Blasfemia
El da?o est¨¢ hecho, y de qu¨¦ manera. Las 12 est¨²pidas vi?etas publicadas el pasado 30 de septiembre por Jylland-Posten, -la "frivolidad tr¨¢gica" que hace unos d¨ªas denunciaba Jean Daniel en este mismo peri¨®dico-, han circulado como un reguero de p¨®lvora por el mundo isl¨¢mico. Lo peor, la carga de menosprecio que lleva aparejada. Pero tambi¨¦n la combinaci¨®n de aparente desconocimiento y de inoportunidad, suponiendo que hubiera un momento oportuno para ponerlas en circulaci¨®n. La imagen de Mahoma es tab¨² en el Islam. ?Acaso no lo sab¨ªan en Aarhus? ?No les sonaba aquello de que los musulmanes son iconoclastas, que abominan de la iconolatr¨ªa, del culto de las im¨¢genes de dios y de su profeta, cuya plasmaci¨®n es blasfema? Y, por si ello no fuera suficiente, aderez¨¢ndolas de tal modo que identifican Islam y terrorismo. ?No pod¨ªan prever los responsables del diario dan¨¦s la sacudida emocional que un paso semejante, que a nada respond¨ªa, iba a desencadenar en la comunidad musulmana, en la Umma, por muy rechazables que sean algunas de sus manifestaciones concretas? Y de nada vale apuntar a tal o tal im¨¢n como el detonante del incendio. Hay suficientes precedentes, sin necesidad de ir a Salman Rushdie, para que nadie se sorprenda lo que fatalmente ha sucedido. En tanto que la inaceptable violencia de los manifestantes da tambi¨¦n la medida de su frustraci¨®n y de su encono.
No queda, a mi juicio, resquicio por el que pueda colarse explicaci¨®n o justificaci¨®n algunas a este atropello, del que est¨¢n sacando partido todos los extremos. Por eso, algunos ya se han puesto a la cabeza de la manifestaci¨®n. ?Complot de Occidente contra el mundo musulm¨¢n!, exclaman, al haber sido reproducidas sucesivamente algunas de esas caricaturas, como muestra inequ¨ªvoca de solidaridad, en buena parte de la prensa europea. ?Qu¨¦ m¨¢s pod¨ªan pedir las autoridades iran¨ªes en la coyuntura por la que atraviesa su pa¨ªs, enfrentado como est¨¢ a pr¨¢cticamente el mundo entero! ?Y qu¨¦ decir de los palestinos y de sus nuevos dirigentes de Ham¨¢s, o de los iraqu¨ªes, que tambi¨¦n se han lanzado a la calle para repudiar la doble ofensa, la ocupaci¨®n y el insulto? Por nuestros pagos tambi¨¦n se encienden los ¨¢nimos. ?"Que sean ellos quienes pidan perd¨®n por los atentados terroristas"! Todo un desastre.
Llama la atenci¨®n que en Europa hayan sido los medios de comunicaci¨®n -juez y parte- los que con mayor empe?o han defendido el principio de la libertad de expresi¨®n que, recuerdan con raz¨®n, tantos sacrificios ha costado alcanzar all¨ª donde prevalece, mientras que han sido los gobiernos los que, con raras o tard¨ªas excepciones, se han desvinculado del traspi¨¦s y han recordado los l¨ªmites de aqu¨¦lla o, si se prefiere, la aconsejable acomodaci¨®n de esta libertad a ciertas pautas de respeto a las creencias religiosas, a cierto autocontrol cuando se trata, como es el caso, de materia particularmente inflamable. Notable ha sido tambi¨¦n la postura oficial de Washington y de Londres, particularmente cr¨ªtica con la iniciativa, ellos, quiz¨¢ porque son en buena parte responsables del estropicio.
