En cambio, el hombre no puede". ?Por qu¨¦ es eso peligroso? "Para Maradona, porque le invita a sentirse invulnerable; para los argentinos, porque vivimos sin normas. Dios no cumple las leyes, las crea, y eso es lo que hacen muchos argentinos. El problema fundamental de Argentina es que no se cumple la ley. De ah¨ª nacen todos los dem¨¢s males".
Otro problema es "el populismo infantil" en el que caen los argentinos, seg¨²n Carlos Pierini, otro psicoanalista disidente en la ciudad con la mayor proporci¨®n de psicoanalistas por habitante del mundo. "Promueve ese culto a los pobres que tanto populariz¨® el peronismo, esa persecuci¨®n implacable de todos los que han hecho dinero, a los que tacha de ladrones", dice Pierini. "Sin embargo, Maradona vive una vida de depravado emperador romano, con prostitutas, drogas y rock and roll; despilfarra su dinero, y al hacerlo da a los pobres una bofetada de desprecio". Alabarces sostiene, y seguramente Pierini estar¨ªa de acuerdo, que Maradona es "el ejemplo perfecto de peronismo posmoderno", todo forma y poca sustancia.
Lo que le parece doblemente lamentable a Pierini es que una persona en la que ¨¦l ve poco digno de admiraci¨®n -"en India tienen a Gandhi; en Sur¨¢frica, a Mandela; en Inglaterra, a Churchill"- sea h¨¦roe nacional. "No tiene ninguna humildad, y le adoramos por ello. Lo que me irrita es la presi¨®n social que se sufre en este pa¨ªs para que admires a un imb¨¦cil".
Los medios nacionales argentinos no son inmunes a esta presi¨®n. Raras veces se atreven a disentir del consenso nacional sobre "el Diez". Daniel Lagares, de Clar¨ªn, un peri¨®dico que el 20 de diciembre nombr¨® a Maradona "figura del a?o", reconoce que la prensa teme a Maradona. "Si se le critica, se corre el riesgo de que ¨¦l devuelva la cr¨ªtica. Y si dice algo contra tu diario, te puede da?ar. Es un riesgo que pocos desean asumir. Estamos ante Dios, y a Dios hay que temerlo".
Pero ante todo, en este caso, quererlo. No s¨®lo le adoran los fieles que le ven desde lejos, invirtiendo sus fantas¨ªas en la imagen idealizada que tienen de ¨¦l, sino tambi¨¦n aquellos que le conocen en carne y hueso. "Siento pasi¨®n por Maradona", confiesa Roberto Perfumo. "Es un seductor permanente, un l¨ªder carism¨¢tico, y yo ca¨ª, como todos los que le conocemos". Daniel Arcucci, que es jefe de Deportes de La Naci¨®n, tambi¨¦n se ha rendido a sus encantos. Y lo ha hecho plenamente consciente de los argumentos de aquellos que dicen que admirar a Maradona representa un abandono de la raz¨®n. "S¨ª, s¨ª, ya sabemos lo que dicen los intelectuales", dice Arcucci con irritaci¨®n, "pero la gente le adora. Igual que sucedi¨® con Evita Per¨®n, que tambi¨¦n ten¨ªa sus contradicciones. Pero Maradona es m¨¢s que sus contradicciones, eso es lo que no ven los intelectuales. Es Argentina. Es la voz del pueblo, y, por eso, la clave para entender mucho de lo que constituye este pa¨ªs. Reto a la persona que m¨¢s le odie a pasar 20 minutos con ¨¦l. Acabar¨¢ rindi¨¦ndose a sus pies, ?lo garantizo!". ?Cu¨¢l es el secreto? "Bueno?, es un seductor nato. Y tal vez eso sale de su necesidad de tener a gente a su alrededor todo el tiempo. Un ejemplo: un d¨ªa estaba con ¨¦l en Suiza, en un pueblo llamado Thun; all¨¢, la gente, o no sab¨ªa qui¨¦n era, o era demasiado reprimida para acercarse a hablar con ¨¦l. Le dije: '??ste es el lugar perfecto para que vivas!'. Me mir¨® y dijo: 'Dame dos d¨ªas aqu¨ª y me suicido'. Y de eso se trata. Necesita el reconocimiento de los dem¨¢s, se?ales visibles de afecto, todo el tiempo".
