Baltica Medio concierto

La Kremerata Baltica es una gran orquesta de cuerdas, una orquesta muy poderosa para su tama?o -a la que esta vez se le un¨ªa un percusionista-, empastada, virtuosa, disciplinada. El problema es que debe plegarse a programas del gusto de su director y fundador, Gidon Kremer, y eso significa quedarse a medias porque la concesi¨®n a la moda se come la mitad del pastel. As¨ª, V & V mostr¨® las limitaciones de Gila Kancheli, un representante de esa espiritualidad hoy adjudicable en m¨²sica a cualquier adagio lamentoso. Y la olla podrida titulada Sempre primavera, sucesi¨®n de fragmentos de Polevaya, Vivaldi, Beethoven, Stravinski, Desjatnikov, Milhaud, Ysa?e y Piazzolla escogidos y aderezados por Kremer, puede tener su aqu¨¦l para no dormirse al volante pero en la sala de conciertos se queda en poquita cosa. La orquesta se luci¨® en la cita de La consagraci¨®n de la primavera y Kremer en las p¨¢ginas de Milhaud e Ysa?e, donde luci¨® detalles de esos que, aunque no quiera, le muestran como un grand¨ªsimo violinista, tambi¨¦n desde la vieja usanza virtuos¨ªstica.

La parte seria del programa consisti¨® en obras de Shostak¨®vich y Schumann. La orquesta, sin director, ofreci¨® una fabulosa versi¨®n de la Sinfon¨ªa de c¨¢mara, op. 118a -arreglo de Rudolf Barshai del Cuarteto n? 10- a pesar de que el p¨²blico no se enter¨® de que hab¨ªan empezado y sigui¨® de tertulia durante un buen rato. De Schumann se nos ofreci¨® un arreglo para viol¨ªn, cuerdas y timbales del Concierto para violonchelo y orquesta que no mejora el original aunque concentre sus ideas. Kremer toc¨® como ¨¦l suele y, por tanto, no pudo satisfacer a todos los paladares pues si su mec¨¢nica es extraordinaria su sonido no busca la complacencia sino que parece indagar entre las notas como a la b¨²squeda de su veta m¨¢s amarga.