El derecho a la irreverencia
Como un editor dan¨¦s no consigui¨® ilustradores para un libro infantil dedicado a Mahoma, Fleming Rose, editor de cultura del Jyllands-Posten, importante diario de Dinamarca, sospechando que entre los artistas gr¨¢ficos de su pa¨ªs se practicaba la autocensura, encarg¨® a un grupo de dibujantes una serie de vi?etas en las que imaginaran la figura de Mahoma como mejor les pareciera. Entre las doce vi?etas publicadas por el diario dan¨¦s hab¨ªa dos particularmente beligerantes: una muestra a Mahoma enturbantado con una bomba, y en otra, el profeta exhorta a una fila de terroristas a poner punto final a sus suicidios "porque ya no quedan v¨ªrgenes" en el para¨ªso para premiarlos.
Es comprensible que el dudoso buen gusto de estas s¨¢tiras ofendiera a los creyentes de una religi¨®n que, adem¨¢s de ser intolerante como suelen serlo casi todas, es iconoclasta y considera un sacrilegio la representaci¨®n en imagen de Mahoma, Al¨¢ y todos los profetas. Pero nadie imagin¨® que la protesta contra aquellas vi?etas sat¨ªricas alcanzar¨ªa las proporciones que ha tenido en todo el mundo isl¨¢mico: boicot a los productos daneses y noruegos (un diario de Oslo public¨® tambi¨¦n las caricaturas), quema, asalto y destrucci¨®n de embajadas y consulados de aquellos dos pa¨ªses en Siria, L¨ªbano, Gaza, y manifestaciones multitudinarias en todas las grandes ciudades de pa¨ªses musulmanes en las que se quemaban y pisoteaban banderas y se amenazaba y agred¨ªa a turistas sospechosos de ser n¨®rdicos o, simplemente, occidentales. Adem¨¢s, la exigencia por parte de gobiernos como los de Arabia Saudita, Ir¨¢n, Libia y Pakist¨¢n de que el gobierno dan¨¦s presente excusas y sancione a los autores y editores de las vi?etas incriminadas. (?Azot¨¢ndolos en una plaza p¨²blica? ?Cort¨¢ndoles las manos blasfemas? ?O s¨®lo meti¨¦ndolos a la c¨¢rcel?). Toda esta movilizaci¨®n y violencia de las turbas ha sido orquestada, de El Cairo a Damasco y de Yemen a Indonesia, por una campa?a medi¨¢tica en que, de manera sistem¨¢tica, se presenta lo ocurrido como un complot, una vasta conspiraci¨®n del Occidente racista e imperialista para destruir al Islam.
A diferencia de lo ocurrido con Salman Rushdie y su novela Los versos sat¨¢nicos, esc¨¢ndalo que surgi¨® de manera m¨¢s o menos espont¨¢nea, en este caso es casi seguro que la publicaci¨®n de las vi?etas hubiera pasado desapercibida fuera de Oslo y Copenhague, si los l¨ªderes religiosos musulmanes de Dinamarca no hubieran exigido, primero, excusas p¨²blicas del Gobierno y del peri¨®dico, y cuando ¨¦stos se negaron -recordando que en un pa¨ªs democr¨¢tico el Gobierno no puede censurar la prensa, y que para dirimir y sancionar cuestiones de libelo est¨¢n los tribunales- recorriendo las capitales principales de los pa¨ªses musulmanes y pidiendo a los gobiernos y a los cl¨¦rigos solidaridad para vengar la afrenta. La obtuvieron, por supuesto, y todas las organizaciones isl¨¢micas fundamentalistas hicieron causa com¨²n con la campa?a.
