Los herederos de la resistencia trianera
Una fotograf¨ªa de Pierre Verger expuesta en la Casa de la Provincia de Sevilla recupera la historia de Antonio ?lvarez, 'El Artillero'
Desde que supieron que la vida de su padre saldr¨ªa en el peri¨®dico, los hijos de Antonio ?lvarez dejaron claro su prop¨®sito: rendir homenaje a la incansable lucha del Artillero contra la dictadura y a favor de la libertad.
Antonio ?lvarez, El Artillero, llev¨® una vida llena de penurias por una ¨²nica raz¨®n, persistir en sus creencias, en su fuerte ideolog¨ªa de izquierdas. Por esa raz¨®n, fue a la c¨¢rcel en numerosas ocasiones, vio como sus 12 hijos robaban para comer y sufri¨® el maltrato de la polic¨ªa franquista hasta tener un n¨²mero incontable de fracturas en su hastiado esqueleto. No fue un personaje an¨®nimo en su ¨¦poca, pero su labor no hubiera trascendido de no ser por la colecci¨®n de fotograf¨ªas de Pierre Verger que se exponen en la Casa de la Provincia de Sevilla. "Yo recuerdo al franc¨¦s. Llevaba puesto aquel abrigo largo y estaba tan guapo", dice sobre el fot¨®grafo Concha, una de las hijas.
Fidel Castro invit¨® a su hijo Diego a ir a estudiar a Cuba, pero la madre no lo dej¨®
En la misma calle donde fue retratado ?lvarez, en Pelay Correa, se reunieron esta semana los hijos del sindicalista y antiguo miembro del Partido Comunista. La luz no era la misma que la del d¨ªa soleado de la instant¨¢nea de 1935, en la que varios j¨®venes levantaban el pu?o y gritaban contra la pena de muerte, y tampoco son iguales los edificios y el empedrado. Han pasado 70 a?os desde entonces y, adem¨¢s del clima y el aspecto, la vida del barrio ha cambiado mucho. "Gracias a gente como mi padre hoy vivimos como lo hacemos", reconoce Miguel ?lvarez.
La historia de Antonio es triste pero, a la vez, hermosa. Es el testimonio de una ¨¦poca en la que muchos nombres quedaban borrados por un tiro de pistola, pero tambi¨¦n del tiempo en el que hab¨ªa ideas por las que llegar hasta el final. El suyo no termin¨® con un disparo, pero no por ello sufri¨® menos.
Como muchos otros, ?lvarez podr¨ªa haber llevado una vida tranquila si no hubiera llegado la guerra. Hasta 1935 era un trabajador m¨¢s del Ayuntamiento que no ocultaba sus ideas pol¨ªticas. "El mismo d¨ªa del alzamiento por la ma?ana fue a trabajar, pero despu¨¦s del mediod¨ªa no pudo volver, porque sab¨ªa que lo detendr¨ªan", explica su hija Rosario. Desde aquel momento, su vida estuvo amenazada.
"Mi abuela, su suegra, lo escondi¨® en su casa de la calle Pureza. Y luego, lo llev¨® con los gitanos de Pelay Correa, que lo acogieron", relata Pepi ?lvarez. Despu¨¦s, un t¨ªo suyo, que era sargento, lo ayud¨® a escapar de los soldados de la Falange y lo meti¨® en el ej¨¦rcito. All¨ª se gan¨® el nombre de El Artillero. Durante el resto de la guerra combati¨® en el bando que detestaba.
"Se pasaba el d¨ªa arrestado por alguna trastada, para as¨ª no tener que luchar contra los suyos", dice orgulloso su hijo Miguel.
Por fin, en 1939 dej¨® el uniforme militar y se puso a descargar cajas en el puerto. "Le pagaban por d¨ªa trabajado y como de vez en cuando lo met¨ªan en la c¨¢rcel nos qued¨¢bamos sin sueldo". Era en esos d¨ªas cuando los hijos del Artillero recurr¨ªan a robar patatas o cangrejos en los mercados para poder comer algo. En aquellos tiempos exist¨ªa el Socorro Obrero, un servicio que ten¨ªan los proletarios para alimentar a las familias de los que estaban presos.
"Nosotros nunca recibimos nada, y eso que mi padre era capaz de quitarle a su propia familia para dar a los dem¨¢s", recuerda con pena su hija Pepi. Lo que s¨ª recibieron fue el ofrecimiento de ayuda de Fidel Castro, que invit¨® a Diego, uno de los hijos mayores, a ir a estudiar a Cuba. Pero la madre no dio su permiso y el joven no fue.
?lvarez no dej¨® nunca la lucha sindical. Ten¨ªa muchos amigos que ni siquiera sus hijos conoc¨ªan y que s¨®lo vieron en su entierro, pues la mayor¨ªa trabajaba con ¨¦l en la clandestinidad. Cada primero de mayo, El Artillero deb¨ªa presentarse en la comisar¨ªa de polic¨ªa de la Puerta de Carmona donde el comisario ?lvarez Beltr¨¢n, conocido como El Espartero, lo interrogaba. "Normalmente lo buscaban a finales de abril y lo met¨ªan preso para que no se pudiera manifestar con el resto de obreros", explica Mar¨ªa, otra de las hijas mayores. En mayo ten¨ªan lugar las marchas del Sindicato del Metal, uno de los pocos que pod¨ªan reunirse durante el ¨²ltimo periodo del franquismo.
La ¨²ltima vez que lo detuvieron fue en 1963. Entonces ten¨ªa 50 a?os. La polic¨ªa lo esper¨® en la parada del autob¨²s cuando se dirig¨ªa a la primera manifestaci¨®n estudiantil de la dictadura en Sevilla. Muchas caras hoy conocidas participaron en aquella protesta, pero la mayor¨ªa de los que apresaron ten¨ªan contactos para salir. ?lvarez no. Para dejar la c¨¢rcel, esta vez, deb¨ªa pagar 10.000 pesetas. Como era una suma que no pod¨ªa reunir, su hijo Diego tuvo que pedir un pr¨¦stamo que sald¨® con su trabajo en Holanda. Ahora vive all¨ª con su mujer.
En 1971 Antonio ?lvarez muri¨® por una enfermedad del h¨ªgado. ?l mismo anunci¨® su muerte dos d¨ªas antes del fallecimiento. "Le hab¨ªan hecho una biopsia y le da?aron el ¨®rgano. Eran otros tiempos", explica Pepi. De su padre, al que algunos todav¨ªa recuerdan en el Altozano, sus hijos destacan la fidelidad a las ideas, el sentido de la justicia y la valent¨ªa del luchador. "Yo no soy de ning¨²n partido, pero tengo la sangre roja y el coraz¨®n en la izquierda", concluye Concha ?lvarez, una su herederas.
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