Letras sueltas
En una escena de Jacques el fatalista de Diderot, Jacques le cuenta a su amo la historia de un ni?o que, a los pies del mostrador de una lencer¨ªa, estaba gritando con toda su alma. La lencera, molesta por el esc¨¢ndalo, le pregunt¨® por qu¨¦ gritaba de aquel modo:
-Es que quieren que diga A- contest¨® el ni?o.
- ?Y por qu¨¦ no quieres decir A?
-Porque en cuanto diga A, querr¨¢n que diga B.
Uso esta imagen de Diderot para ilustrar la actitud o la l¨®gica pol¨ªtica que distingue entre los nuestros y los otros -y que por desgracia tan familiar nos resulta en Euskadi-, o que parte del conmigo o contra m¨ª, y que en la pr¨¢ctica pretende traducirse por "conmigo o contra el esp¨ªritu de la ley y/o la verdad moral". Perversa l¨®gica que intenta no s¨®lo dividir a la sociedad, sino reducir la condici¨®n de ciudadano a la de afiliado. Adscribirla a un esquema cerrado de consignas y mandamientos. A un lote. Pensar A tiene que significar aceptar tambi¨¦n B y C. Y a la inversa, oponerse a D, tiene que implicar el rechazo de otro segmento del abecedario. De lo contrario, palo. Quien decide mestizar, combinar letras por su cuenta, es tachado de o, sencillamente, tachado.
Faltan a¨²n en Euskadi, que es donde se juega la convivencia, muchos gestos y mucha pedagog¨ªa
Contra ese sacar las cosas de quicio para impedir el libre movimiento de las letras; contra los esquemas adhesivos que tratan de frenar la combinaci¨®n plural, singularmente m¨²ltiple, de las ideas y las opiniones, entiendo que no s¨®lo procede sino que conviene la rebeld¨ªa del personaje de Diderot, con toda el alma, con los cinco sentidos democr¨¢ticos. Conviene siempre, pero de modo muy especial en momentos como el actual que se (pre)sienten inauguradores de ciclo.
El horizonte del final de ETA se acerca. Todo apunta (incluso bajo las apariencias) a que ya no es cuesti¨®n de direcci¨®n, sino de tiempo. Se nos dice que el camino hacia ese desenlace va a ser duro y dif¨ªcil. No comparto esa presentaci¨®n-presagio, en el sentido de que el escenario de la desaparici¨®n del terrorismo siempre ser¨¢ m¨¢s blando y m¨¢s f¨¢cil que el de ETA matando y amedrentando. Y pienso adem¨¢s en el estupendo asfalto que pueden constituir el hast¨ªo de la violencia y las ganas, el anhelo, de otro ambiente por fin (de esa primera vez sin dictadura ni amenaza terrorista). Y creo tambi¨¦n que el camino ser¨¢ tanto m¨¢s blando y f¨¢cil cuanto m¨¢s se aproveche la energ¨ªa de las letras sin pegamento, de las letras sueltas para idear, aportar, intentar, completar, combinar visiones y maneras. Para escribir justamente las palabras imprescindibles. Palabras clave como la Memoria de las v¨ªctimas del terrorismo, en su acepci¨®n m¨¢s significativa: la que convierte las historias ¨ªntimas en Historia, los actos del recuerdo privado en hechos de memoria p¨²blica, colectiva.
Para que se cumpla ese paso, que tiene que ser uno de los fundamentales del proceso, faltan a¨²n en Euskadi, que es donde m¨¢s se juega la convivencia, muchos gestos y mucha pedagog¨ªa; mucha confirmaci¨®n concreta y pr¨¢ctica de reconocimientos que se enuncian te¨®rica, cuando no, ret¨®ricamente. Faltan y urgen.
Pero, como el personaje de Diderot, me rebelo contra quienes pretenden que no son compatibles la A del absoluto respeto por las v¨ªctimas del terrorismo y por el papel central de su memoria en el futuro, con la P del principio del respeto a las decisiones parlamentarias; con la P de la premisa democr¨¢tica de que ning¨²n colectivo puede sustituir a las instituciones. La resoluci¨®n aprobada por el Congreso autoriza al Gobierno a hablar con ETA cuando ¨¦sta haya dejado las armas; y entiendo que esa autorizaci¨®n, en los t¨¦rminos previstos, implica la responsabilidad de hacerlo. Por otro lado, mi combinaci¨®n abecedaria se opone tambi¨¦n a quienes pretenden que la M de mesa y la H de hablar implican la O de olvido de exigencias fundamentales. Entre otras, la que condiciona la participaci¨®n en el juego pol¨ªtico a la aceptaci¨®n inequ¨ªvoca de lo elemental, es decir, a la condena expresa de la violencia.
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