El espantajo de la autodeterminacion
No me cabe la menor duda de que cuando el lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, habla de la autodeterminaci¨®n est¨¢ convencido de que es un derecho del que es titular el pueblo vasco, y de que no s¨®lo es su derecho como lehendakari sino incluso su obligaci¨®n hacer lo posible para que el pueblo vasco pueda ejercer dicho derecho de manera real y efectiva. Los t¨¦rminos del ejercicio del derecho habr¨¢n de ser concretados, pero el ejercicio del mismo es irrenunciable. Eso es lo que representaba el proyecto de ley de reforma del Estatuto vasco que fue aprobado por el Parlamento en diciembre de 2004 y cuya toma en consideraci¨®n fue rechazada por el Congreso de los Diputados en febrero de 2005. De ah¨ª que el Gobierno vasco vuelva permanentemente sobre ella.
El ejercicio del derecho a la autodeterminaci¨®n en el interior de un Estado constitucional no es m¨¢s que la ruptura de la unidad del poder constituyente en la que dicho Estado descansa. En Espa?a, esa unidad est¨¢ residenciada en el "pueblo espa?ol" de manera exclusiva y excluyente. Constitucionalmente no existe nada m¨¢s que un pueblo, el pueblo espa?ol, del que forman parte los ciudadanos vascos, andaluces, catalanes, extreme?os... En ese pueblo ¨²nico reside la "soberan¨ªa nacional", raz¨®n por la cual de ¨¦l "emanan los poderes del Estado" (art. 1.2 CE). En la Constituci¨®n no cabe un "pueblo vasco" o "catal¨¢n" o "andaluz". En los estatutos de autonom¨ªa, como fundamento y origen de los poderes de la comunidad aut¨®noma, s¨ª. El concepto de "pueblo" tiene un contenido distinto en la Constituci¨®n y en los estatutos. En la primera es portador de "soberan¨ªa". En los segundos, portador de "autonom¨ªa". La primera es el fundamento de la segunda.
Como dijo el Tribunal Constitucional, este principio de legitimidad democr¨¢tica expresado por el art¨ªculo 1.2 de la Constituci¨®n es "la base de toda nuestra ordenaci¨®n jur¨ªdico-pol¨ªtica" (STC 6/81), tanto de la constitucional como de la estatutaria. Justamente por eso, es un principio que no admite excepci¨®n. No hay ninguna f¨®rmula de ejercicio del derecho a la autodeterminaci¨®n que pueda ser compatible con el principio de legitimidad democr¨¢tica tal como figura en la Constituci¨®n. Esta es la raz¨®n por la que no hab¨ªa posibilidad alguna de que el proyecto de reforma del Estatuto vasco pudiera ser tomado en consideraci¨®n por el Parlamento del Estado. Y esta es, tambi¨¦n, la raz¨®n por la que ninguna f¨®rmula que pueda venir en el futuro podr¨¢ serlo.
Se puede comprender la resistencia del lehendakari a aceptar esta interpretaci¨®n, pero lo que no resulta comprensible es que el presidente del PP la cuestione e interpele al presidente del Gobierno en el Pleno del Congreso de los Diputados sobre algo que es constitucionalmente imposible. Ni Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ni nadie puede negociar el ejercicio del derecho a la autodeterminaci¨®n. Esta es una cuesti¨®n que ya est¨¢ resuelta en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica. En el ¨²nico caso en que se ha pretendido hacer uso del derecho a la autodeterminaci¨®n, el Congreso de los Diputados lo ha cortado de ra¨ªz.
La pregunta sobre la negociaci¨®n del derecho a la autodeterminaci¨®n es tan absurda como la que hiciera referencia a una negociaci¨®n para que los ciudadanos pudieran ser condenados sin juicio previo con todas las garant¨ªas constitucionales. Es un supuesto inimaginable.
En boca del lehendakari el derecho a la autodeterminaci¨®n es una reivindicaci¨®n. En boca del presidente del PP no es m¨¢s que un espantajo con el que se intenta generar miedo en la sociedad espa?ola. Es posible que todav¨ªa le quede un cierto recorrido, como el que tuvo la ruptura de la unidad de Espa?a tras la aprobaci¨®n por el Parlamento de Catalu?a del proyecto de reforma del Estatuto, de la que ya se ha dejado de hablar, pero no creo que vaya a dar mucho m¨¢s de s¨ª.
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