La ciudad andalus¨ª en cuatro pasos
Ronda, del puente Nuevo al barrio musulm¨¢n y la monumental zona barroca
Hay puentes que se limitan a unir orillas. Y otros que, m¨¢s all¨¢ de la herramienta de paso, parecen concebidos para fundir las m¨¢rgenes en un destino com¨²n. Ocurre con el puente Nuevo de Ronda, una grapa de piedra puesta ah¨ª por alguna deidad para que la ciudad nueva y la vieja, la madinat Arunda nazar¨ª y la urbe moderna, renacentista y barroca, no se desliguen. Dicen las gu¨ªas que es obra de un arquitecto aragon¨¦s llamado Jos¨¦ Mart¨ªn Aldehuela y que requiri¨® 42 a?os de trabajos, pero cuando el viajero se acerca a este tajo -del que Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n dec¨ªa que "uno se asoma a ¨¦l y puede encontrar en el fondo miedo, vaticinios, oraciones o versos"- y deja que los claroscuros del ocaso difuminen los perfiles, siente como si el puente emergiera de la roca madre, una prolongaci¨®n de la monta?a a la que la erosi¨®n del agua le hubiera conferido la ilusi¨®n de una obra humana.
Cruzando el puente Nuevo se accede al solar que ocup¨® la vieja 'madinat' Arunda, la ciudad musulmana, aunque poco nos ha llegado de ella. Lo m¨¢s embriagador: el minarete de San Sebasti¨¢n, el ¨²nico alminar nazar¨ª que soport¨® el paso del tiempo, anexo ahora a una vivienda particular
Ronda y su puente. Ronda y el tajo. Pocos lugares de Andaluc¨ªa han sido inmortalizados por tantas y tan elevadas plumas como este emplazamiento privilegiado sobre la hoz del r¨ªo Guadalev¨ªn. Jorge Luis Borges dijo que era "la delicada penumbra de la ceguera, un c¨®ncavo silencio de patios, un ocio del jazm¨ªn y un tenue rumor de agua que conjuraba memorias de desiertos". Juan Goytisolo escribi¨®: "La vi enriscada en la sierra, como una prolongaci¨®n natural del paisaje, y a la luz del sol me pareci¨® la ciudad m¨¢s hermosa del mundo". Es verdad que es soberbio el emplazamiento de esta villa partida por la cicatriz de un tajo.
1 La plaza de toros
Incluso elementos tan manidos como una plaza de toros se convierten en Ronda en lugares de veneraci¨®n. El coso ronde?o no es una plaza m¨¢s, sino la quintaesencia de la arquitectura taurina, ligada a la fundaci¨®n de la Real Maestranza de Caballer¨ªa de Ronda por Felipe II en 1572. Como los jinetes necesitaban un lugar donde practicar, se decidi¨® levantar en la explanada que antecede al tajo un ruedo con 5.000 plazas sentadas, cifra sorprendente para la ¨¦poca, todas bajo techado en un c¨ªrculo perfecto de dos pisos con arcos soportados por 136 columnas toscanas. Fue inaugurada el 19 de mayo de 1785, y es, por tanto, contempor¨¢nea del puente Nuevo, lo que ha llevado a pensar que la direcci¨®n de obra corriera a cargo del mismo arquitecto Mart¨ªn Aldehuela. Aquella tarde torearon Pedro Romero y Pepe Hillo, estrenando no s¨®lo la plaza, sino toda una instituci¨®n en el arte taurino. As¨ª lo dej¨® escrito Jos¨¦ Bergam¨ªn: "El arte del toreo fue maravilla / porque lo hicieron juntos / Ronda y Sevilla".
2 Un paseo panor¨¢mico
Desde la plaza de toros, el vagabundeo por la inmortalidad ronde?a debe orientarse hacia el paseo de Blas Infante, donde una l¨¢pida de azulejos recuerda al padre del andalucismo hist¨®rico, y all¨ª tomar el sendero que bordea el acantilado de casi 180 metros de altura sobre el que se levanta la ciudad, con el coraz¨®n empeque?ecido ante un paisaje di¨¢fano y grandioso de campi?a y serran¨ªa que se abre hasta el infinito. Pasaremos por la plaza de Espa?a, el gran espacio urbano resultante de la ampliaci¨®n llevada a cabo en el siglo XVIII, cuando el aumento de la poblaci¨®n y el auge econ¨®mico estiraron el per¨ªmetro urbano al otro lado del tajo del Guadalev¨ªn. Y desde all¨ª cruzaremos otra vez el puente Nuevo para acceder al solar que ocup¨® la vieja madinat Arunda, la ciudad musulmana, aunque poco nos ha llegado de ella. Lo m¨¢s embriagador: el minarete de San Sebasti¨¢n, el ¨²nico alminar nazar¨ª que soport¨® el paso del tiempo, anexo ahora a una vivienda particular y perdido en un rinc¨®n de la ciudad antigua. No tiene ni la altura ni la profusa decoraci¨®n de otros campanarios de la ciudad, pero su delicado entramado de ladrillo con restos de lo que fue una decoraci¨®n de cer¨¢mica vidriada y sus vanos con arcos de herradura tienen m¨¢s fuerza evocadora que la m¨¢s poderosa de las m¨¢quinas del tiempo.
3 Las termas ¨¢rabes
Otra deliciosa sorpresa: los ba?os ¨¢rabes. Situados junto a una de las puertas de la ciudad, en la confluencia del r¨ªo Guadalev¨ªn y el arroyo de la Culebra, los ba?os ¨¢rabes de Ronda gozan de un estado de conservaci¨®n tan envidiable que, sin apenas esfuerzo, el viajero moderno puede sentir en propia piel la humedad pegajosa del al-bait-al-sajum (sala caliente) y respirar los vapores aromatizados que sal¨ªan de la sala de calderas. Las termas ¨¢rabes de Ronda se levantaron en el siglo XIII y estuvieron en uso m¨¢s de 300 a?os. La intransigente moral de los vencedores cristianos -y su escasa querencia por el aseo personal- oblig¨® a reconvertirlos en f¨¢brica de curtido de pieles, y ya en el siglo XIX pasaron a albergar un taller de cer¨¢mica. La duquesa de Parcent, dama noble que convirti¨® Ronda en uno de los centros de moda de la alta sociedad a principios del siglo XX, los compr¨® y ajardin¨®, impidiendo as¨ª un mayor deterioro.
4 La duquesa de Parcent
Todo este entramado de calles revocadas y palacios dieciochescos que es la Ronda monumental desemboca en la plaza de la Duquesa de Parcent, espacio principal y protagonista de la ciudad vieja, donde han estado desde siempre los edificios y templos representativos del poder. Hoy, quien monopoliza la silueta de tan magno espacio es la Real Colegiata de Santa Mar¨ªa de la Encarnaci¨®n la Mayor, como antes lo fue la mezquita aljama nazar¨ª, y mucho antes, probablemente, alg¨²n templo romano. En la plaza se condensa ese aire se?orial que enamora de Ronda. Por un lado, el enorme templo, con unos balcones porticados a los que la nobleza y la alta sociedad se asomaban a ver los festejos p¨²blicos. Al otro, el Ayuntamiento, un sorprendente edificio con fachada de doble arcada construido en 1743 como cuartel militar, que tambi¨¦n fue p¨®sito y alh¨®ndiga. Enfrente, cerrando la plaza por el oeste, se ve el convento de Santa Isabel de los ?ngeles, otro de los edificios m¨¢s antiguos de la ciudad, levantado en 1540 sobre la antigua c¨¢rcel musulmana.
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