Duros de pelar
En el momento justo, azuzado an¨ªmicamente por las cr¨ªticas, ninguneado en los pron¨®sticos que le daban m¨ªnimas posibilidades de ¨¦xito y con el l¨ªder de la Liga ACB enfrente, el Madrid sac¨® lo mejor de s¨ª mismo y sorprendi¨® a todos. Por la victoria y por lo poco que se pareci¨® al equipo que desde comienzos de temporada ha llegado a desesperar a sus aficionados en demasiados partidos. De esta forma, la Copa volvi¨® a demostrar otra de las caracter¨ªsticas que la hacen tan especial. Su capacidad de levantar supuestos cad¨¢veres.
Ayud¨® bastante que el Barcelona confirmase que, por mucho que encabece la competici¨®n liguera, su juego dista mucho de ser consistente. La muestra m¨¢s clara radic¨® en dejar que su rival, inmerso en todo tipo de dudas, con su gran estrella renqueante y sin ni siquiera contar con el apoyo de un p¨²blico que no dej¨® de recordarle que se hab¨ªa colado en esta Copa por la puerta de atr¨¢s, pudiese cobrar vida e ir ganando confianza.
Con todas las penurias que ha pasado el equipo blanco esta temporada, el ver posible la victoria le catapult¨® emocionalmente y, una vez que comprobaron que la presencia de Bullock era algo m¨¢s que una decisi¨®n desesperada, sus jugadores se abalanzaron como posesos sobre sus ancestrales rivales, conscientes de tener una gran oportunidad de cambiar su negativa din¨¢mica y, al menos por una noche, darse un alegr¨®n.
Muchos defectos tiene este Madrid. Su plantilla est¨¢ descompensada y le faltan m¨¢s piezas de las que se supon¨ªa. Pero hay que reconocer una cosa a sus jugadores. Son muy duros de pelar, inasequibles al desaliento. Si esta virtud es siempre recomendable, cuando llegan los grandes momentos resulta impagable. As¨ª ganaron la Liga el curso pasado y as¨ª pudieron sobrevivir ayer.
Porque el partido se puso en marcha como se supon¨ªa y, viendo el primer cuarto, cualquiera podr¨ªa pensar que el debate no iba a llegar muy lejos. Navarro estaba haciendo de Navarro, y ya se sabe c¨®mo se las suele gastar cuando enfrente tiene una camiseta blanca del Madrid. El Bar?a dominaba con placidez y, encima, en los primeros minutos Bullock, el deseado, mostraba los estragos de su falta de actividad. Pero all¨ª estaba Reyes, con ese tiro corto que cada vez prodiga con m¨¢s ¨¦xito y que mantuvo con vida a su equipo en los peores momentos. El esfuerzo de Felipe result¨® proverbial, pues cubri¨® la ¨²nica fase en la que el Bar?a fue temible.
Una vez que Bullock cogi¨® el ritmo, el Madrid empez¨® a creer, de la misma forma que el Bar?a se fue estancando poco a poco, al mismo ritmo que Navarro fue desapareciendo. Otro detalle de la falta de solidez azulgrana. Tal como empez¨® el partido, no es comprensible que se pasase casi veinte minutos sin volver a anotar. Con su ausencia, los azulgrana perdieron su ¨¢ngel de la guarda y su ¨¢nimo colectivo fue evapor¨¢ndose al mismo ritmo que el Madrid hac¨ªa real su sue?o.
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