Pim, pam, pum, fuego, el peligro de disparar al aire
DODGE (CIUDAD SIN LEY). Una tranquila ma?ana. ?Tranquila? Jinetes al galope irrumpen en la calle principal. Los Dalton, forajidos de leyenda, disparan sus armas apuntando hacia el cielo para amedrentar al personal y tener el camino expedito hacia la sucursal bancaria que pretenden atracar (y tambi¨¦n, en una ¨¦poca sin televisi¨®n, para obtener el eco medi¨¢tico que sus fechor¨ªas merecen). Cambio de escenario. Una avanzadilla de los hombres de Emiliano Zapata asalta una posici¨®n del ej¨¦rcito mexicano: caballos al galope y unos mal pertrechados soldados descargan sus armas hacia el cielo al grito de: "?Viva Zapata!".
Nuevo cambio de lugar. El escenario: cualquier parte del mundo. Una guerrilla actual (muyahidin al servicio de la CIA, integristas de todo pelaje y filiaci¨®n o peones de las bandas de narcotraficantes), hombres, en cualquier caso, con cara de muy pocos amigos, ametrallan, sin objeto aparente, el luminoso cielo azul con sus modernos y relucientes fusiles de asalto (M16, Kalashnikov). El cielo es, tanto en la ficci¨®n como en la realidad, uno de los destinos preferidos de esa lluvia de balas que tan contentos parecen hacer a algunos miembros de nuestra especie, sean practicantes del aparentemente inofensivo (excepto para alguna ave distra¨ªda) deporte de tiro al cielo o incondicionales de la industria armament¨ªstica, que ven as¨ª una v¨ªa de salida a sus excedentes de munici¨®n.
Todo lo que sube tiende a bajar. Es bien sabido. ?Pero son peligrosas esas balas si impactan en alguien al caer? Pues bastante. Si, en primera aproximaci¨®n, se desprecia el efecto de la resistencia del aire, las balas llegan al suelo con la misma velocidad con la que partieron del ca?¨®n de la pistola o del fusil.
Dependiendo del arma, esta velocidad es de unos 1.100 o 1.300 kil¨®metros por hora. Es relativamente sencillo obtener este resultado sin necesidad de disparar un solo tiro. Basta aplicar el principio de conservaci¨®n de la energ¨ªa. La energ¨ªa mec¨¢nica que posee la bala en el instante inicial, es decir, cuando sale por la punta del ca?¨®n del arma, es energ¨ªa cin¨¦tica (asociada al movimiento).
A medida que la bala asciende va reduciendo su velocidad y disminuyendo, por tanto, su energ¨ªa cin¨¦tica. Como compensaci¨®n, adquiere energ¨ªa potencial gravitatoria (asociada a la altura a la que se encuentra respecto de la posici¨®n de salida). En el punto m¨¢s alto de su trayectoria (entre 4,7 y 6,6 kil¨®metros, seg¨²n la velocidad inicial), toda la energ¨ªa cin¨¦tica se ha transformado en energ¨ªa potencial gravitatoria.
La bala se para, su velocidad es nula, y entonces emprende el camino de vuelta. Si el tiro es vertical, recorre el mismo camino. Su trayectoria es rectil¨ªnea. Si el tiro tiene una cierta inclinaci¨®n de salida, la trayectoria resulta ser una par¨¢bola. A medida que se acerca al suelo, la altura se reduce y disminuye su energ¨ªa gravitatoria, mientras que aumenta su energ¨ªa cin¨¦tica al incrementarse su velocidad. As¨ª que cuando regresa al punto de partida su velocidad es la misma que ten¨ªa cuando abandon¨® el ca?¨®n.
En realidad, la resistencia que presenta el aire al avance reduce la velocidad de aterrizaje de la bala a una m¨¢s moderada: entre 160 y 240 kil¨®metros por hora. Es la denominada velocidad l¨ªmite que se alcanza cuando las fuerzas presentes, gravedad y resistencia del aire, se equilibran. Algo que deben controlar los paracaidistas si quieren volver a repetir el salto. Con esta velocidad golpear¨¢ la bala el suelo... o a cualquier incauto transe¨²nte. Es suficiente para resultar letal.
Por suerte para el despreocupado tirador, la bala dif¨ªcilmente le alcanzar¨¢ aunque se empe?e en apuntar recto hacia arriba. El viento lateral ejerce un gran efecto dada la altura real a la que asciende (entre 1,2 y 2,4 kil¨®metros) antes de caer. El profesor Robert L. Wolke indica en una de sus obras de divulgaci¨®n de la ciencia que en un experimento realizado con 500 balas de ametralladora disparadas verticalmente hacia arriba, s¨®lo cuatro se recogieron en una ¨¢rea de tres metros cuadrados alrededor del arma. Triste consuelo. ?Para cu¨¢ndo una ley antiarmas? ?No matan ¨¦stas, apunten donde apunten, m¨¢s que el tabaco?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.