Geometr¨ªa desigual
La historia del Amargo de Lorca ocupa un espacio de privilegio en la obra de Mario Maya. El artista ha accedido ahora a una revisi¨®n de su montaje de 2001 con un tratamiento que califica de m¨¢s amplio y rico en visualizaci¨®n. Como todo lo que firma Maya, la excelencia est¨¢ garantizada, y si el objetivo es la dramatizaci¨®n de una historia, el maestro lo logra de forma efectiva y sin demasiados elementos. En la coreograf¨ªa -que deja expl¨ªcitos los elementos esenciales del tiempo, el amor y la muerte- el movimiento coral es peque?o pero bien ordenado y aporta el apoyo suficiente a la trama. En las individualidades, la madre usar¨¢ del cante para tender su manto protector, y el amor, cuando llegue, tendr¨¢ una apariencia de ensue?o, de oasis ante el sino que le aguarda. Personificado ¨¦ste de manera excelente por Diego Llori, cobrar¨¢ diferentes formas: la m¨¢s lucida, sin duda, es la del jinete caballo que se presenta con el poder seductor de lo inevitable. El Amargo atiende a las diferentes voces en una danza multiforme que coquetea con la muerte y elabora un cuidado paso a dos con una amada que despliega un baile sutil y elegante.
X Festival de Jerez
Di¨¢logo del Amargo. Direcci¨®n: Mario Maya. Juan Andr¨¦s Maya (Amargo), Diego Llori (Jinete Caballo), Conchi Maya (Amante), Rafaela G¨®mez (Madre), Alfredo Tejada (Padrino) y Cuerpo de Baile. Guitarras. Miguel Ochando, Emilio Maya y Rafael Santiago. Cante: Juan ?ngel Tirado. Mar¨ªa Jos¨¦ P¨¦rez y Gema Caballero. Teatro Villamarta. Jerez de la Frontera, 26 de febrero.
Mas si la coreograf¨ªa y puesta en escena son impecables, Maya ha elegido para esta reposici¨®n una m¨²sica que quiz¨¢ tenga que ver con su reivindicaci¨®n del flamenco de la Andaluc¨ªa oriental, pero que se antoja blanda para su prop¨®sito dram¨¢tico. Una base r¨ªtmica reiterativa hizo a?orar la fuerza de un cante m¨¢s desgarrado. No fue el caso de los extractos escogidos de Stravinski, que aportaron la tensi¨®n que se echaba en falta. Otra elecci¨®n original y acertada estuvo en los villancicos castellanos de alborada que, aflamencados, fueron principio y fin de la representaci¨®n.
Esa elecci¨®n musical ya estaba presente en los cuadros que, como pr¨®logo, exploraban el lado m¨¢s flamenco del poeta. En ellos se apreci¨® la mano del core¨®grafo, aunque la geometr¨ªa pareci¨® por momentos algo desigual.
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