No
Desde hace un tiempo hay una consigna que se va repitiendo entre nuestros gobernantes. Frente a protestas contra una narcosala, un nuevo centro penitenciario, una nueva l¨ªnea de alta tensi¨®n, un nuevo parque tem¨¢tico, etc¨¦tera, afirman que "se ha instalado en la sociedad la cultura del no". As¨ª, de una tacada se descalifican todas las protestas a la vez. Paralelamente, la existencia de una oposici¨®n por parte de Rajoy y compa?¨ªa, basada en la negaci¨®n como estrategia, da alas a la f¨®rmula de no es igual a ser reaccionario, es igual a apoyar al Partido Popular, o en el caso de Catalu?a tambi¨¦n a Converg¨¨ncia i Uni¨®.
Sorprende que se niegue el poder progresista del no. La izquierda se basa, en multitud de ocasiones, precisamente en decir no. Es complejo ser progresista, hay que negar a menudo los instintos m¨¢s b¨¢sicos del individualismo, de los prejuicios, de los ancestrales miedos a la diferencia, del arraigo a la posesi¨®n material, etc¨¦tera. El votante de izquierdas es m¨¢s exigente, lo sabemos. El electorado de derechas se limita a votar y pedir seguridad y beneficios. Siempre dicen s¨ª, salvo cuando se habla de libertades.
El no aceptar con la cabeza gacha todo aquello que se intentaba imponer desde la dictadura, mantuvo viva la llama de la democracia durante el franquismo. En la transici¨®n, la oposici¨®n de los movimientos vecinales a especulaciones urban¨ªsticas fueron verdaderos laboratorios de libertad y centros de formaci¨®n de actuales cargos p¨²blicos. Era un no con pantalones de pana y patillas pobladas, entre el no pacifista a Vietnam, que llegaba desde EE UU y el comprometido Diguem no de Raimon.
Decir no es m¨¢s dif¨ªcil que asentir, parar aceptar tan s¨®lo hace falta callar. El no es una respuesta inc¨®moda, pero en todo caso, es una de las dos posibles ante cualquier cuesti¨®n planteada. Cada no es distinto. No son equiparables los noes del t¨²nel Bracons, de la c¨¢rcel del Catllar, de la narcosala de Vall d'Hebron o de la l¨ªnea el¨¦ctrica de Les Gavarres. Decir no puede ser m¨¢s constructivo que callar. Negarse al en¨¦simo campo de golf, es en realidad decir s¨ª, o al menos decir "se puede hacer de otra forma". Es una versi¨®n a peque?a escala del "otro mundo es posible". Decir no al AVE por el Eixample es reclamar su paso por el litoral y es decir s¨ª al sentido com¨²n.
Es curioso que cuando se dec¨ªa no a la guerra de Irak, ese era un no progresista solidario. Tambi¨¦n el no al trasvase era positivo, nunca se dijo que las tierras del Ebro estuvieran atrincheradas en la cultura del no. Pero cuando se dijo no a la Constituci¨®n Europea, en concreto, no a esa Constituci¨®n, result¨® ser un no retr¨®grado. Es m¨¢s, en cuanto un par de pa¨ªses dijeron no, se dejaron de hacer consultas a la sociedad. Se neg¨® el valor de ese no y se dijo que ser¨ªa s¨ª o s¨ª, con aquella f¨®rmula paternalista de: yo s¨¦ mejor que vosotros lo que os conviene.
La democracia real es la capacidad de asimilar los noes e integrarlos a los proyectos, modific¨¢ndolos o incluso anul¨¢ndolos. A veces, como dice el arquitecto y ex alcalde de Curitiba, Jaime Lerner, hay que escuchar a la gente y no hacer nada, urgentemente.
Esa llamada cultura de no tambi¨¦n tiene otra peyorativa definici¨®n: "no en el patio de mi casa". Todos queremos los beneficios de la sociedad de consumo, pero ninguno sus desventajas. Esto no ser¨ªa en principio recriminable, si seguimos los ejemplos de nuestros mandatarios. La uni¨®n europea se ha creado con motivos
econ¨®micos y todos los pa¨ªses desean las ventajas de pertenecer a ella, pero vemos a menudo nuestros representantes pele¨¢ndose por un pu?ado de euros. Cada cual barre lo que puede para su casa.
El argumento de que debemos ser solidarios desarmar¨ªa muchas de las protestas locales sino fuera por un detalle. ?Alguien se ha parado a pensar por qu¨¦ se ubican infraestructuras problem¨¢ticas en un lugar y no en otro? ?Alguien se ha entretenido en dibujar un mapa de c¨®mo se reparten las incineradoras, las nucleares, las narcosalas, los vertederos, etc¨¦tera? Si lo hici¨¦ramos, descubrir¨ªamos unos claros desequilibrios. Tan s¨®lo dos ejemplos: el sur de Catalu?a sufre una sobreexplotaci¨®n energ¨¦tica importante y las zonas del cuarto cintur¨®n est¨¢n siendo invadidas por pol¨ªgonos para dar servicio y trabajo a la gran Barcelona.A menudo, los noes parten de esas zonas castigadas por heridas en su territorio. Es un ?Basta ya!, y se plantan ante un nuevo trazado de la variante o en una nueva urbanizaci¨®n, para dejar claro que ya han tenido bastante. Incluso cuando ese no es totalmente insolidario, como cuando algunos padres se niegan a aceptar a ni?os inmigrantes en sus escuelas, se suele encontrar, si se rasca un poco, una presi¨®n local que lleva a?os minando la moral del barrio. Son noes indefendibles, pero hay que analizarlos sin caer en t¨®picos solidarios sacados del manual del progresista.
?Se puede hablar de una Catalu?a rica y una Catalu?a pobre? No estamos seguros y posiblemente el tema merezca una reflexi¨®n en profundidad y otro art¨ªculo, pero es cierto que el reparto de costos y beneficios, del supuesto progreso, no es equitativo. ?Cu¨¢les son los criterios entonces para ubicar una infraestructura molesta o peligrosa? Se dice que crean lugares de trabajo y por tanto se emplazan en zonas donde la falta de empleo es importante. Esa excusa sirve igual para hacer un macrohotel que un cementerio qu¨ªmico, como si los desempleados fueran, a la vez, incapaces de hacer otra cosa que servir cervezas o cavar fosas radiactivas. En realidad, los puestos cualificados y bien remunerados son cubiertos por profesionales for¨¢neos.
Dicen, por las tierras del Gai¨¤, que la ¨²ltima esperanza que les queda es que los pol¨ªticos elijan su zona para pasar las vacaciones, en lugar de en el Empord¨¤ o la Cerdanya. Entonces se cerrar¨ªa Vandell¨°s, se detendr¨ªan los m¨²ltiples parques e¨®licos previstos, se plantear¨ªa la degradaci¨®n de su costa y las nuevas prisiones viajar¨ªan al norte del pa¨ªs. No sabemos si tienen raz¨®n, pero est¨¢ claro que la distribuci¨®n de las molestias, los peligros y los impactos ambientales no est¨¢n repartidos por igual. ?Hay que callar y asentir? Como dice el conocido anuncio: pues va a ser que no.
Claret Serrahima y ?scar Guayabero son dise?adores.
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