Arcucci tambi¨¦n cree que parte del secreto de su atracci¨®n fatal reside en su esp¨ªritu democr¨¢tico. "Tiene algo que ver con su forma de tratar a todo el mundo igual", dice. Perfumo est¨¢ de acuerdo. "Est¨¢s en una reuni¨®n de futbolistas de los a?os cincuenta y sesenta y ¨¦l sabe los nombres de todos y habla cari?osamente con cada uno de ellos. En mi caso, yo fui a su ¨²ltima fiesta de cumplea?os. ?ramos 60 invitados. ?Cu¨¢nto cari?o me mostr¨®, cu¨¢nto inter¨¦s! ?Se acerc¨® a m¨ª y me pregunt¨® si hab¨ªa comido bien!".
Resulta curioso o¨ªr a un hombre como Perfumo recordar con tanta emoci¨®n la migaja que le arroj¨® Maradona, como un ama de casa que tiene la suerte de contar con un aut¨®grafo o una sonrisa de Tom Cruise. ?Pero qu¨¦ dice Perfumo de las contradicciones tan evidentes en el comportamiento de su ¨ªdolo? Por un lado, los lujos y excesos capitalistas que se ha permitido a lo largo de su vida, y por otro, la ret¨®rica populista, antiburguesa, la admiraci¨®n por Fidel. "Mir¨¢, el error consiste en juzgar a Maradona con criterios convencionales. No es ni bueno ni malo. Est¨¢ por encima de eso", dice Perfumo. Entonces, cuando habla de Castro y las masas oprimidas, y se ve c¨®mo ha vivido su vida, ?no hay nada que reprocharle? "Lo que dice sobre la justicia social lo siente as¨ª. Es aut¨¦ntico. Como el Vaticano". ?Como el Vaticano? "S¨ª, como el Vaticano, como la Iglesia cat¨®lica, que habla en nombre de los pobres y predica el camino de humildad de Cristo, pero ?mir¨¢ las joyas que tiene! Lo importante -lo que no entienden los intelectuales- es que la ostentaci¨®n no pretende humillar, pretende seducir". ?Como las grandes catedrales? "Exacto. Los fieles, los creyentes, quieren que sean hermosas, ricas y grandiosas, por muy pobres que sean ellos".
Maradona es como la Iglesia cat¨®-lica tambi¨¦n en el sentido de que no alberga la m¨¢s m¨ªnima duda sobre su grandeza. Se lo cree. La caracter¨ªstica que comparten los h¨¦roes a lo largo de la historia, sean los de la mitolog¨ªa griega o sean Napole¨®n o Mandela, es una inmensa fe en s¨ª mismos. No albergan las dudas que afligen a los mortales comunes. M¨¢s all¨¢ de la arrogancia, no tienen la menor duda de su propia grandeza. Y es evidente que no, porque, en caso contrario, ?c¨®mo podr¨ªa presentarse en televisi¨®n ante millones de espectadores y cantar esa canci¨®n en la que se compara con el h¨¦roe m¨¢s grande de todos los tiempos, Jesucristo? "No reflexiona de manera ir¨®nica sobre s¨ª mismo", asiente Arcucci. "Cree en su propio poder. Por completo".
Tampoco existe mucho sentido de la iron¨ªa entre los fundadores de la Iglesia maradoniana. Ni siquiera cuando se desean unos a otros "feliz Navidad" cada 30 de octubre, la fecha en la que naci¨® su salvador. Y a¨²n menos cuando celebran uno de sus servicios religiosos, de tres horas de duraci¨®n, con su liturgia, sus oraciones, sus himnos y 10 hombres (con Maradona todo consiste en el n¨²mero 10, por la camiseta que llevaba en la selecci¨®n argentina y porque es el n¨²mero que, desde aquella pel¨ªcula de Bo Derek, representa la perfecci¨®n) vestidos de druidas, con t¨²nicas blancas.
Existe otra fiesta obligatoria, otro d¨ªa en el que celebran el servicio religioso completo, y es el 22 de junio. "Es el d¨ªa en el que jug¨® Argentina contra Inglaterra en 1986. Para nosotros es la Pascua maradoniana", explica el fundador de la Iglesia, Hern¨¢n Amez, durante un almuerzo con ¨¦l y uno de sus sumos sacerdotes, Leonel Capitano, en Rosario, a 300 kil¨®metros al norte de Buenos Aires. "Fue el Domingo de Resurrecci¨®n de nuestro pa¨ªs despu¨¦s de las dictaduras militares, despu¨¦s de los desaparecidos, despu¨¦s de la guerra de las Malvinas. Ese d¨ªa nos sentimos todos m¨¢s unidos que nunca, gracias a los dos goles de Diego. Es el escogido. S¨®lo ¨¦l pod¨ªa hacerlo. S¨®lo ¨¦l pod¨ªa mostrar esa belleza y esa maldad, ese talento y esa trampa, ese blanco y negro. Lo tengo todo, nos dijo aquel d¨ªa, y por ustedes todo lo doy".