?Hay en el mundo musulm¨¢n sectores suficientemente sensatos para medir la desproporci¨®n flagrante entre las vi?etas y la casi declaraci¨®n de yihad o guerra santa contra Occidente desatada a ra¨ªz de aquellas caricaturas? Desde luego que los hay, y la mejor y la m¨¢s valerosa prueba de ello la dio, en Amm¨¢n, el musulm¨¢n Yihad Momani, editor del semanario jordano Shihan, que se atrevi¨® a reproducir tres de las vi?etas blasfemas para mostrar a sus compatriotas lo excesivo de la reacci¨®n contra lo que, al fin y al cabo, no eran m¨¢s que unas figurillas de est¨²pido mal gusto. ?Qu¨¦ le ocurri¨® a este temerario? Fue destituido en el acto; los ejemplares de Shihan, retirados del mercado, y la empresa hizo p¨²blica promesa de "castigar a todos quienes estuvieran envueltos en esta acci¨®n irresponsable y vergonzosa". Dicho sea de paso, algo semejante ocurri¨® en Francia, donde el due?o de France Soir despidi¨® en el acto a Jacques Lefranc, director del diario, por haber publicado las 12 caricaturas en solidaridad con sus colegas del Jyllands-Posten.
Nunca he dudado de que en los pa¨ªses musulmanes hay vastos sectores, y sin duda mayoritarios, que no comparten la visi¨®n guerrera y fan¨¢tica de la fe que est¨¢ detr¨¢s de actitudes tan manifiestamente criminales como la de las Brigadas de los M¨¢rtires de Al Aqsa -es un ejemplo, porque las hay a¨²n peores- que, a ra¨ªz de este asunto, amenazaron con asesinar a todo ciudadano franc¨¦s, dan¨¦s y noruego si no se clausuraban de inmediato en Gaza los consulados de esos tres pa¨ªses. En Nabl¨²s, la misma organizaci¨®n dio un plazo de 72 horas a los ciudadanos de Francia, Dinamarca y Noruega para que abandonaran la ciudad so pena de ser secuestrados. Frente a la tiran¨ªa de los fusiles y las bombas, y la convicci¨®n de que todo el que no ajuste su conducta milim¨¦tricamente a lo estipulado por el Cor¨¢n puede ser castigado de manera implacable, es comprensible que esos sectores moderados guarden silencio, repriman su rechazo o indignaci¨®n frente a la barbarie que los rodea, y parezcan consentir y plegarse a las minor¨ªas fan¨¢ticas.
?Puede llegar a ocurrir lo mismo alg¨²n d¨ªa en la Europa de Voltaire, la de las luces, la que instaur¨® como un principio b¨¢sico de la civilizaci¨®n el derecho de cr¨ªtica, de irreverencia, no s¨®lo ante los gobiernos; tambi¨¦n ante los dioses, la libertad de expresi¨®n y la convivencia de diversos credos, costumbres e ideas en una sociedad abierta? Vale la pena pregunt¨¢rselo, porque, a ra¨ªz del esc¨¢ndalo de las vi?etas blasfemas, una buena parte de la Europa que disfruta de esa cultura de la libertad ha mostrado una prudencia o desgano en la defensa de lo mejor que tiene y que ha legado al mundo, que parecer¨ªa que el poder de intimidaci¨®n del extremismo islamista comienza tambi¨¦n a tener efectos estupefacientes en el coraz¨®n mismo de la cuna de la democracia.
Hasta el momento en que escribo estas p¨¢ginas, con la excepci¨®n de los gobiernos de Francia y del Reino Unido, ning¨²n otro gobierno europeo ha mostrado de manera inequ¨ªvoca su solidaridad con Dinamarca. El primer ministro dan¨¦s, Rasmussen, ha rechazado las amenazas y los chantajes de los gobiernos musulmanes que quisieran ver introducidas en Dinamarca las pr¨¢cticas intimidatorias, censoras y brutales con que ellos suelen manipular a sus medios de informaci¨®n. Pero su orfandad en el seno de la Uni¨®n Europea ha sido pat¨¦tica y ello lo llev¨®, al final, a hacer un pe-que?o gesto, igual que el director del diario Jyllands-Posten, pidiendo disculpas a quienes hubieran podido verse ofendidos en sus creencias por las vi?etas. Gesto perfectamente in¨²til, por lo dem¨¢s, porque los gobiernos de las dictaduras y satrap¨ªas que protestan no quieren excusas, sino que el esc¨¢ndalo y las movilizaciones contra "el complot" duren lo m¨¢s posible, pues as¨ª distraen con un enemigo exterior a las desdichadas masas a las que mantienen en el hambre, la explotaci¨®n y la ignorancia.
