Cuarenta y dos golpes por minuto
Despu¨¦s de las caricaturas, las palizas. El v¨ªdeo de la brutal paliza que unos soldados ingleses propinaron a unos chavales iraqu¨ªes en Basora puede que desplace a las famosas caricaturas de Mahoma del primer plano de la actualidad. O por lo menos as¨ª deber¨ªa ser si nos gui¨¢ramos por principios de elemental racionalidad. Las humillaciones a los hombres son mucho m¨¢s graves que las ofensas a los dioses. Al fin y al cabo, ?qu¨¦ son ¨¦stos sino unas criaturas que los hombres inventaron para sublimar su impotencia y sus frustraciones?
El v¨ªdeo de los 42 golpes por minuto es un monumento al abuso de poder. Si una sociedad decente es aquella en que las instituciones no humillan a los ciudadanos, el ej¨¦rcito brit¨¢nico queda marcado con el sello de la indecencia. El v¨ªdeo es una exhibici¨®n de la cultura de la muerte: el odio al enemigo se convierte en el gusto de destruirlo. La voz del sargento que dirige la haza?a es un impresionante testimonio del peligro que el ser humano lleva dentro: el dolor y la humillaci¨®n del otro como fuente de excitaci¨®n y placer. Su voz se retuerce de satisfacci¨®n ante el espanto de la v¨ªctima. Todo acontece en un clima de enorme normalidad: los dem¨¢s soldados que entran en el recinto pasan junto a la v¨ªctima sin conceder ninguna importancia a lo que est¨¢n viendo, como si fuera una escena ya vista. Precisamente porque los humanos estamos hechos de un material que puede derivar f¨¢cilmente hacia el horror, la guerra es algo que s¨®lo puede justificarse muy excepcionalmente. La guerra, al fin y al cabo, es una forma de optimizaci¨®n de las pulsiones criminales de la especie.
Tony Blair ha anunciado una investigaci¨®n en profundidad. No creo que sea necesario descender hacia el centro de la tierra para investigar este caso porque el infierno est¨¢ perfectamente reflejado en las im¨¢genes. Pero adem¨¢s, Blair ha aprovechado para destacar: "La inmensa mayor¨ªa de las tropas brit¨¢nicas se han comportado adecuadamente (...). Est¨¢n haciendo una gran labor por nuestro pa¨ªs y por el resto del mundo". Adecuadamente. Blair ha tenido el cuidado de no emitir un juicio m¨¢s positivo porque sabe que hay situaciones en que la barrera entre el bien y el mal se desvanece con suma facilidad. ?Qu¨¦ es lo adecuado en una guerra? Quiz¨¢ los soldados implicados en la paliza piensen que estaban haciendo lo adecuado. El problema est¨¢ en la guerra. El soldado que entra en guerra ha de estar listo para matar. Y para ello hay que prepararle psicol¨®gicamente: hay que ponerle en posici¨®n de combate. No basta la importancia de la misi¨®n, es necesario destruir al enemigo, despojarle de su condici¨®n humana para convertirlo en una rata que exterminar. Y una vez que se ha metido en la cabeza de los soldados el odio necesario para ver al otro como un indeseable al que se debe destruir, no hay motivos para sorprenderse de que se llegue a situaciones como las del v¨ªdeo. Son una consecuencia natural de la adici¨®n del odio inducido y del miedo reprimido. Tony Blair har¨¢ bien en ser prudente porque es m¨¢s que probable que ¨¦ste no sea un caso aislado. Y lo m¨¢s l¨®gico es que las atrocidades de guerra le persigan mientras est¨¦ en el poder.
?Se puede edulcorar esta cruel realidad con el argumento de la "gran labor" por el pa¨ªs y por el resto del mundo? Las guerras justificables -no me atrevo a decir justas- son aquellas que entran dentro del concepto de leg¨ªtima defensa. Como los individuos, los pa¨ªses tienen derecho a defenderse ante un ataque real o una previsi¨®n muy fundada de amenaza grave. Ninguno de los dos casos se daba en la segunda guerra de Irak. La ¨²nica amenaza real que el debilitad¨ªsimo r¨¦gimen de Sadam Husein significaba era para la propia poblaci¨®n iraqu¨ª, a la que pertenecen los j¨®venes apaleados por los soldados brit¨¢nicos y la mayor¨ªa de las v¨ªctimas de esta guerra. ?Era una guerra el medio adecuado para liberar a los iraqu¨ªes de su dictador? ?Por qu¨¦ este pueblo merec¨ªa ser liberado y otros no? ?Qui¨¦n decide a qui¨¦n hay que liberar? En cualquier caso, no fue ¨¦sta la raz¨®n de la guerra. Se quiso presentar como guerra preventiva lo que s¨®lo era una guerra para atemorizar, para hacer creer al mundo que el imperio americano no est¨¢ en decadencia. Pero los argumentos oficiales eran falsos, con lo cual todo el montaje se ha ca¨ªdo en pedazos. Si era mentira que Saddam Husein tuviera armas de destrucci¨®n masiva, si era mentira que amparara a Al Qaeda, ?c¨®mo justificar lo que el ej¨¦rcito ingl¨¦s est¨¢ haciendo en Irak? Tony Blair, a la defensiva, ha optado por el eufemismo: una gran labor. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que parece no haberse enterado todav¨ªa de que su partido perdi¨® el poder por mentir, prefiere reincidir en la mentira: la guerra ha impedido una alianza entre Saddam Husein y los chi¨ªes iran¨ªes. Es la mentira compulsiva. Aznar est¨¢ dispuesto a pasar por ignorante antes que reconocer su error.
Si las caricaturas dieron pie a una ofensiva pol¨ªtica por parte de Siria e Ir¨¢n, especialmente, que organizaron las respuestas violentas, las atroces im¨¢genes de Basora ser¨¢n, sin duda, aprovechadas por las organizaciones terroristas que han encontrado en Irak un campo de batalla que no ten¨ªan. Y aumentar¨¢n la confusi¨®n entre la resistencia y el terrorismo importado. Pero, sobre todo, a?aden m¨¢s dificultades a un proceso de pacificaci¨®n de una zona que la guerra de Irak ha acabado de convertir en explosiva. El argumento geopol¨ªtico para defender aquella guerra era convertir a Irak en plataforma occidental para controlar la sucesi¨®n en Arabia Saud¨ª y la evoluci¨®n de Siria e Ir¨¢n, y crear un clima que favoreciera la resoluci¨®n del conflicto palestino-israel¨ª. Pero la guerra es una cosa demasiado seria como para jugar al cuento de la lechera. De momento, el c¨¢ntaro esta roto. Y todo est¨¢ por recomponer. El v¨ªdeo de Basora no tiene por qu¨¦ sorprender a nadie: es una consecuencia de la cultura de la guerra. La desesperada cultura a la que casi siempre se aferran los grandes poderes en declive. Difundir este v¨ªdeo es la mejor manera de explicar a la gente que la guerra s¨®lo puede ser un recurso extremadamente excepcional. Cuarenta y dos golpes por minuto contra la guerra.
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