Se pone as¨ª de manifiesto, aunque no sea para celebrarlo, la actualidad, as¨ª como la virtualidad, de la Alianza de Civilizaciones, cuyo Grupo de Alto Nivel va a reunirse en breve en la capital de Qatar y sobre cuyos trabajos planear¨¢n sin duda alguna los acontecimientos de estos d¨ªas. Dif¨ªcilmente saldremos del atolladero en que nos hallamos si no somos capaces -de una y otra parte, el mundo isl¨¢mico y el mundo cristiano laicizado-, de poner remedio al desencuentro, al recelo mutuo y al temor. Si no trabajamos juntos, con determinaci¨®n, a favor de la moderaci¨®n y de la aceptaci¨®n de la diferencia, de la diversidad, pero tambi¨¦n para coadyuvar a la soluci¨®n de los muchos problemas pol¨ªticos y sociales que son propios de buen n¨²mero de pa¨ªses, as¨ª como de las injusticias impuestas a la mayor parte de la Humanidad. Todo ello sobre la base s¨®lida de unos valores compartidos porque, como dijo recientemente el primer ministro de Turqu¨ªa, la Alianza de Civilizaciones es, en efecto, una Alianza de Valores. Una iniciativa, como establece el mandato del secretario general, que responde a la conciencia generalizada -entre naciones, culturas y religiones- de que todas las sociedades humanas son interdependientes, que pretende forjar una voluntad pol¨ªtica colectiva, y movilizar una acci¨®n concertada, para superar los prejuicios, los errores de percepci¨®n y la polarizaci¨®n que militan contra este consenso.
La tarea es tit¨¢nica, pues de lo que se trata es de remover barreras mentales, percepciones indeseables que nos han sido implantadas por pr¨¦dicas de todo tipo, seguras de s¨ª mismas, en posesi¨®n de verdades incontrovertibles y, por ello, casi siempre excluyentes. ?C¨®mo superar estas representaciones cuando las tres religiones en liza parecen irreconciliables por mucho que se trata de avanzar, para acomodarlas, en sucesivos di¨¢logos interconfesionales, siendo as¨ª que ni siquiera en el seno del cristianismo se ponen de acuerdo unos protestantes con otros, los cat¨®licos con los ortodoxos, y en el Islam el foso entre sun¨ªes y chi¨ªes parece infranqueable? Qu¨¦ decir del Islam y del Cristianismo, infiel el uno para el otro, y de ¨¦ste y del Juda¨ªsmo, gentiles los que no lo son para los jud¨ªos y deicidas ¨¦stos, hasta hace muy poco, para aqu¨¦llos.
Por ello, no es por la v¨ªa de las religiones, sean o no las del Libro, por donde hay que acometer la tarea que nos incumbe. Tan s¨®lo cabe hacerlo por el camino de la raz¨®n y del entendimiento. Esto nos lleva irremediablemente al respeto del que nos es ajeno, que no quiere decir la aceptaci¨®n de sus creencias y convicciones, cualesquiera sean, como tampoco la imposici¨®n de las nuestras, sino la predisposici¨®n a estar dispuestos a convivir con ellas. C¨®mo es posible que se pretenda que mi dios es el ¨²nico verdadero en un mundo donde se dan cita casi tantas religiones como culturas o civilizaciones, que se dir¨ªa incompatibles entre s¨ª, sectas o herej¨ªas las llaman cuando no se pliegan a la ortodoxia oficial. Para los no creyentes, el espect¨¢culo induce a la perplejidad y al des¨¢nimo.
Tambi¨¦n aqu¨ª, ahora que la sociedad espa?ola est¨¢ mutando por la inmigraci¨®n, y que va en aumento palpable el n¨²mero de adeptos a otros credos -no solamente al Islam-, la necesidad de un ejercicio de comprensi¨®n, de aceptaci¨®n y de acomodaci¨®n de lo distinto, y a lo distinto, es primordial y urgente. Porque no est¨¢ lejos el d¨ªa en que alguna muchacha musulmana, nacida entre nosotros, pueda afirmar como -nos lo recordaba Gilles Kepel- hizo en Francia a principios de los noventa una joven llamada Sh¨¦razade: "El Cor¨¢n es el manual de instrucciones que nos ha dado Dios, nuestro Creador, para vivir en la tierra".
M¨¢ximo Cajal es embajador de Espa?a.
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