Por lo menos una docena de diarios europeos reprodujo las vi?etas para hacer p¨²blica su adhesi¨®n a los principios de la libertad de expresi¨®n y en solidaridad con el Jyllands-Posten, y Le Monde, por su parte, encarg¨® a su dibujante estrella una caricatura de Mahoma que, adem¨¢s, era una acerada cr¨ªtica a la campa?a oscurantista del extremismo islamista contra la libertad de prensa. ?Bravo por esos valientes! ?Pero, qu¨¦ poquitos son, en una Europa donde millares de publicaciones de todas las tendencias gozan del privilegio de poder opinar y criticar lo que les parece sin otras limitaciones que las que fija el c¨®digo penal!
Curiosamente, los diarios que han corrido el riesgo de reproducir las vi?etas son casi todos de centro o de centro derecha (como Die Welt, en Alemania; La Stampa y Corriere della Sera, en Italia; Abc y El Peri¨®dico de Catalunya, en Espa?a; La Tribune de Gen¨¨ve, y De Telegraph, de Holanda, entre otros), en tanto que con escas¨ªsimas excepciones, como la de De Volkskrant, de Amsterdam, la prensa de izquierda ha mostrado una extraordinaria prudencia, al igual que los llamados intelectuales progresistas, que, con las admirables pero m¨ªnimas excepciones consabidas -entre ellos, el primero, por supuesto, Andr¨¦ Glucksmann-, no parecen haberse enterado siquiera de lo que est¨¢ ocurriendo. Ojal¨¢ este mutismo se debiera s¨®lo a la humana y respetable cobard¨ªa. Es muy leg¨ªtimo no querer terminar como el cineasta holand¨¦s Theo van Gogh, asesinado por un fan¨¢tico musulm¨¢n por ofender al Islam ejerciendo su derecho a pensar sin orejeras. Pero creo que la raz¨®n profunda es m¨¢s grave y que buena parte del silencio de cierta izquierda ante este asunto se debe a que tiene serias dudas sobre cu¨¢l es la opci¨®n pol¨ªticamente correcta en este caso. ?Echarle la culpa de todo al pasado colonialista y racista del Occidente que por su pol¨ªtica de humillaci¨®n y saqueo de los pa¨ªses musulmanes cre¨® el resentimiento y el odio que hoy se vuelven contra ¨¦l? ?Defender las actitudes de los extremistas musulmanes en nombre del multiculturalismo? ?Demostrar, acogotando la sind¨¦resis, que detr¨¢s de todo esto est¨¢n las torvas garras de los Estados Unidos? ?O, mejor, evitar pringarse en un asunto tan especioso y replegarse una vez m¨¢s en lo seguro, lanzando las valientes arengas contra la guerra de Irak y la avidez de la Casa Blanca para apropiarse del codiciable oro negro del ocupado Irak y del pobre Ir¨¢n, que se ve obligado a armarse de armas at¨®micas para no verse engullido por las trasnacionales?
Cuando uno piensa que la izquierda estuvo en Europa en la vanguardia de la lucha por conseguir aquella libertad de expresi¨®n y de cr¨ªtica que hoy d¨ªa est¨¢ cuestionada por el fanatismo y la compara con la de nuestros d¨ªas, dan ganas de llorar.
? Mario Vargas Llosa, 2006. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2006.
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