Dinamita pa' los pollos
Dijo el otro d¨ªa un experto por la tele que la gripe aviar -no s¨¦ a qu¨¦ viene lo de aviaria cuando desde hace siglos se habla de cosas aviares como la peste- ten¨ªa muy pocas probabilidades de prosperar en Euskadi debido a la poca cantidad de granjas aviar¨ªcolas y a su reducido tama?o. Vamos, que Euskadi no parece un h¨¢bitat id¨®neo para la gripe de los pollos, lo que no quita que lo sea para otra clase de pajarracos, pero ¨¦sa es otra historia. Por si fuera poco, otro experto expuso, esta vez a trav¨¦s del peri¨®dico, que los humedales de Plaiaundi -a un paso de Donostia y a medio de Ir¨²n- no corr¨ªan mucho riesgo de infecci¨®n, primero porque lo que m¨¢s volaban eran hip¨®tesis y no hechos contrastados acerca del desarrollo de la enfermedad o los modos de contaminaci¨®n de la misma; y, segundo, porque las aves que nos sobrevuelan vienen de un ?frica distinta a la que trajo las aves enfermas detectadas en el Oriente de Europa. Adem¨¢s, se trata de aves de paso, o sea no destinadas a quedarse aqu¨ª como no las maten a tiros durante la contrapasa y vayan a parar a nuestros est¨®magos, pero entonces no ser¨¢ gripe sino gastronom¨ªa. Por no mencionar que, sobre todo, nuestras aves est¨¢n protegidas por el famoso label vasco y, amigos, un l¨¢bel vasco es mucha protecci¨®n. ?O no? Tambi¨¦n es verdad que en nombre de ciertos l¨¢beles aut¨®ctonos dinamitaron el otro d¨ªa unos patos, digo el negocio de un hombre que se hizo criando patos, pero esa es otra historia.
Lo importante es que nuestras aves pueden respirar tranquilas incluidos los cisnes de la entra?able plaza de Guip¨²zcoa donostiarra. Y esto es una garant¨ªa despu¨¦s de lo que les ha pasado a los cisnes griegos y alemanes, que, no lo olvidemos, estuvieron en el origen de dos mitos muy importantes. Quiz¨¢ recuerden, pero si no aqu¨ª estoy yo para refrescarles la memoria, el de Leda y el cisne, que es de origen griego pero, vaya usted a saber por qu¨¦, le pirriaba a un tipo tan estirado y criminal como Hitler. El mito en s¨ª nos cuenta que el cuco y rijoso de Zeus, prendado de la belleza de Leda, se convirti¨® en cisne para seducirla. De aquella uni¨®n no s¨¦ si agropecuaria o aerotransportada salieron dos huevos. En uno estaban Helena y Clitemnestra y en el otro aquellos que ser¨ªan hermanos inseparables, C¨¢stor y Pollux. El tema inspir¨® a muchos artistas convirti¨¦ndose en un cl¨¢sico de la pintura. Pues bien, hoy no hubiera inspirado ni un videoclip porque Leda no se habr¨ªa acercado a un cisne, si me perdonan, lleno de mocos y estornudos. Y claro, sin cisne no hubiese habido Leda y el cisne y nos hubi¨¦ramos quedado sin mito, que no s¨¦ si es quod erat demostrandum o la perpleja constataci¨®n de lo malos que pueden resultar para la humanidad algunos bichejos, o lo que sean, tan diminutos como los virus.
El segundo mito con cisne es el de Lohengrin, conocido como el Caballero del ¨ªdem. La leyenda tuvo su proyecci¨®n art¨ªstica, pero m¨¢s bien en el campo musical, desde que Wagner le dedicara una ¨®pera bastante retorcidilla: Elsa de Brabante es acusada de haber matado a su hermano Godofredo, pero ser¨¢ defendida en juicio de Dios por un caballero con armadura de plata venido en una barca tirada por un cisne. El galante Caballero del Cisne s¨®lo pone una condici¨®n para defenderla, que no intente averiguar ni su nombre, ni su procedencia. Pero el mito no es una cr¨ªtica contra el nacionalismo, sino contra la curiosidad, porque una vez que el Caballero del Cisne se casa con Elsa, se ver¨¢ obligado a revelarle que es hijo de Parsifal y que vela el Santo Grial. Entonces, el cisne de la barca se convierte en el pr¨ªncipe Godofredo, que una vez desencantado acceder¨¢ al trono. Una paloma descendida del cielo ocupar¨¢ su plaza en el tiro y se llevar¨¢ por los aires a Lohengrin No voy a repetir lo mismo que dije sobre toses y esputos, pero con tanta pluma como tiene el mito parece dif¨ªcil que pudiera resistir a la gripe. Me da que vamos a tener que conformarnos con mitos de ratas. Que adem¨¢s de no tener enfermedades se nos dan bastante bien.
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