Amez dice que la Iglesia cuenta con 60.000 fieles inscritos -"con nombres, direcciones y datos de correo electr¨®nico"- en todo el mundo. La inmensa mayor¨ªa est¨¢ en Argentina, si bien hay una extensa congregaci¨®n en Espa?a. Un contingente asombrosamente grande -alrededor de 1.500- procede de Escocia, donde, seg¨²n los datos de Amez, muchos nativos se alegraron tanto con aquellos dos goles de 1986 como los propios argentinos.
Leonel Capitano, el cantante y compositor oficial de la Iglesia, recuerda aquel d¨ªa con el mismo sobrecogimiento, pese a que entonces apenas hab¨ªa cumplido seis a?os. Lo recuerda tan bien que ha escrito una canci¨®n titulada Mi tango a Maradona, que se interpreta en todos los servicios religiosos. Otra cosa que tambi¨¦n hace Leonel es citar con exactitud largos fragmentos de Yo soy el Diego como si fuera un mul¨¢ recitando vers¨ªculos del Cor¨¢n.
Amez y ¨¦l fueron los cerebros de los "diez mandamientos" maradonianos (el quinto dice: "Difundir los milagros de Diego en todo el universo") y la versi¨®n maradoniana del padrenuestro: "Diego nuestro / que est¨¢s en las canchas, / santificada sea tu zurda, / venga a nuestros ojos tu magia, / h¨¢ganse tus goles recordar, / as¨ª en la tierra como en el cielo?".
Cuando Amez y Capitano recitan la plegaria no se r¨ªen, ni siquiera sonr¨ªen. Cuando relatan en qu¨¦ consiste un servicio t¨ªpico hablan en un tono tan reverencial como si fueran obispos explicando los ritos de la misa dominical. "Empezamos con la sant¨ªsima trinidad: 'En nombre de Tota [la madre de Maradona], don Diego y el fruto de su amor, Diego?'. Despu¨¦s llega el 'Diego nuestro?'. Luego tenemos los himnos, como Mi tango a Maradona y El Diego querido, con la m¨²sica del Ave Mar¨ªa, de Schubert?". Leonel Capitano se pone a cantar, otorgando a sus palabras paganas una pasi¨®n y un patetismo que hubieran conmovido al gran compositor alem¨¢n.
La misma pasi¨®n que exhibi¨® Leonel Capitano cuando apareci¨® en una de las emisiones de La noche del Diez, en la que sali¨® de pronto de entre el p¨²blico mientras cantaba su tango y no dej¨® a nadie sin soltar una l¨¢grima. Maradona se emocion¨®, y las rese?as de prensa del d¨ªa siguiente declararon que la intervenci¨®n del joven hab¨ªa sido lo mejor de la noche. Clar¨ªn escrib¨ªa: "Nuestro s¨²per elegido de la noche fue sin dudas Leonel Capitano, que? cant¨® la canci¨®n m¨¢s linda que hayamos escuchado sobre Diego en los ¨²ltimos tiempos".
Fue la noche en la que la Iglesia maradoniana, fundada hace s¨®lo tres a?os, demostr¨® que representaba a mucho m¨¢s que sus 60.000 fieles; la noche en la que el sue?o de Amez y Capitano -proclamar el 30 de octubre una fiesta patria-, de repente no pareci¨® tan disparatado; la noche en la que se vio que la noci¨®n de rendir culto al ex futbolista no era una aberraci¨®n, sino una expresi¨®n aut¨¦ntica del sentimiento social argentino.
No hace falta llevar t¨²nicas blancas y recitar el "Diego nuestro" para deleitarse en la fantas¨ªa de que Maradona es Dios. En la Argentina de hoy, los aberrantes, los herejes son quienes, como Abadi, y Pierini, y Alabarces, y Birmajer, creen ser capaces, desde la desalmada racionalidad de sus mentes oscuras, de proclamar que el emperador est¨¢ desnudo; de poner en tela de juicio la deslumbrante divinidad del futbolista redentor; de callar cuando el pueblo canta y celebra las glorias del que naci¨® en la villa y cumpli¨® su destino de sembrar de alegr¨ªa, y regar de gloria, toda una naci¨®n.
![Aparici¨®n estelar de Diego Armando Maradona en 'La noche del Diez', programa televisivo creado en su honor que bate r¨¦cords de audiencia en Argentina.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TXRSGUPZWGGSNH4VAYOCYBPF2M.jpg?auth=5ac67564674cab649e197b1b3f287200cf155fc00ebd37a45899b5ac6506019d&width=414)
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